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De nuevo presidente de El Salvador tras unas elecciones fraudulentas.
El artículo 154 de la Constitución salvadoreña establece que “el período presidencial será de cinco años y comenzará y terminará el día primero de junio, sin que la persona que haya ejercido la Presidencia pueda continuar en sus funciones ni un día más”
En dicho encuentro, Bukele expuso su testimonio sobre el apoyo que recibió de Dios en su acceso a la presidencia del país. Contó cómo el Espíritu Santo anunció a unos pastores evangélicos antes de las elecciones que él sería presidente de El Salvador
Bukele tomó la Asamblea rodeado de militares y policías, violando el dispositivo de seguridad legislativa. Se sentó en la silla del presidente del Poder Legislativo, hizo sonar el gong para abrir la sesión, se quedó en silencio, se cubrió el rostro con las manos, se puso a orar y, haciendo apelación a una legitimidad divina, dijo que Dios le había hablado y le había dicho que “tuviera paciencia”
En esta artículo voy a centrarme en la alianza del Bukele con los sectores evangélicos fundamentalistas, de los que es rehén. Son ellos quienes legitiman religiosamente su política represiva, autoritaria y, a la postre, antidemocrática, desde que asumió la presidencia por primera vez en 2019. En diciembre de 2018, en vísperas del cierre de la campaña electoral a la presidencia de la República salvadoreña, el candidato Bukele se comprometió ante un grupo de pastores evangélicos a crear una Secretaría de Valores en sintonía con la educación moral que ellos impartían en sus iglesias. En su toma de posesión como presidente de la República, el 1 de junio de 2019, invitó a dirigir una oración al pastor evangélico argentino Dante Gebel, ministro de las Asambleas de Dios, pastor de River Church de Anaheim (California) y cantante en estadios abiertos donde ha conseguido reunir a 100.000 personas
Años antes de ser presidente, Bukele recibió la visita de Franklin Cerrato, pastor evangélico para la diáspora salvadoreña en Estados Unidos, con quien desde entonces mantiene una estrecha relación. El 23 de julio de 2019, Cerrato organizó un encuentro de líderes evangélicos de la diáspora, del Movimiento Pastores por El Salvador y de la Latino Coalition for Israel con Bukele, ya como presidente de la República, en el hotel Crowne Plaza de San Salvador, donde presentó una propuesta de Iglesia para la nación y un plan de trabajo conjunto para “recuperar los valores y principios para la familia”. En dicho encuentro, Bukele expuso su testimonio sobre el apoyo que recibió de Dios en su acceso a la presidencia del país. Contó cómo el Espíritu Santo anunció a unos pastores evangélicos antes de las elecciones que él sería presidente de El Salvador.
El ‘anuncio’ de Dios
En 2012 había ganado las elecciones a la alcaldía de San Salvador. Su intención era volver a sus empresas una vez terminada su gestión en la alcaldía. Pero sus planes cambiaron cuando un grupo de pastores de distintos países se presentó en su despacho para informarle de lo que Dios les había comunicado: que sería presidente de la República y después tendría otro cargo que no le revelarían.
En citado encuentro del 23 de julio estuvo presente Mario Bramnick, pastor asesor de Donald Trump, cuya misión era defender a Israel y convencer a los líderes latinoamericanos para que trasladaran sus embajadas en Israel a Jerusalén. El pastor anunció allí el final del cautiverio de El Salvador y de toda América Latina y declaró a Bukele libertador de su país: “Estamos en una etapa de cumplimiento de la profecía de los 70 -dijo-. El tiempo del cautiverio se acabó, el Señor está levantando Ciros no solo en Estados Unidos, sino en Latinoamérica. Bolsonaro es un Ciro, su presidente Bukele es un Ciro para este tiempo. Dios está sobre él”[1].
Bramnick reconoció estar en un tiempo “muy sobrenatural” y presumió de que, gracias a la intervención divina y al lobby de la Oficina de la Fe de la Casa Blanca, el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, ya había trasladado a Jerusalén su embajada en Israel. La vinculación de Bukele con pastores ultraconservadores no se limita a encuentros puntuales, son relaciones sostenidas por redes cercanas a Bramnick, con fuertes lazos políticos con gobiernos de derecha y una expresa oposición al matrimonio homosexual y al aborto, propuestas fundamentales de la agenda moral de los pastores evangélicos, que coinciden con las de la Iglesia católica.
