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Ha empezado la cuenta atrás.Pexels

Neuroderechos · por Juan Luis Saldaña

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Tenemos que empezar a pensar en esto en serio y, seguramente, a reivindicarlo como ciudadanos. De lo contrario, puede ser el principio del fin, quizá el inicio de esa distopía de ciencia ficción que todos adivinamos detrás de la manipulación de las máquinas, en la difusa voluntad y en las complejas intenciones que se intuyen detrás de algunos adorados santones de internet, esa república virtual de la que, más o menos, somos ciudadanos.

Lo más peligroso del caso al que me refiero es que es algo que la mayor parte de la población desconoce y que es preciso empezar a entender. Para defender un derecho, primero hay que entenderlo y para entender algo, sería preciso saber formularlo. Estamos todavía lejos de eso. Estoy hablando de los llamados neuroderechos, un concepto nuevo sobre el que tenemos que reflexionar antes de que otros lo hagan por nosotros. Ha empezado la cuenta atrás y hay quien compara esta situación a avances tan inquietantes como la bomba atómica.

Ha empezado la cuenta atrás y hay quien compara esta situación a avances tan inquietantes como la bomba atómica.

El neurocientífico españo Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia, es el principal valedor de esta propuesta. Es preciso que lo escuchemos y que valoremos lo que dice. Su propuesta es muy directa: añadir cinco nuevos derechos a la Declaración Universal de Derechos Humanos, algo que parece complejo, pero que, insisto, debemos abordar con cierta rapidez.

Para entender la trascendencia de estos nuevos derechos es necesario tener en cuenta la aparición de máquinas capaces de conocer e intervenir en la actividad cerebral del individuo para bien y para mal. En este sentido, el primer neuroderecho que propone Yuste es la identidad personal no manipulable. Nadie debería poder manipular tu identidad mediante una intervención externa. El segundo es el derecho al libre albedrío, a poder elegir más allá de la manipulación cerebral.

El tercer derecho es la privacidad mental. La tecnología está cerca de la comercialización de aparatos que puedan decodificar el pensamiento, almacenarlo o tenerlo siempre bajo control. El cuarto es el acceso equitativo a las tecnologías de aumentación cognitiva y sensorial. Esto es complejo, pero supondría una humanidad de dos velocidades según la capacidad económica. El quinto derecho habla de la protección contra los sesgos de los algoritmos de Inteligencia Artificial Se ha visto que los algoritmos, con sus beneficios e inconvenientes, acaban tomando sesgos, como cualquier ser humano. 

Es un camino inquietante el que se abre ante nosotros y no parece sencillo ponerle el cascabel a este enorme gato digital. Imaginar lo que puede pasar en el futuro ante los eventuales avances pone la piel de gallina. Quizá por eso, sería muy conveniente que, por una vez en la vida, la ley fuera un poco por delante de la realidad. 

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