Suena la sinfonía de Boccherini en Zenda. Nieves Concostrina toma asiento en la butaca para conversar sobre los personajes que pululan por las páginas de su último libro, Acontece que no es poco (La Esfera de los Libros), una entretenida selección de las anécdotas que la periodista cuenta en la radio.Hablamos con Nieves Concostrina de un rey mastuerzo, de otro que intentó poner a España en Europa y no le dejaron, de una monja convertida en la rasputina de los Borbones, de un papa que fermentó como un quesu asturianu después de muerto y de un folio manchado de sangre.
—Comienza el libro con Pío XII. Un error en la conservación de su cadáver propició su rápida putrefacción. ¿Un castigo divino por haber callado ante los crímenes de Hitler?
«Lo único que consiguió es que el papa fermentara y que al final explotara. Era una cuestión de física, de ciencia; ahí no mandaba la fe»
—No, porque Dios no existe (Risas). Lamentablemente, no fue un castigo divino. Ocurrió lo que tenía que ocurrir, porque del embalsamamiento de Pío XII se encargó un inepto absoluto que intentó aplicar el mismo método que, supuestamente, se había usado con Jesucristo. Pero esa técnica de preservación es una mentira porque no se le aplicó a Jesucristo. Y no se le aplicó porque Jesucristo no existió. Ese método de embalsamamiento era un cuento chino. Lo único que consiguió es que el papa fermentara y que al final explotara. Era una cuestión de física, de ciencia; ahí no mandaba la fe. Además, se demostró que este hombre era un caradura que consiguió pasta por la exclusiva de la muerte. Quería arrancar este libro con Pío XII porque a mí los papas y los reyes me fascinan. Son personajes que no me gustan, pero que me fascinan porque la historia de la humanidad la han escrito ellos. Entonces hay que conocerlos; al enemigo hay que conocerlo siempre.
—Se refiere en su obra a la iglesia católica como «la multinacional».
—Es que es un gran negocio. Lo ha sido siempre y lo sigue siendo. Las religiones son todas grandes empresas. La secta cristiana —la llamo así porque era la secta de los cristianos cuando esta filial se separó de la empresa principal, que eran los judíos— comprobó que el monoteísmo era muy rentable. Ese es el motivo por el que nacen las religiones monoteístas, porque si tienes muchos dioses el rebaño se te dispersa mucho. Llamo «la multinacional» a la iglesia católica porque nació en un pesebre y ahora tiene sucursales en todo el mundo. El suyo es un negocio impresionante.
—¿Son más aceptados en nuestra sociedad los ataques a la iglesia católica que a otras religiones como, por ejemplo, la musulmana?
«¿Me voy a poner a hablar de los musulmanes cuando el dolor que sufrimos fue por esa Inquisición? Yo tengo que hablar de lo que he tenido aquí»
—Yo he escrito lo mismo de Mahoma que de Jesucristo; los dos son unos farsantes. Mahoma sí que existió, pero el Corán está inventado. Yo he hablado de ello. Lo que pasa es que este es el ataque más común cuando hablas de los católicos: ¿a que no tienes huevos de meterte con los musulmanes? Ese argumento es muy ultraderechista. Pero en este país, ¿a quién se ha sufrido, a los musulmanes o a los católicos? Mi referencia es una Santísima Inquisición que estuvo quemando gente desde el siglo XV. ¿Me voy a poner a hablar de los musulmanes cuando el dolor que sufrimos fue por esa Inquisición? Yo tengo que hablar de lo que he tenido aquí. Ese argumento me parece bastante estúpido porque, lo primero, yo hablo de lo que me da la gana. Y lo he hecho de Mahoma y de la estafa que fue la invención de que San Gabriel le había dictado el Corán. Todo esto lo he contado en la radio. Hace muchísimos años, cuando hablaba en Radio 5 de las religiones, recibí alguna carta manuscrita, que llegaba desde Marruecos, diciendo que yo era una cristiana —los musulmanes identifican a todos los que no son de su fe como cristianos— que ofendía al Islam. ¿Que no diría nada de esto si viviera en Irán? Pues lógicamente. Ni tú. Porque apreciamos nuestro cuello. Aprovecho que después de siglos en los que no se pudo hablar del negocio de la iglesia católica ni de la pederastia ahora sí que se puede hacer. ¿Qué voy a hacer? ¿No hablar? Tendré que aprovechar que puedo hacerlo.
—En una entrevista en El País, el actor Gabriel Byrne ha declarado que la sociedad irlandesa ha avanzado desde que no está bajo el control de la iglesia católica.
—Cualquier sociedad avanza cuando no está bajo el poder de una religión, cualquier sociedad, porque entonces toma el protagonismo la ciencia. Las religiones solo producen ignorantes.