Otros personajes políticos de la derecha salvadoreña han reforzado la tendencia presidencial hacia el fundamentalismo. La diputada del Partido Conciliación Nacional, Eileen Romero, presentó en noviembre de 2019 en la Asamblea Legislativa una moción para decretar la lectura obligatoria de la Biblia en las escuelas. También en noviembre de 2019, la Junta Directiva de la Asamblea Legislativa otorgó un espacio en la agenda oficial para que un grupo de diez pastores evangélicos entrara a orar por los diputados y las diputadas para que “Dios los ilumine” a la hora de legislar sobre los grandes temas del país.
Oraciones para legitimar el autogolpe
Desde su elección como presidente de la República de El Salvador, en junio de 2019, Nayib Bukele viene dando numerosas muestras de autoritarismo y autocracia, que llegaron a su zenit con el autogolpe de Estado en febrero de 2020. El 9 de febrero de ese año convocó por vía de urgencia a la Asamblea Legislativa para aprobar un crédito de 109 millones de dólares para su plan de seguridad pública, denominado Control Territorial, que había sido impugnado anteriormente por fallos de tipo constitucional. Esta situación llevó a la parte opositora de la Legislatura a rechazar la convocatoria. Ante la negativa, Bukele hizo un llamamiento a la insurrección popular pidiendo a la gente que acudiera al exterior de la Asamblea para presionarla por la aprobación del crédito extraordinario. El Ejército le prestó públicamente lealtad y le mostró su disposición a cumplir sus órdenes. Las Fuerzas Armadas ocuparon las calles adyacentes a la Asamblea y finalmente todo el recinto legislativo. Se trataba de una violación del Estado laico y de un retroceso democrático.
Ese mismo día, con la sola asistencia de 28 de los 84 diputados, Bukele tomó la Asamblea rodeado de militares y policías, violando el dispositivo de seguridad legislativa. Se sentó en la silla del presidente del Poder Legislativo, hizo sonar el gong para abrir la sesión, se quedó en silencio, se cubrió el rostro con las manos, se puso a orar y, haciendo apelación a una legitimidad divina, dijo que Dios le había hablado y le había dicho que “tuviera paciencia”.
Lo que hizo Bukele en realidad fue un intento de golpe contra la Asamblea Legislativa al entrar en ella rodeado de militares y policías y, a la postre, contra la democracia, así como una usurpación de la función del presidente del Legislativo. La toma militar de la Asamblea fue un atentado contra la regla democrática de separación de poderes, que pretendió legitimar religiosamente a través de la oración que hizo sentado en la sede del presidente del Poder Legislativo. Los únicos apoyos con los que contó fueron su partido aliado, el ejército y la policía. Con la toma militar del Parlamento demostró su negativa al diálogo y su incapacidad para llegar a acuerdos con las diferentes fuerzas políticas representadas en la Asamblea Legislativa.
Numerosos colectivos sociales condenaron la militarización, la toma violenta y la profanación del espacio legislativo nacional. La oposición reclamó la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA) para frenar lo que calificó de “autogolpe de Estado”. La OEA no se pronunció al principio de manera concluyente, pero días después respaldó a Bukele.
Gestión autoritaria de covid-19 en El Salvador
Volvió a demostrar su perfil autoritario, antidemocrático y religiosamente fundamentalista durante la pandemia de la covid-19. Declaró “Estado de Excepción” sin que se hubiera producido un solo caso de contagio. Cuando los casos de contagio aumentaron, anunció en la cadena nacional de radio y televisión que la presidencia, en vista de la difícil situación, decretaría el domingo 24 de mayo de 2020 como Día Nacional de la Oración “para que Dios sane nuestra tierra y nos permita vencer la pandemia que está golpeando al mundo entero”.
