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Niñas y jóvenes en el franquismo

En esta sección incluimos artículos relevantes del ámbito académico con el objetivo de conocer la información o los argumentos que plantean en sus estudios, aunque Europa Laica no comparta las tesis que en los mismos se exponen. 


1. Las juventudes de posguerra

Mientras se aceleraban los trámites para la repatriación de los niños evacuados durante la Guerra Civil, se emprendía la maniobra de propaganda del Auxilio Social para recuperar a aquellos que habían sido “abandonados por los rojos”1. El populismo de esta institución, articulado a través de la misa, la función de cine extraordinaria y la merienda para todos, se oponía según las palabras de su fundadora, Mercedes Sanz Bachiller, a clasificar a la infancia “en grupos de blancos y rojos”, porque “para el AUXLIO SOCIAL, todos, absolutamente todos, son niños de España”2. Y es que calibrando los rendimientos políticos del hambre, la Obra a favor de la Madre y del Niño se proponía atender “al niño huérfano, abandonado o menesteroso, hasta que previamente dotado para la lucha en la vida, pase a formar en las filas ardientes de las Organizaciones Juveniles, futuro ambicioso de incalculable eficacia política”3.

La Sección Femenina atendía entonces, a través de sus jóvenes divulgadoras, dicho departamento, supervisando el estado de las escuelas, hogares del Auxilio Social, Casa de la Madre y centros de alimentación infantil, como la “Gota de Leche”. Con escasísimos medios y sus campañas de apadrinamientos, ayudaría entonces a combatir epidemias de tos-ferina, sarampión o tifus exantemático, causantes en gran medida de la mortalidad infantil. Esta forma de beneficencia, encubierta por el discurso de la “justicia social” nacional- sindicalista, se canalizaría a través de los repartos de ropas, alimentos y medicinas, como las célebres ampollas de calcio o las papillas de harina azucarada. Con ellas se atendería a las familias cuyos hijos fueran a la escuela, ya que las altas tasas de absentismo escolar, desencadenado asimismo por la miseria, fueron otro motivo de represión para los desheredados 4.

Por otra parte, pese al examen de patriotismo y moralidad al que se sometió a los familiares más cercanas de los huérfanos o hijos de encarcelados, como indican los autores del libro Los niños perdidos del Franquismo, las cifras de asilados en centros públicos de la inmediata posguerra eran importantes, dando muestra de que “no fueron episodios aislados, sino derivados de un proyecto de reeducación masiva con los más débiles, los hijos de las familias de unos perdedores sin posibilidad de defensa, familias amenazadas por la situación creada por la Victoria y con una capacidad de reacción prácticamente nula”5.

Aunque no compartimos la tesis de una autarquía diseñada para someter al enemigo interior, privándole de los medios necesarios para su supervivencia, aquéllos cuya necesidad les condujo al Auxilio Social fueron, sin duda, esos “niños perdidos”6.

Sin necesidad de moverse en la clandestinidad, como sucedió en Argentina con los nietos de las “madres de Plaza de Mayo”, la dictadura franquista emprendió así su campaña de cuarentena y profilaxis de una infancia que, partiendo en muchos de esos casos desde los pabellones de lactantes de las cárceles de mujeres, habría de construir la “Nueva España” a través del Frente de Juventudes.

(…)

2.1. La alternativa católica

El Estado franquista, definido como “reserva espiritual de occidente”, se caracterizó por potenciar las palabras incendiarias de la Iglesia católica, basándose en el paternalismo y la familia como principios jerárquicos de desigualdad natural, según el poder que se otorgaba al padre sobre los hijos 72. Alternando así, la pérdida de rumbo del catolicismo social durante los años cuarenta, con una explosión mediática de fervor religioso, como una forma de congratularse con el Nuevo Régimen, se experimentó un nuevo renacer de las organizaciones femeninas de apostolado, en medio del ambiente popular de fanatismo del Estado confesional franquista.