—Dejamos las religiones. En su obra nos recuerda que el presidente de la Junta de Castilla y León se gastó un millón y medio en una espada falsa del Cid. ¿Cuántos políticos aprobarían un examen de historia?
—Pues no lo sé. Tampoco la mayor parte de los españoles aprobaríamos un examen de historia. A los políticos tampoco se la han enseñado bien. Venimos de una dictadura. Todavía, a día de hoy, los libros de texto están en manos de determinada gente que no está autorizada para contar la historia. Creo que hay uno de la editorial marista —¿en qué cabeza cabe que pueda publicar libros de texto una editorial así?— en la que al hablar de los fascismos del siglo XX aparecen Mussolini y Hitler, pero han hecho desaparecer a Franco. Lo lamentable no es que suspendan los políticos el examen de historia, lo lamentable es que lo hace también la ciudadanía. Creo que ahora, con todos los recursos tecnológicos que tenemos a mano, cada uno es responsable de su propia ignorancia. Si no queremos saber, si no queremos informarnos, sólo queda el recurso de echar balones fuera y de echar la culpa al periodista y al político. Basta ya de eso. Todos tenemos responsabilidad como ciudadanos.
—Vamos con las dinastías de las que escribe en su obra. Sus luchas y casamientos han determinado la mayoría de los siglos de nuestra historia. Muy bien no se llevaban, la verdad. En ocasiones era mejor tener a tu familia lejos, como le ocurrió a Juana, la hija de Enrique IV, a la que se la jugó su tía, Isabel la Católica.
«Isabel, la excomulgada, rehabilitada por los Borgia, y luego llamada la católica, llegó al poder por un golpe de estado que desplazó a la sobrina»
—A la familia, en general, es mejor tenerla a una distancia prudencial. (Risas) En España, por nuestra tradición judeocristiana, hay ese concepto de la familia como una piña, y luego pasa lo que pasa en Nochebuena… A mí me gusta más el concepto anglosajón, que ven al hijo en Acción de Gracias y ya. Respecto a lo que comentas de las familias de las dinastía reales, como la de Juana e Isabel, ahí además tenemos el comienzo de la tradición de los golpes de estado. Isabel, la excomulgada, rehabilitada por los Borgia, y luego llamada la Católica, llegó al poder por un golpe de estado que desplazó a la sobrina.
—Muchas de esas dinastías sufrieron maldiciones, como los Kennedy y también los Habsburgo, como cuenta en uno de los capítulos más largos del libro, el que dedica a ese extraño emperador que fue Maximiliano de México.
—Benito Juárez no tenía que haberlo fusilado. ¿Pero quién le mandaba a este noble austríaco meterse en aquel follón? Lo que pasaba es que los miembros de las sagas reales se creían llamados a gobernar por mandato divino. Entonces, cuando el emperador francés —por intereses de su país— le ofreció marcharse a México, Maximiliano lo aceptó encantado. De esa forma era emperador de algo, porque sus hermanos ya tenían sus reinos y él no tenía nada. Maximiliano llegó con buenas intenciones, pero lo último que necesitaban los mexicanos era un señorito austríaco. Ese país era un polvorín y volvió con los pies por delante, por meterse en un fregado tremendo.
—La llegada del primer Borbón a España fue polémica, hubo una guerra en Europa por ello. Lo que poca gente sabe era lo extravagante que fue Felipe V, un monarca que llegó a creer que era una rana.
«Por eso hay que votar. Te puedes equivocar con el presidente de la República, pero tienes la opción de echarlo. Con los reyes eso no funciona así»
—Felipe V tenía un problema de salud mental gravísimo. En aquel entonces lo llamaban «vapores nostálgicos», pero lo que tenía era una depresión. Este hombre acabó totalmente tocado, desquiciado, corriendo en pelotas por el palacio de la Granja, creyéndose una rana y negándose a que le lavaran. Tampoco dejaba que le cortasen las uñas, y de tanto que le crecieron no podía casi ni andar. Cuando se murió no le podían despegar la ropa del cuerpo de la mierda que llevaba encima. Fue tremendo, pero claro, como un rey tiene que ser rey porque sí… Esa es la razón por la no se puede tener reyes, porque te pueden salir delincuentes, enfermos, malos… Por eso hay que votar. Te puedes equivocar con el presidente de la República, pero tienes la opción de echarlo. Con los reyes eso no funciona así. Además, en este país la dinastía de los Borbones es absolutamente corrupta.
—Está claro que los Borbones no son sus reyes favoritos. A Fernando VII le llama en varias ocasiones en el libro el «Mastuerzo».
