El debate sobre qué es la libertad individual es una controversia en muchas luchas sociales. En el feminismo está vigente, y es que el sistema patriarcal no siempre actúa de la misma manera según qué zona o según qué cultura o bases políticas predominen. En España se ha llegado a hablar de ‘feminismo islámico’, un concepto en el cual el colectivo feminista Neswía no coincide. “Hablar de feminismo islámico es politizar la religión. En el norte de África tenemos un único movimiento y es el feminismo universal y laico”, dice Narimene Mouaci, una chica proveniente de Argelia y una de las fundadoras de este colectivo arraigado en España.
En nuestro país se conocen las multitudinarias manifestaciones del 8 de marzo, de las concentraciones del 25 de noviembre en repulsa por la violencia de género o de actos específicos como el que se dio ayer en más de 200 ciudades en señal de condena por los numerosos feminicidios durante este verano y el incremento de agresiones sexuales. Desde el colectivo Neswía, que significa feminista en árabe, respaldan esta lucha en común, pero sus reivindicaciones van mucho más allá. Esta organización está formada por Narimene Mouaci, de Argelia y por Hakima Abdoun y Dina Arifi Asraou, ambas de Marruecos.
Mouaci resalta cuatro puntos clave en los que se enfocan: uno es el de dar visibilidad desde España a las luchas en el norte de África. “Cuando sabemos de algún caso en otros países árabes también los comentamos. El caso es informar lo que está pasando al otro lado del mar”.
Asimismo, critican algunos elementos de sus culturas que tienen matices machistas. “Esto es para despertar las mentes de estas chicas que han crecido en el mismo ambiente que nosotras y con los mismos principios religiosos y culturales”, agrega.
Otra de sus acciones es ayudar psicológicamente a aquellas mujeres que quieren independizarse y desconocen la manera de hacerlo. Algunas de las integrantes de Neswía son trabajadoras sociales y gracias a ello, saben cómo guiar a las mujeres que acuden a ellas.
En cuarto lugar, el colectivo feminista de las mujeres del Norte de África se dedica a denunciar el racismo y la xenofobia arraigada en España y Europa. Un caso muy común es el discurso de la extrema derecha acerca del hijab o el niqab, de los cuales repudian pero no como protesta feminista, sino como un arma contra la población musulmana o de origen magrebí. “Somos conscientes de que nuestra lucha es usada por la ultraderecha para hacer un discurso fascista”, afirma Mouaci. “Condenamos completamente este acto y no queremos que nuestras críticas al velo islámico se use para fomentar el odio”, añade.
La defensa de la liberación del velo, considerado un símbolo de sometimiento y opresión para Neswía, consiste en criticar las bases religiosas y patriarcales que respaldan el uso obligatorio de esta prenda. El objetivo no es atacar a aquellas mujeres que lo vistan, sino que se trata de hacer una reflexión sobre el significado del hijab o el niqab y de fomentar una reconstrucción. Igualmente, Mouaci defiende que la imposición del hijab “es un discurso hecho por hombres, religioso, machista y peligroso”. Por tanto, el concepto de libertad individual es ambiguo, puesto que desde Neswía consideran que más que una libre elección de llevar velo, es un “consentimiento”.
El concepto del velo islámico puede variar dependiendo del contexto, según afirma Hakima Abdoun. “A veces es bastante cultural, no tiene por qué ser religioso. Algunas que lo llevan no dicen que las libera, aunque la sociedad tiene el concepto de que las mujeres que lo llevan son más decentes”. Abdoun corrobora las palabras de su compañera Mouaci sobre la crítica del hijab, y es el de criticar que se use como un símbolo feminista: “Se dice que es una señal de libertad mientras en Marruecos tapan a muchas mujeres para que no sean acosadas, para protegerlas ”. Aún así, Abdoun recuerda que esta crítica no es hacia las mujeres que visten el velo.
Abdoun manifiesta que una ocasión en la que estaba en Marruecos con sus primas fue piropeada por hombres de allí, pero que lo que le faltaba era el velo: “Lo que quieren decir es que para ser una mujer decente, me falta ponerme esta prenda”.
Depende de la zona, de quien acompaña a la mujer o la familia a la que esta pertenece, influye a la hora de sufrir acoso por no llevar velo o llevar pantalones cortos en Marruecos. De hecho, este verano decenas de mujeres salieron a las calles de Casablanca en shorts como señal de apoyo a unas mujeres belgas que fueron amenazadas de muerte por llevar pantalones cortos mientras hacían un voluntariado en el país de la zona del Magreb. “Se trata de sororidad, de hermanamiento entre las mujeres”, dice la activista marroquí.
Abdoun asegura que muchas feministas en Marruecos no llevan velo, pero se preocupan por asuntos de mayor relevancia como el falso mito de la virginidad. “Hay mujeres que aún nos piden el certificado de virginidad, algo que no les piden a los hombres”.