El referente religioso sería así una de las claves de las muchachas franquistas, tanto pertenecientes a la Falange femenina, como a la rama juvenil de la Acción Católica, organizaciones en abierta competencia por la socialización y control de las mujeres, tal y como ocurriera en Portugal entre las Mocedades Lusas y la filial de la Liga de Acción Católica Femenina, conocida como Obra de Protecçao as Raparigas. Y es que, pese a que ese conflicto no se vivió con igual intensidad que el que enfrentó al SEU y la Federación de Estudiantes Católicos por el control de la enseñanza, la rivalidad entre estas dos organizaciones con objetivos y formas de actuación tan similares fue evidente, convirtiéndose la obediencia religiosa en una nexo de unión, pero también de disputa.

Como exponen González Calleja y Sandra Souto Kustrín, los requerimientos a las capas de menor edad de la población se prodigaron ya en el primer tercio de siglo, a través de hagiografías de religiosas que pretendían servir de modelo de comportamiento para las jóvenes obreras, o breviarios para la organización de las incipientes juventudes de Acción Católica. Pero las chicas de Sección Femenina quisieron desmarcarse pronto de esa imagen de “los manguitos”, y de la formación recibida en los colegios de “Hijas de Jesús y de María”, cuya beatitud y mojigatería estaban diametralmente alejadas del espíritu patriótico y revulsivo de inspiración “joseantoniana” 73.

De hecho, el concepto de “ñoñería” aplicado a la Acción Católica y a su ideal benéfico burgués, iba aparejado al resentimiento y las críticas suscitados en los colegios de monjas por las enseñanzas obligatorias de Sección Femenina 74, culpabilizándola de llevar a cabo un boicot educativo frente a la misma. Asimismo, el debate entre justicia social y caridad, o entre la “cultura misionera” de las chicas de las cátedras ambulantes y la “cultura confesante” de la sociedad rural, dio como resultado las críticas de la Iglesia local a las intromisiones e injerencias de Sección Femenina en asuntos espirituales.

Según el padre Félix García, la religión para las mujeres de Falange con su “misión de tipo estrictamente social” debía inspirar su espíritu, “para demostrar con las obras lo que son y acreditar su ideario renovador”. Estimando que una de las armas más innobles que se esgrimieron contra la Falange fue una cierta despreocupación en las cuestiones espirituales, el asesor trató así de diferenciar a la organización, profundamente católica, de los individuos integrantes de la misma, y entre los cuales debían existir ciertas reticencias al respecto 75. De hecho, según la historiadora norteamericana Kathleen Richmond, “a Pilar le importaba mucho mantener su credibilidad con la Iglesia”, de ahí que la observancia de la liturgia benedictina, introducida por el asesor nacional de la SF, Fray Justo Pérez de Urbel, contribuyera a no levantar más suspicacias contra Sección Femenina, consolidando el status quo en el intervencionismo de ambas instituciones.

Por otra parte, las mujeres de la Acción Católica se mostraron muy dinámicas en el ambiente postbélico, inundado desde la oficialidad por un gran fervor religioso, que hizo que se organizaran numerosas organizaciones locales por toda España, procedentes de las clases sociales más acomodadas y del Magisterio, al igual que las citadas Hijas de María o las Damas Catequistas. Si nos fijamos, por ejemplo, en las cifras de una diócesis como la de Cartagena-Albacete, para extraer el porcentaje de afiliación juvenil, advertiremos mejor su importancia, ya que en 1946 para un total de más de 9.000 afiliados entre hombres y mujeres, habría casi 2.500 jóvenes aspirantes. No obstante, historiadoras como Encarna Nicolás consideran que del total de miembros poco más del 31% desarrollaba una labor activa, demostrando una organización regular pero progresiva, dado el aumento de las distintas ramas de apostolado seglar a excepción de la clase obrera, enfrentada a través de la HOAC al resto de jerarquías 76.

Inmaculada Pastor ha incidido también en el carácter elitista de los primeros cuadros dirigentes de las organizaciones femeninas de la Iglesia y la Falange en Mallorca, pertenecientes a la más alta sociedad, nobiliaria generalmente, conservadora y católica, encargada de monopolizar la educación de “las hijas de las clases pudientes de la isla”77.

En otros puntos de España como Valladolid, estudiado por Cristina Gómez Cuesta, se daría una predominancia de Acción Católica en el medio urbano y de Sección Femenina en los pueblos, gracias a la estabilidad de la red de funcionarios del Movimiento. El hecho de que esta proporción se invierta en zonas como Zaragoza o Mallorca, según los estudios de Ángela Cenarro o Inmaculada Pastor, lo achaca a la situación de la sede diocesana en la ciudad, donde las jerarquías eclesiásticas desplegaban toda su influencia y existía un ambiente de mayor religiosidad debido a los convencionalismos que suelen asociarse al estatus de las mujeres de Acción Católica 78.

Las facilidades con las que ésta contaba para introducirse entre las españolas estaban basadas en la consustancialidad de la religión en esta sociedad, normativizada por la Iglesia y, por tanto, más dispuesta a “recordar” simplemente la tradición cristiana de estas catequistas, que a construir una historia propia como pretendía la Falange 79.

En opinión de Miguel Ángel Ruiz Carnicer, esta rama femenina de apostolado no tendría una expansión clara entre la minoría selecta urbana, sobre todo, hasta 1942-43, cuando “las falangistas habían perdido por una causa u otra buena parte de su mordiente y AC se convierten en canalizador de muchas de las inquietudes de las mujeres de ciudades y pueblos de España. En este sentido, se dio una competencia larvada entre AC y SF por ver quien “arrastraba” más mujeres a sus actividades”80.

Por otra parte, criticando esta tesis acerca de los conflictos de poder, Mónica Moreno habla de entendimiento entre la Iglesia alicantina y la Falange: “Ejemplo de ello son las constantes alabanzas a la Iglesia de representantes del Movimiento, la pertenencia de jerarquías falangistas a cofradías y hermandades, la colaboración entre las ramas femeninas de Acción Católica y Sección Femenina o la asistencia de representantes de la Iglesia y de Falange a festividades religiosas y civiles”81.

De hecho, al igual que sucedía entre las Juventudes de Acción Católica y el Frente de Juventudes y sus dirigentes, pertenecientes muchos de ellos a esta red de apostolado 82, en Almería hemos podido constatar la existencia prolongada de una doble militancia por parte de las primeras miembros de Sección Femenina, de un origen más oligárquico, tradicionalista o cedista, y que quizás se sentían más identificadas con la misión ascética de las seglares en la posguerra, algo que también sucedía en Castilla-La Mancha 83.

Es decir, seguirían funcionando la mayor parte de las entidades desplegadas por el catolicismo social de principios de siglo, lideradas, eso sí, por una Acción Católica de la Mujer sujeta a la jerarquía masculina y cada vez más reaccionaria, que sirvió como canal de movilización de las jóvenes de clase media-alta y conservadora y prestó su ideal femenino al Régimen para la regeneración moral de posguerra 84.

Contaban para ello con los órganos de difusión y propaganda de dicha Acción Católica, y las revistas dirigidas a sus mujeres y juventudes entre las que destacaron Misión (1939-1947), Para Nosotras (1941-1965), Senda (1943-1956) y Cumbres (1949-1957), bajo la dirección de Mary Salas. En estas publicaciones se mostraban adversarias absolutas del movimiento feminista laico, al defender el hogar como el “espacio natural femenino”, aunque defendiesen, al mismo tiempo, la salida necesaria de este ámbito para compensar la economía familiar con un trabajo “decente”.

Sería Pilar Bellosillo, vocal del Consejo Estatutario de la UMOF, quien trajera savia nueva a esta organización de mujeres, extendiéndose las demandas de cambio de las católicas en paralelo a las falangistas más renovadoras, como Mercedes Formica, enfrentada al búnker de ortodoxia existente en torno a Pilar Primo de Rivera.

Aparte de la Junta de Apostolado de los Suburbios, fundada en 1943 para dar misa y catequesis a los niños, las iniciativas pedagógicas de esta organización desarrolladas desde finales de los cincuenta, implicaron también a personas que habían dedicado su juventud a la Sección Femenina, y terminaron por compaginar su labor en los “Círculos Medina” falangistas con las labores programadas por la JOC, a través de las “semanas impacto” que vendrían a sustituir las “semanas pedagógicas” de la Falange a partir de 195885.

2.2. Las relaciones con los chicos del SEU

(…)

Sofía Rodríguez López

Doctora en Historia Contemporánea

Este capítulo forma parte del libro Jóvenes y dictaduras de entreguerras (2007)

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