El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está llevando su guerra ideológica contra la izquierda a las escuelas y universidades del país, generando angustia entre profesores y autoridades educativas que sostienen que el gobierno quiere luchar contra un enemigo que no existe.
Bolsonaro y otros altos cargos anunciaron planes para revisar los libros de texto y suprimir referencias al feminismo, la homosexualidad y la violencia contra las mujeres. Además, apuntan que el ejército tomará el control de algunas escuelas públicas y atacan regularmente a Paulo Freire, uno de los educadores más famosos del país y cuyas ideas tuvieron repercusión mundial.
Freire, que murió en 1997, fue uno de los fundadores de la pedagogía crítica. Los conservadores dicen que este método anima a los alumnos a cuestionar valores tradicionales como la familia y la Iglesia. Freire, que era socialista, estuvo encarcelado brevemente durante la dictadura militar (1964-1985) que recibió los elogios de Bolsonaro.
En su campaña electoral, el ahora presidente dijo que quería «entrar al Ministerio de Educación con un lanzallamas para eliminar a Paulo Freire».
Bolsonaro y su ministro de Educación parecen estar buscando inspiración en filósofos como Olavo de Carvalho, un brasileño residente en Estados Unidos conocido por sus opiniones antiglobalización y antisocialistas.
El ministro de Educación, Ricardo Velez Rodriguez defendiende lo que califica de valores tradicionales, como la familia, la religión, la escuela y la nación, que dijo estaban amenazados por una “ola globalista loca”.
Colegios públicos con gestión militar
Brasil tiene 13 escuelas dirigidas por el ejército y, aunque están pensadas para la educación de los hijos de los militares, también aceptan a estudiantes externos en base a sus méritos. El ejército es la institución más respetada del país y sus escuelas tienen mejor reputación que muchas de las públicas.
A veces se convoca al ejército para codirigir un centro público y restablecer el orden.
El año pasado, la escuela pública tuvo 39,5 millones de estudiantes matriculados, mientras que las instituciones privadas, que pueden costar varios miles de dólares al mes, atendieron a 9 millones.
Los críticos dicen que el selectivo proceso de admisión de las escuelas militares terminaría siendo discriminatorio en zonas empobrecidas.
En un colegio público de las afueras de Brasilia, el centro educacional CED 07 de Ceilandia, está iniciando su transformación en un «colegio militar», un modelo elogiado por Bolsonaro, un excapitán del Ejército.
El CED 07 adoptará el modelo de “gestión compartida”: funcionarios de la Policía Militar (PM) asumen las tareas de disciplina y administrativas, en tanto que los maestros quedan a cargo de las pedagógicas.
Desde el 11 de febrero, cuatro colegios públicos de la periferia capitalina ,con casi 7.000 alumnos en conjunto, forman parte de este proyecto piloto. “La previsión es llegar a 40 a finales de año”, explica a la agencia AFP Mauro Oliveira, asesor de la secretaria de Educación del Distrito Federal.
Formar fila para entrar a clase es una primera novedad. Además los niños deberán llevar el pelo corto y las niñas el pelo recogido, al estilo milirar. En los próximos meses, habrá otros cambios, como el uniforme, las chicas podrán usar solo accesorios “muy moderados”, se izará la bandera nacional cada día y se impartirán clases de ciudadanía.