Asimismo, el derecho al aborto es otro de los temas que el norte de África no acepta. Según apunta Abdoun, hay muchas mujeres que abortan de manera clandestina y algunas acaban perdiendo la vida o acaban en una situación en la que no tienen ningún apoyo psicológico ni emocional, ya sea en el entorno familiar, o en el sanitario.
Por otro lado, el papel de la mujer en la familia sigue siendo muy tradicional, aunque Maouci asegura que hay familias más progresistas que otras. Por lo general, tanto en Argelia como Marruecos tienen un Código de Familia, cada uno de ellos con sus peculiaridades. En Marruecos se llama Mudawana y ha tenido “pequeñas modificaciones”, pero aún sigue discriminando a la mujer y posicionándola en un rol de sometimiento por las leyes islámicas en las que se basa.
Abdoun destacó la prohibición del matrimonio infantil, pero señala que a pesar de la ley, miles de menores de edad siguen siendo obligadas a contraer matrimonio.
En el caso de Argelia, Mouaci afirma que temas como el divorcio o que una mujer no desee casarse es muy tabú. En el primer caso, la mujer se queda con la custodia de los niños, pero es el hombre quien tiene la tutela, es decir que toma cualquier decisión sobre los hijos. Asimismo, las mujeres solteras no tienen derecho a adoptar. Si desean tener hijos, deben estar casadas con un hombre.
Por otro lado, la activista argelina destaca la vulnerabilidad económica de las mujeres en su país. Normalmente son los hermanos los que gestionan la herencia de los padres, y es ella la que se lleva la peor parte. Uno de las claves para que la mujer se empodere es a través de conseguir la independencia económica, según asegura Mouaci.
En los casos en los que las mujeres se revelan de una forma u otra, el patriarcado tan arraigado en estos países, sobre todo por motivos religiosos, actúa. Un caso actual sobre la problemática del machismo en Marruecos, por ejemplo, es el encarcelamiento de la periodista Hajar Raissouni, acusada de abortar y mantener relaciones prematrimoniales. Sin conocimientos sobre si la joven de 28 años se sometió a un aborto clandestino o no, Marruecos se ha entrometido en su vida privada para desacreditarla. Así lo ha condenado Abdoun, quien recuerda que el aborto es ilegal en el país norteafricano. “No se tienen en cuenta los derechos de las mujeres. No es solo el caso de la periodista, sino que las leyes de Marruecos no están basadas en los Derechos Humanos, sino en las leyes islámicas”. Abdoun manifiesta que las instituciones marroquíes han usado un argumento machista para “quitarse de en medio a Hajar Raissouni” por incomodar al sistema.
La lucha feminista en el norte de África es vista como un intento de libertinaje y de rebelión contra los hombres. “La sociedad cree que esta lucha quiere llevar a las mujeres al infierno, y que no buscamos la igualdad de género”, manifiesta Abdoun.
Lucha contra el racismo
Las mujeres de origen magrebí asentadas en España no solo luchan contra el machismo, sino que el racismo y la xenofobia también es el día a día para ellas.
Tanto Mouaci como Abdoun afirman que han sufrido racismo en España, aunque no lleven hijab. La marginación por ser afrodescendientes está presente en muchos sectores. Por un lado, Mouaci se ha sentido cuestionada al defender sus orígenes africanos por personas que viven en países occidentales y que tienen una piel más oscura que ella: “Me sorprende porque he vivido 20 años en Argelia, y estas personas no me reconocen como africana porque soy más blanca que ellos”.
Por otro lado, Abdoun denuncia el racismo que ha sufrido a través de la sociedad española: “Me han negado documentos que necesitaba porque decían que me iba a aprovechar de alguna ayuda o se han quejado de que yo trabajase mientras muchos españoles están en paro”.
Igualmente, ambas reconocen que el racismo y la xenofobia lo sufren tanto las mujeres que llevan el velo como las que no. “Nos afecta el discurso de la extrema derecha”.
Por otro lado, Abdoun manifiesta que en muchas ocasiones también se han sentido discriminadas por el movimiento feminista en España: “No veo la interseccionalidad”. La activista marroquí afirma que no ha visto sororidad por el caso de los abusos sexuales y laborales de las temporeras de Huelva, quienes provienen de Marruecos.
Abdoun asegura que se ha dado más visibilidad a las luchas de las feministas argentinas por el derecho al aborto y a las de las mujeres mexicanas denunciando violaciones. “Son temas más conocidos”, agrega.
Asimismo, Mouaci asegura que se sintió “algo decepcionada” con el movimiento en España por encontrarse casos como el “feminismo islámico”, del cual no se sienten identificadas.