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Miles de personas exigen en Israel que los religiosos vayan al Ejército

Unas 20.000 personas tomaron las calles de Tel Aviv la noche del sábado para exigirle al Gobierno de Benjamín Netanyahu que cumpla su promesa de sacar adelante una ley que obligue a los ultrareligiosos y a los palestinos ciudadanos de Israel a formar parte del Ejército o a cumplir el servicio social sustitutorio. El resto de los israelíes hace un servicio militar obligatorio que dura tres años en el caso de los hombres y dos en el de las mujeres.

La manifestación se produce en un momento de fuerte tensión política. El Ejecutivo de coalición amenaza con romperse si antes de agosto Netanyahu no ha dado con una solución a esta cuestión pendiente desde la creación el Estado, en 1948.

“Cuando Ben Gurión, [David, primer ministro israelí] creó el Estado, eximió a unos cientos de estudiantes de yeshivas [escuelas religiosas] de ir al Ejército. El problema es que nadie pensaba que los religiosos fuesen a multiplicarse como lo han hecho. Ahora son cientos de miles", explica Maoz Haniv, que ha viajado desde su kibutz hasta Tel Aviv para asistir con su mujer a la manifestación. Ultrareligiosos y árabes suman en torno a un tercio de la población de Israel.

Como él, una marea de israelíes laicos, sin kipá en la cabeza, recorrió cerca de un kilómetro y se concentró pasadas las mueve y media de la noche ante la plaza del museo de Tel Aviv. Allí, una enorme pancarta resumía el contenido del evento: “Estamos hartos de que se aprovechen de nosotros. Servicio militar para todos”.

La multitudinaria marcha ha hecho aparentemente mella en la voluntad política del primer ministro Netanyahu, quien ayer prometió llevar a cabo una reforma “histórica”. “Ni el Ejército, ni la economía, ni la sociedad pueden continuar este camino. Comprendo perfectamente las exigencias de los que sirven y de sus familias”.

Buena parte de los israelíes recelan sin embargo de las promesas y buenas palabras que llevan años escuchando. Ahora sin embargo, la sentencia del Constitucional, que obliga a cambiar la ley existente podría producir el cambio “histórico” del que habla Netanyahu, que acabaría con parte los privilegios de los religiosos y que supondría una reestructuración radical de la sociedad israelí.

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