‘Cómo vivir. Una vida con Montaigne’, de la británica Sarh Bakewell (Editorial Ariel), no es uno de esos ensayos que amenazan con horas de aburrimiento. De no ser por el rigor académico, el minucioso trabajo de análisis e investigación, y la precisión de la escritura casi parecería un libro de autoayuda. Leído desde una perspectiva lúdica y utilitaria, tanto como ejercicio intelectual, resulta una excepcional guía hacia una vida mejor cuya aplicación literal haría más suave y llevadero el tránsito por este valle de lágrimas.
La estructura es sencilla: 20 capítulos cuyos títulos incluyen la misma pregunta (¿Cómo vivir?) y diferentes respuestas extraídas de la experiencia vital de Montaigne (la obra es también una biografía) y, sobre todo, de la filosofía práctica que plasmó en sus ‘Ensayos’. Ocurrió hace cuatro siglos y medio, pero el tiempo no ha impedido que esas ideas hayan servido de inspiración de relevantes escritores de generaciones posteriores, provocado durante largos períodos el anatema de la Iglesia y suscitado controversia entre los filósofos: desde la admiración sin limites de Nietzsche a la condena indignada de Descartes y Pascal, espantados entre otras cosas por el reflejo de la similitud entre el hombre y otras especies animales.
He aquí algunas respuestas: Presta atención; Lee mucho y olvida gran parte de lo que has leído; No te preocupes por la muerte; Sobrevive al amor y a la pérdida; Reflexiona sobre todo, no lamentes nada; Vive con moderación; Sé ordinario e imperfecto; Sé sociable, convive con los demás; Ve mundo; Deja que la vida sea su propia respuesta… Y cuestiónatelo todo. Nada raro si se tiene en cuenta que Montaigne afirmaba: “Ninguna propuesta me asombra, ninguna creencia me ofende”.
El pensador francés era escéptico al estilo de los filósofos griegos, con fuerte influencia del estoicismo y el epicureismo. La mezcla produjo este sedimento en forma de consejo: vive una vida inteligente, sin engañarte sobre la realidad, sin fanatismos, en paz contigo mismo y con los demás. Así no verás la muerte como algo terrible. Si has tenido una mala vida, no debes lamentar que acabe y, si ha sido buena, puedes hacer un brindis al sol porque ha merecido la pena. “Si tuviera que vivir otra vez”, afirmaba, “viviría tal y como he vivido”. La felicidad debe ser poder decir lo mismo.
Leí los ‘Ensayos’ en francés (para un trabajo escolar) hace más de 40 años, y no me deslumbraron. Confieso que no los he releído ahora. Mea culpa. Tengo esa tarea pendiente. Mi excusa está en un consejo de Montaigne: “Haz bien tu trabajo, pero no demasiado bien”.