—Lo de «Mastuerzo» surgió un día hablando en la radio. Me salió así. Pero si investigas sobre Fernando VII te das cuenta de que es un apelativo de lo más blandito. Demasiado poco le llamé. Cuando lo solté en el programa de Carlos Francino les hizo gracia y se quedó con el «Mastuerzo». No iba a llamar a Fernando VII «el Deseado», un rey que acabó con el periodo constitucional, que dio un golpe de estado, que fusiló a los liberales…
—A Riego, a Torrijos…
—Sí. Es que eso son los Borbones. Al final siempre llegas a lo mismo: Borbones.
—Más reyes. En el libro aparece José I, el hermano de Napoleón, conocido en España como «Pepe Botella». Su visión de este monarca es diferente de la tradicional. ¿Hemos sido injustos con él?
«Durante su mandato se organizaron las primeras sociedades científicas. José I era el hombre ilustrado que iba a poner a España en Europa»
—José Bonaparte hizo muy buenas cosas durante sus cinco años de reinado. Yo no soy historiadora, pero se lo he leído a los historiadores. Este rey fue el primero que puso a estudiar a las niñas en España, el monarca que le quitó el control de la educación a la iglesia para empezar a formar profesores, el gobernante que creó los ateneos y los liceos. Durante su mandato se organizaron las primeras sociedades científicas. José I era el hombre ilustrado que iba a poner a España en Europa. Le llamaban Pepito Plazuelas porque se trae a nuestro país el concepto higiénico de grandes espacios abiertos de las ciudades del continente. Madrid en esa época era una cosa abigarrada, sucia, de calles estrechas… Ahí proliferaban los virus. El concepto urbanístico ilustrado estaba pensado para que las ciudades respirasen. Y todo esto en un país en guerra, enfrentado a su hermano. ¿Qué no hubiera hecho en otras condiciones?
—A Sor Patrocinio, la rasputina española, le dedica un capítulo. Un personaje fascinante. Que da para una novela, o un par de ellas.
—Es un personaje absolutamente alucinante. Hay una biografía de Isabel II, escrita por Isabel Burdiel, que es buenísima. En ese libro se ve cómo Sor Patrocinio estuvo encastrada en la vida de la reina, y también en la del consorte. Fue un personaje nefasto no solo para la monarquía, sino también para nuestro país. Sor Patrocinio fue la lianta del trono y del altar. Nuestra política estuvo dirigida por una reina zoquete y por una monja manipuladora que decía que había hecho pactos con el diablo.
—Por las páginas de Acontece que no es poco pasan bastantes personajes despreciables, pero pocos consiguen llegar a los límites de crueldad del belga Leopoldo II.
«Lo que hizo Leopoldo II fue tremendo; fue un genocida. Te pones a leer lo que hizo este hombre en el Congo y se te ponen los pelos de punta»
—Cada uno tapa sus propias vergüenzas, y en Bélgica también lo han intentado. Pero ni allí ni aquí se habla mal de los reyes. En general, de los reyes nunca se habla mal. Lo de Leopoldo II fue tremendo; fue un genocida. Te pones a leer lo que hizo este hombre en el Congo —que era un territorio que hizo de su propiedad; como no pudo tener su colonia como país se lo compró— y se te ponen los pelos de punta, como las amputaciones de manos si no se cumplía con la cuota de caucho. Y ahí están los belgas intentando disimular. Entonces, cuando ves que una estatua de este genocida, que está en el centro de Bruselas, la han pintado de rojo y dice la gente «qué horror, ¿por qué la pintan de rojo?, respondes que esa estatua no tiene que estar ahí. Y si está porque tiene un interés artístico, hay que explicar lo que hizo este señor.
—También toca la actualidad en su obra. Escribe sobre Ucrania y nos cuenta cómo fue el episodio Balfour, la declaración en la que se apoyó el sionismo para crear Israel. De aquellos polvos estos lodos…
—Los judíos han llegado a Palestina convertidos en lo mismo de lo que ellos huían. Se han convertido en unos genocidas. Para entender por qué estos señores invaden un territorio y expulsan a un pueblo, con los métodos más asquerosamente colonialistas, te tienes que ir a finales del XIX para ver en qué momento se inventan que su dios les ha regalado esa tierra y se tienen que instalar allí. Por mucho que la ONU les diga que hay unos límites a ellos les da igual. Tenían muy claro a lo que iban: a invadir, expulsar y asesinar. Y no van a parar de hacerlo. Y todo esto viene de la declaración Balfour, ¡que es un puto folio! Un folio escrito por un señor que dice que Gran Bretaña hará todo lo posible por ayudarles. Los sionistas se agarran a eso y lo transforman en que Reino Unido les va a dar su tierra.
—Terminamos. ¿Nuevos proyectos de escritura?
—Tengo colgada una novela desde hace años. Pero el problema es que no tengo tiempo. El trabajo diario no me permite escribir. No tengo la facilidad que tienen otros. Para escribir una novela necesito tranquilidad y continuidad. Además, hay algo que tengo claro: no puedo bajar la calidad, no quiero chapucear.