Nuevamente, el 9 de agosto del mismo año, cuando la pandemia estaba en su mayor escalada en El Salvador, decretó otro Día Nacional de la Oración “para pedir a Dios que nos proteja de esta enfermedad y nos libre de sufrimiento”. Cuando los casos comenzaron a bajar, atribuyó el descenso, entre otras causas, a los días nacionales de la oración decretados por él.
Recuperar la figura profética de monseñor Romero
En el clima de integrismo político-religioso reinante hoy en El Salvador, creo necesario recuperar la figura profética y de gran talla moral de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador, asesinado por orden del Mayor Roberto D’Aubuisson y canonizado por el papa Francisco el 14 de octubre de 2018. Cuarenta y cuatro años después de su asesinato sigue siendo faro que ilumina la oscuridad del presente. Él es hoy un símbolo del cristianismo liberador que asumió la opción ética y evangélica por las personas y los colectivos empobrecidos de su país. Ejerció una ciudadanía crítica y activa y defendió que fueran los propios salvadores “los forjadores de nuestra historia” y no permitieran que poderes exteriores les impusieran el destino a seguir.
Romero fue un excelente pedagogo popular que, a través del método jocista del ver-juzgar-actuar y de la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, contribuyó a que el pueblo pasara de la conciencia ingenua e intransitiva a la conciencia transitiva y crítica, de la conciencia mítica a la conciencia histórica y de esta a la praxis transformadora. Constituye un referente en la lucha por la justicia para creyentes de las diferentes religiones y para no creyentes de distintas ideología, así como para los políticos por su manera de entender y practicar la relación crítica y dialéctica entre poder y ciudadanía, y para los dirigentes religiosos por su correcta articulación entre fe y política, sin caer en el fundamentalismo.
Monseñor Romero es piedra angular en la construcción de la cultura de paz en El Salvador, en América Latina y en todo el mundo; cultura de paz que no es la ausencia de conflictos ni se limita a la ausencia de guerra, sino que ha de ir acompañada del trabajo por la igualdad en todos los ámbitos, siempre que no desemboquen en uniformidad, y del respeto a las diferencias de todo tipo, siempre que no desemboquen en desigualdad.
Romero no se instaló cómodamente en el (des)orden establecido, ni consintió con el pecado estructural, ni hizo las paces con el gobierno, como le pedía Juan Pablo II. Encarnó la utopía en su vida, su mensaje y su práctica liberadora, no como ideal irrealizable y fantasmagórico, sino conforme a los dos momentos que la caracterizan: la denuncia de los poderes que oprimían a las mayorías populares y la propuesta de alternativas.
La mejor expresión del compromiso de monseñor Romero con la utopía fue la respuesta que dio a la pregunta de un periodista sobre si tenía miedo a que lo mataran: “Si me matan, resucitaré en el pueblo”
La mejor expresión del compromiso de monseñor Romero con la utopía fue la respuesta que dio a la pregunta de un periodista sobre si tenía miedo a que lo mataran: “Si me matan, resucitaré en el pueblo”. No estaba hablando de la resurrección de los muertos, ni de la vida eterna. Se refería a la nueva vida del pueblo salvadoreño, liberado de la violencia estructural, la guerra, la injusticia y la pobreza.
Otra lección que nos enseña monseñor Romero y que nos invita a practicar en tiempos de supremacismo como los que estamos viviendo es su actitud anti-imperialista. Él se enfrentó al Imperio estadounidense en una carta dirigida a su presidente, Jimmy Carter, en la que se oponía a la ayuda económica y militar de Estados Unidos al Gobierno de El Salvador, porque, a su juicio, constituía una injerencia inaceptable en los destinos de su país y reforzaba la injusticia y la represión contra el pueblo.
La espiritualidad es una dimensión constitutiva del ser humano, como lo es la sociabilidad. Monseñor Romero es hoy un ejemplo de espiritualidad liberadora. Él fue una persona espiritual, sin caer en el espiritualismo; un místico sin caer en el misticismo evasivo de la realidad; una persona profundamente religiosa, pero no con una piedad ajena a los conflictos sociales, sino inmersa en ellos.
[1] Ciro fue el rey persa que liberó a Israel de la dominación de Babilonia.