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No, los psicodélicos no ‘curan’ el ateísmo

Recientemente, dosencuestas encontraron que el consumo de psicodélicos redujo el ateísmo de los participantes — los resultados fueron reportados enérgicamente en la prensa anglosajona. En español, la cloaca de desinformación RT se hizo eco de la nota, y Vice tradujo al español su artículo de que el DMT te hace creer en dios.

¿En serio — las experiencias psicodélicas pueden reducir el ateísmo? En este blog aceptamos los hechos, y si hemos reportado sobre las bases biológicas de la conducta, y los cambios en el nivel de creencia tras intervenciones con energía magnética o lesiones cerebralesa priori no sería descabellado sugerir que el consumo de sustancias psicodélicas pudiera tener un efecto en las creencias del consumidor.

La cuestión, claro, es qué tan metodológicamente rigurosas fueron las encuestas, y qué tan responsables fueron los corresponsales de prensa que reportaron al respecto. Y aquí entramos a un todo un universo de sesgos de confirmación. Por ejemplo, la guinda del pastel vino por parte de una tal Rachael Petersen que reforzó la noción de que los ateos llevamos deprimentes vidas desprovistas de sentido al reportar que el consumo de psilocibina para tratar su depresión la ‘curó’ de su ateísmo.

La supuesta evidencia de que los psicodélicos disuelven el ateísmo de las personas llamó la atención del investigador Wayne Glausser, de la Universidad DePauw, quien publicó un artículo en en el journal Religions examinando el asunto. Glausser identificó tantos problemas con las encuestas que es difícil imaginar que alguien se las pueda tomar en serio.

La primera alarma es el sesgo de selección: el estudio de Griffithet al (2019) —que por lo menos tuvo un grupo de control— se basó en encuestas de personas que autodeclararon “experiencias de encuentros con Dios” tras el consumo de diferentes sustancias psicodélica, y el estudio de Daviset al (2020) se basó en autorreportes de “encuentros con entidades divinas” después de ingerir DMT. Glausser señala que lo realmente sorprendente es que una quinta parte de los participantes de la segunda encuesta siguiera siendo atea, aún a pesar de la chapucera selección de la muestra.

Otro problema de las encuestas —que los reportes de prensa calcaron— es el uso de lenguaje engañoso que posiblemente indujo a error a los participantes, y una vez publicadas las encuestas, se traduce en la idea que el consumo de psicodélicos reduce el ateísmo y acerca a las personas al monoteísmo, en particular el cristianismo. Sin embargo, los resultados de las mismas encuestas no soportan esta lectura.

Para la muestra, la encuesta de 2019 encontró que “[l]a identificación como monoteísta disminuyó significativamente y la identificación como Otro aumentó significativamente de antes a después de la experiencia“. Las opciones de identificación de la encuesta eran ateo, monoteísta y otro, y el 85% de los encuestados marcó ‘Otro’ después de su experiencia de encuentro con dios. Lo que se puede concluir de este resultado es que los si los psicodélicos disuelven el ateísmo de los consumidores, ciertamente no los acerca a la creencia tradicional, monoteísta, de dios — una conclusión que convenientemente evadió a los autores del estudio.

Más grave aún: una pregunta clave pedía a los participantes que eligieran el “mejor descriptor de lo que encontró”, y las opciones eran “Dios (el Dios de su entendimiento)”, la “Realidad Última”, un “Poder Superior” o “Un aspecto o emisario de Dios (por ejemplo, un ángel)”. El 55% de los participantes (ateos y no-ateos) eligió la “Realidad Última”, y tan sólo el 18% eligió al dios de su entendimiento. No obstante, el artículo fue titulado según las “experiencias de encuentro con Dios”, a pesar de que esa opción quedó de tercer lugar.

La otra encuesta no lo hizo mucho mejor. A los participantes se les preguntó si “se identificaban como creyentes en la Realidad Última, el Poder Superior, Dios o la Divinidad Universal” (todos los autores de la segunda encuesta también lo fueron de la primera, por lo que no es extraño que hayan usado la misma terminología). Los resultados fueron un aumento del 36% al 58% de antes a después de consumir DMT. Pero amalgamar todas las opciones en una sola categoría no permite distinguir una experiencia de la otra. Glausser se pregunta si la disminución del ateísmo realmente es tan drástica como se hace ver en los abstracts de las encuestas, cuando creer en la “Realidad Última” (lo que quiera que eso signifique) no es fundamentalmente incompatible con ser ateo. A lo mejor no es del todo accidental que este vago descriptor fuera incluido en las encuestas.

El recurrir a terminología engañosa que facilita que se induzca a error a los lectores desprevenidos tampoco estuvo ausente en el artículo de Petersen (la señora que escribió sobre cómo el consumo de hongos para la depresión terminó ‘curándola’ de su ateísmo). Resulta que su viaje psicodélico la llevó a sentir “lo que una persona con inclinación religiosa podría calificar como ‘Dios’“, pero no fue el dios cristiano en el que ella se apoyó cuando los síntomas depresivos regresaron — sino en un “gran e indescriptible Más Allá” (que igual podría caer bajo la etiqueta de “Otro” y “Realidad Última”); y su ‘cura’ del ateísmo consistió en sumergirse en la literatura budista. Definitivamente, de las corrientes religiosas más populares de la actualidad, Petersen eligió la menos monoteísta.

Un artículo de seguimiento a la primera encuesta —pomposamente titulado “Hablando con gente que encontró a Dios después de tomar psicodélicos“—, entrevistó la friolera de cuatro personas que hicieron parte del ‘estudio’. Una de ellas, que trató su depresión con psicodélicos, era católica, y después del trip “encontró una nueva versión de dios”, lo que para cualquier persona con dos dedos de frente suena a que este individuo se alejó del monoteísmo tradicional, antes que acercarse al mismo. Y mientras los ateos somos estigmatizados constantemente con algún estereotipo ridículo de que llevamos vidas deprimentes (un estigma al que terminaron contribuyeron las encuestas y los respectivos reportes de prensa), a nadie se le ocurrió mencionar que hubo personas que se curaron de su religión y depresión con psicodélicos.

Las encuestas, entonces, parecen más un lavado de ideas, en el que se le da un barniz académico y de credibilidad a la ateofobia de toda la vida, esto es la intolerancia contra los ateos.

Y la cosa es que dios va a seguir sin existir, incluso si consiguen convertir a todos los seres humanos a una de las supersticiones organizadas, porque, mal que les pese, la verdad no es democrática; y que todo el mundo comparta un delirio —en nombre de ser felices— no hace más ciertas las propuestas ontológicas de dicho delirio.

(vía Carnaina y Pablo Malo)

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