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Nada de supuestas campañas contra Francisco y sí transparencia para la Iglesia

El sacerdote y periodista Federico Lombardi -por cierto, jesuita- es el portavoz de El Vaticano. Ayer denunció una “campaña difamatoria, orquestada desde la izquierda anticlerical o radical” contra el Papa Francisco, también jesuita, a propósito de cuál fue su papel durante la dictadura asesina del general Videla

Implacable opacidad
No deja de ser un sarcasmo la acusación de Lombardi. La Iglesia católica -a lo largo de su historia- jamás ha sido un ejemplo de transparencia. Más bien, de todo lo contrario. Lo suyo ha sido casi siempre de una implacable opacidad. Los misterios forman parte, muy activa, de esta organización religiosa, más cercana al medioevo que al siglo de las luces.

El catolicismo y unas asociaciones secretas
En su libro Rojo y Negro, Stendhal, a mediados del siglo XIX, advierte de la existencia de una asociación secreta, denominada La Congregación (…) “fundada en 1801 por el padre Delpuits a los efectos estrictamente religiosos. En 1810 se puso en marcha otra asociación verdaderamente secreta, llamada Association des Chevaliers de la Foi, promovida por Ferdinand de Bertier de Sauvigny”.

La política de los ultras
Bajo Luis XVIII (…) tal asociación se mostró muy activa, apoyando, tanto en París como en provincias la política de los ultras (…) “Durante mucho tiempo subsistió la confusión entre estas dos sociedades, quizá porque en el extremo superior de la pirámide, figuraban las mismas personas, generalmente jesuitas. Stendhal, como liberal (…), cuando alude a la congregación (…), siempre se refiere a esa red de intrigas y manejos secretos, que valiéndose de la fe y de la caridad, pretendía en el fondo la unión estrecha entre el Trono y el Altar”.

El Trono y el Altar
Salvo excepciones, los dirigentes de la Iglesia católica han acostumbrado desde siempre a respaldar las políticas ultramontanas y, a ser posible, regresar a “la unión estrecha entre el Trono y el Altar”. Los misterios que rodean a la Iglesia son habituales y vienen de muy lejos. Por consiguiente, no debería Lombardi acogerse al victimismo.

Jesuita de la vieja escuela
El Papa Francisco nunca ha alardeado de progresista y menos todavía de ser jesuita de la vieja escuela, en absoluto favorable a la teología de la liberación. Es un jesuita conservador, y de la vieja escuela, aunque en la actualidad -lo que en este sentido le enaltece- es un firme partidario de reencontrase, dice, con los orígenes del cristianismo. Eso es verdad, pero también parece que sea verdad su nula crítica profunda y pública contra la dictadura brutal de los jerifaltes argentinos.

Transparencia, pontífice Francisco
También es verdad que predica el amor al prójimo y a los más débiles, pero en cambio es incapaz de asumir que los homosexuales no son hijos del Diablo, sino de Dios. En resumen, no hablen de “campañas difamatorias” para desacreditar al Papa, sino que inviten a los periodistas a poder averiguar en los archivos eclesiásticos cuál fue la conducta del ahora Francisco ante los golpistas sangrientos de la dictadura. Transparencia, Papa Francisco.

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