Llegó en agosto del 2009, pero la alegría duró poco porque sus campanazos atizaron las animadversiones.
Mide más de un metro de alto y 70 centímetros de ancho, tiene números romanos y marca las horas, las medias y los cuartos con una imitación de un campanazo, solo que más exacto, y sin necesidad de que alguien le dé cuerda, porque es electrónico, un computador gobierna todo el mecanismo.
El padre William Galeano hizo un "plebiscito" y a la urna fueron depositadas más de 7.000 papeletas por el sí. Sin embargo ahora los feligreses no pueden dormir por el sonido del aparato.
"Imagínate, uno dormido en semana, a las dos de la mañana, y empezaba a sonar eso", dice con su acento paisa Ángela María Mira, abogada y habitante de la urbanización Portofino, quien asegura haber perdido muchas horas de sueño.
Como ella, cerca de una decena de habitantes de ese mismo conjunto, lo mismo que del complejo Rafael Uribe Uribe alzaron sus voces para acallar el reloj. El padre William explica que después programó una sincronía que permite oír el llamado metálico solo cada media hora y previo a las misas. "Son solo ganas de molestar a la Iglesia", dice.
Pero tres quejas llegaron al Área Metropolitana, la autoridad ambiental en el Valle de Aburrá, y suscitaron una visita técnica a mediados de diciembre. La próxima semana el padre será notificado de la decisión de aplicar los correctivos en menos de un mes.