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Mustafá y Aarón · por Miguel Santiago Losada

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Dos niños abrazados caminan con las cabezas agachadas. Mustafá se cubre la cabeza con la Kufiya o pañuelo palestino, Aarón va con la kipá o solideo judío. Están aterrados por las muertes y el terrible sufrimiento que asolan sus pueblos. Caminando hacia la casa de Myriam, amiga de ambos de familia cristiana, escuchan la canción Por cada muro un lamento del cantautor uruguayo Jorge Drexler: Yo soy un moro judío que vive con los cristianos. No sé qué dios es el mío, ni cuáles son mis hermanos (…).

A 4.000 km de Oriente Medio, Humza Yousaf, musulmán y primer ministro de Escocia, en una sinagoga de Giffnock manifestaba su dolor por las muertes ocurridas por Hamás y el Gobierno israelí. Proclamaba que “vuestro corazón roto es mi corazón roto, vuestra pérdida es mi pérdida, vuestras lágrimas son mis lágrimas. Ningún niño debería ser asesinado por su ciudadanía, o por cualquier otra razón”.

La ONU denunciaba que “no hay suficientes bolsas para cadáveres en Gaza”. La brutal reacción del Gobierno israelí al sangriento y despiadado atentado de Hamás ha causado hasta el momento más de 30.000 muertes, casi la mitad niños, cerca de dos millones de desplazados, cincuenta mil mujeres embarazadas sin servicios básicos, miles de desaparecidos bajo los escombros. Por si fuera poco, tuvo lugar la matanza de 500 personas, provocada por el bombardeo al hospital cristiano de Gaza, el más mortífero de los ataques ocurridos en centros de salud desde que Israel está bombardeando Gaza, según OMS.

La respuesta del Gobierno israelí al atentado de Hamás va mucho más allá de la Ley del Talión: “los mil ojos por uno y los mil dientes por uno”. ¿Cómo se puede responder a un atentado terrorista con una masacre al pueblo de donde proceden los terroristas? A todas luces el ultraderechista Gobierno de Israel se salta todos los convenios internacionales con la venia de EE.UU. y la UE. ¿Desde 1948 no han tenido tiempo de crear el Estado Palestino que termine con tanto sufrimiento y matanzas? Queda claro que los interese geoestratégicos y económicos valen muchísimo más que los dos millones de personas hacinadas en Gaza. ¿Cuántas muertes tiene que sufrir el pueblo palestino para terminar con esta situación? ¿Cuántas muertes tiene que sufrir el pueblo israelí para acabar con estos atentados criminales?

Es muy importante la memoria histórica para tener una acertada opinión. Los orígenes del llamado conflicto palestino-israelí ahondan sus raíces a finales del siglo XIX cuando el movimiento sionista comienza con la colonización de Palestina. El periodista judío Theodor Herzl fundó el movimiento para crear el Estado israelí barajando, antes que Palestina, otros lugares como la Península del Sinaí u otros países africanos, incluso Argentina. La religión fue la excusa para poner la mirada en Palestina, que la fueron colonizando, apropiándose del territorio gradualmente. Esta estrategia fue favorecida por el Reino Unido que, una vez terminada la Primera Guerra Mundial, se reparte el pastel de la región del Sham (la Gran Siria) con Francia, adueñándose de Jordania, Iraq y Palestina. La colonización inglesa, a través de la declaración de Balfour de 1917, se comprometió a construir “un hogar judío en Palestina”. Durante más de un siglo se ha ido reemplazando a la población palestina por la población colona emigrada. La ONU en 1948 acabaría otorgándole el 55% del territorio al Estado judío, pese a que la población seguía siendo mayoritariamente árabe (musulmanes y cristianos) y a que la población judía no llegaba a poseer el 6% de la tierra. Alrededor de un millón de palestinos fueron expulsados de sus casas y de sus tierras. La Palestina histórica quedaría reducida a Cisjordania y la Franja de Gaza, dos millones de habitantes en tan solo 360 kilómetros cuadrados.

Hay que apostar por terminar con esta espiral de violencia. Los palestinos tienen derecho a vivir en su tierra, a tener su propio Estado. Hay que decir basta ya a que los colonos israelitas sigan invadiendo al pueblo palestino lo poco que les quedó después de la constitución del Estado de Israel. De momento, abrir el corredor humanitario, garantizar el funcionamiento de los servicios básicos, como los hospitales, y parar la masacre de tantas muertes de inocentes.

No hay muerto que no me duela. No hay un bando ganador. No hay más que dolor. Y otra vida que se vuela” (Jorge Drexler).

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