En los últimos días ha vuelto a salir a la luz un nuevo caso grave de pederastia y abuso sexual de menores por parte de miembros de la Iglesia católica; esta vez entre los miembros del coro de Ratisbona, en Alemania, país donde, desde el pasado enero, se está produciendo una ola de denuncias sobre acoso sexual sufrido por estudiantes, escolares y seminaristas en centros católicos durante muchas décadas.
El caso alemán se suma a otros muchos casos, como el irlandés, en el que el llamado Informe Ryan desveló que miles de niños fueron víctimas de abusos sexuales y de maltrato físico y psíquico en instituciones estatales regentadas por religiosos católicos; o el caso holandés, en el que Radio Nederland y el periódico NRC se hicieron eco de los abusos sexuales sistemáticos en un internado católico.
Informe de la BBC
Los incontables casos que se vienen produciendo en los últimos años de denuncias sobre pederastia en el seno de la comunidad católica evidencian una tendencia sistemática a este tipo de vejaciones sexuales en el seno de las organizaciones religiosas. Un informe realizado por la BBC en 2004 confirmaba que al menos el 4% del clero católico estaba implicado en casos de prácticas sexuales con menores, aunque sólo entre el 5 y el 10% de las víctimas denunciaban los hechos.
El caso español
En España, un estudio realizado por la Universidad de Salamanca en 1995, y publicado por el Ministerio de Asuntos Sociales, determinaba que, de entre todos los niños que habían sido víctimas de pederastia a nivel nacional, alrededor del 10% aseguraba que el abusador había sido un sacerdote católico. En 2002 el periodista, psicólogo e investigador Pepe Rodríguez analizaba este tema en su libro “Pederastia en la Iglesia católica (Delitos sexuales del clero contra menores, un drama silenciado y encubierto por los obispos)”, libro en el que expone, además de numerosos casos concretos, un estudio exhaustivo de las circunstancias psicológicas, endogámicas, sociales y jurídicas que rodean estos hechos.
Las religiones son caldo de cultivo
No es necesario tener conocimientos profundos de la psicología humana para entender que la idea de pecado, los sentimientos de culpa y la represión sexual a la que se somete a los adeptos y especialmente a los miembros activos de cualquier comunidad religiosa, es el caldo de cultivo idóneo que fomenta posibles desviaciones psicológicas y conductuales que pueden derivar en actos de verdadera y despreciable depravación.
Encubrimiento de delitos
Aunque, como dice Pepe Rodríguez en su libro, el problema fundamental no reside tanto en que haya sacerdotes que abusen sexualmente de menores, sino en que el Código de Derecho Canónico y las altas instancias eclesiales obligan a encubrir estos delitos y a proteger al clero delincuente. De hecho, el autor consiguió documentos originales de varios casos concretos que describen la situación, como el del arzobispo de Barcelona, monseñor Carles Gordó, a quien se acusó de encubrir a sacerdotes que abusaron sexualmente de no menos de sesenta menores y adolescentes.
Falsa moral
Al parecer, la moralidad católica mide con distintos raseros, dependiendo de quién y por qué las cometen, las depravaciones más vergonzosas y repugnantes de que es capaz el ser humano. Los que hablan continuamente de “pecado” para calificar actitudes y posturas de apoyo al progreso de las sociedades y al respeto a los derechos humanos, parecen no tener escrúpulo alguno a la hora de “perdonar” acciones monstruosas cuando se llevan a cabo por sus propios miembros.
La moral verdadera es arreligiosa
La verdadera moral humana es laica, es decir, es arreligiosa. La verdadera moral está en la decencia de aquellos que respetan las ideas, los derechos y las sanas libertades de los otros. Y la más indecente inmoralidad es la que ataca hasta el desvarío la libertad ajena y justifica las perversiones propias; ésa que, tras el sponsor engañoso de la virtud, legitima el fanatismo, el odio y la depravación.
¿Valores morales del PP?
Que tomen buen nota ésos del PP que se llenan la boca con la expresión “valores morales” para conseguir votos; aunque la palabra “moralidad” pronunciada por ciertos sectores carece realmente de contenido, porque, parafraseando a La Bruyère, “hay una falsa grandeza que es pequeñez, hay una falsa virtud que es hipocresía, y hay una falsa santidad que es vileza”. Está a la vista de todos.
Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica