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[México] Víctimas de monjas católicas dependen unas de otras tras ser ignoradas en crisis de abuso sexual

Los miércoles, el grupo de apoyo se reúne por Zoom. Los integrantes hablan sobre su vida, su familia religiosa y sus antiguas escuelas parroquiales. Pero sobre todo están allí para hablar sobre los abusos sexuales que sufrieron a manos de monjas católicas.

El tema merece más atención, dicen. El abuso sexual de niños por parte de hermanas y monjas católicas se ha visto eclipsado por una cantidad mayor de informes de abuso por parte de clérigos. Las mujeres en órdenes religiosas también han sido víctimas de abusos sexuales, pero igualmente han sido perpetradoras.

“Hemos escuchado mucho sobre sacerdotes que abusan y demasiado poco sobre monjas que abusan. Es hora de restablecer el equilibrio”, dijo la fundadora del grupo, Mary Dispenza, exmonja, en un discurso ante los sobrevivientes de abuso el año pasado.

Dispenza, quien sufrió abusos cuando era menor, tanto por parte de un sacerdote como de una monja, inició el grupo de apoyo en línea hace cinco años con la Survivors Network of those Abused by Priests (Red de Sobrevivientes de Quienes Fueron Abusados por Sacerdotes, o SNAP, por sus siglas en inglés). Más víctimas la habían contactado desde #MeToo, cuando reevaluaron abusos sexuales en su pasado. Desde entonces, ha visto una creciente conciencia sobre monjas abusivas en antiguos orfanatos católicos e internados para nativos de Norteamérica.

“El público en general preferiría no pensar en el hecho de que las mujeres religiosas violan, abusan y torturan a niños”, dijo Dispenza a The Associated Press. Las mujeres son vistas como personas que dan apoyo cariñoso y cuidan, una suposición que sólo se acentúa con el “halo espiritual” de las mujeres religiosas.

“Es algo que la mayoría de nosotros no queremos considerar ni creer realmente”, agregó.

NUEVA LEY OFRECE OPORTUNIDAD DE JUSTICIA
Antes de encontrar el grupo de apoyo y a sus aproximadamente 10 miembros, Gabrielle Longhi había pasado años buscando a alguien con una historia como la suya, y una vez publicó en los comentarios del sitio web de SNAP: “Nunca escucho sobre abusos por parte de monjas”.

Longhi, quien ahora tiene 66 años y vive en Los Ángeles, era estudiante de segundo año en la Escuela del Sagrado Corazón Stone Ridge en Bethesda, Maryland, cuando alega que una maestra, quien en ese momento era hermana católica de la Sociedad del Sagrado Corazón, abusó sexualmente de ella en una oficina.

A diferencia de la mayoría de las víctimas de abuso sexual infantil, ella habló de inmediato. Dijo a otras maestras, a su hermana y a sus amigas que la hermana Margaret Daley había tratado de abusar sexualmente de ella. Ni sus padres ni la policía fueron notificados.

“Ella además como que se aisló después de eso. Se volvió más cerrada”, dijo su hermana, Carol O’Leary, quien entonces era estudiante en la escuela secundaria de Stone Ridge. Las hermanas dicen que pronto les pidieron que abandonaran Stone Ridge.

Longhi siempre se preguntó si habría otras víctimas. Daley, su presunta abusadora, dejó la orden en 1980 y murió en 2015.

El año pasado, Longhi se enteró por otro miembro del grupo de apoyo que Maryland estaba por eliminar su estatuto de prescripción civil para las víctimas de abuso sexual infantil. Después de que la nueva ley entró en vigor, Longhi demandó a su antigua escuela y a la orden religiosa.

Stone Ridge, que ha educado a las Kennedy e hijas de otras luminarias de Washington, envió una carta a su comunidad sobre las acusaciones el otoño pasado. La escuela se negó a hacer más comentarios sobre el litigio en curso.

La Sociedad del Sagrado Corazón se negó a discutir las acusaciones, pero emitió un comunicado que dice que la orden y sus escuelas han implementado políticas sólidas de protección infantil. “Estamos profundamente entristecidos”, decía el comunicado. “Nuestras oraciones están con todos los involucrados en este asunto y con todos los sobrevivientes de abuso sexual”.

Está pendiente una impugnación constitucional prevista a la ley de Maryland, pero el cambio de política “hace toda la diferencia del mundo”, dijo Longhi. “Antes no tenías caso (legal) y ahora lo tienes”.

‘FUE ABUSO. YO LO INTERPRETÉ COMO AMOR’
Paige Eppenstein Anderson todavía espera que se le haga justicia. Como muchos miembros del grupo, le tomó décadas darse cuenta de que lo que le sucedió era abuso, y una vez que lo hizo en 2020, a los 40 años, el plazo de prescripción de su reclamo en su estado natal de Pensilvania había prescrito.

“Fue abuso. Yo lo interpreté como amor”, dijo sobre la relación sexual que sostuvo cuando era estudiante con una maestra de una escuela católica, quien después se unió a una orden religiosa.

Cuando era adolescente, pasó gran parte de su tiempo libre con su maestra. Su vínculo era tan notorio que una entrada de una amiga en el anuario la llamó la “compañera” de la mujer.

“Fue muy confuso para mí”, dijo Eppenstein Anderson.

Anne Gleeson también tenía casi 40 años y estaba en terapia antes de comprender que había sido abusada sexualmente durante años, desde que tenía 13, por una monja que era 24 años mayor que ella. Recibió una indemnización de las Hermanas de San José de Carondelet, en 2004.

“La monja me lavó el cerebro para hacerme creer que estábamos perdidamente enamoradas”, dijo. “Amor de Dios, por eso nadie más podía saberlo: era muy especial”.

Gleeson, activista de la SNAP desde hace mucho tiempo en San Luis, había sentido que el nombre del grupo de defensa —que solo menciona a quienes sufrieron abusos por parte de sacerdotes— descuidaba o desatendía a víctimas como ella.

El grupo de abuso sexual por parte de monjas le dio “una gran sensación de alivio”, declaró.

POCO SEGUIMIENTO DE MONJAS ABUSADORAS
Pocas diócesis u órdenes religiosas enumeran públicamente a monjas abusivas, algo que los miembros del grupo quieren cambiar. El grupo de defensa Bishop Accountability (Rendición de Cuentas de Obispos) enumera a 172 hermanas católicas que han sido acusadas de abuso sexual.

“Siento que se reporta mucho menos de lo que realmente sucede”, dijo Marya Dantzer, miembro del grupo quien llegó a un acuerdo extrajudicial sobre su caso de abuso de monjas en Michigan en 1996.

Dantzer señaló que las monjas, especialmente en su rol de maestras, posiblemente pasan más tiempo con personas jóvenes que los sacerdotes.

Durante años, Dispenza y otros han pedido sin éxito que la Conferencia del Liderazgo de Mujeres Religiosas (LCWR, por sus siglas en inglés), que representa a dos tercios de las hermanas católicas de Estados Unidos, permita a las sobrevivientes de abuso sexual por parte de monjas hablar en su reunión anual.

“Estamos de acuerdo con SNAP en que la conferencia de mujeres religiosas debe seguir trabajando para el alivio de las víctimas y en la prevención de más abusos, y que escuchar directamente a los sobrevivientes es esencial”, dijo la hermana Annmarie Sanders, portavoz de la LCWR, en un correo electrónico.

Sanders agregó que la reunión de la LCWR no era “el lugar apropiado para discutir este tema”. En vez de ello, las víctimas deberían comunicarse con la orden religiosa a la que pertenece su abusadora.

Cada uno de los más de 400 institutos religiosos para mujeres de Estados Unidos es relativamente autónomo.

En un discurso de 2019 sobre el abuso sexual católico, la entonces presidenta de la LCWR, Sharlet Wagner, reconoció “que, en algunos casos, nuestras propias hermanas han sido las perpetradoras del abuso”.

Ese discurso fue posterior a una disculpa por los abusos sexuales por parte de una organización internacional de hermanas católicas, así como a la creación de un sistema de denuncia de abusos —que incluye a monjas— por parte del papa Francisco.

A los miembros del grupo de apoyo les gustaría que la Iglesia aceptara una mayor responsabilidad y que las órdenes religiosas expulsaran de sus filas a todos los abusadores conocidos.

Mientras tanto, el grupo de apoyo continúa dando la bienvenida a nuevos miembros, mientras otros siguen adelante. La mayoría son mujeres, muchas de ellas mayores de 60 años.

Dispenza recientemente dejó de liderar el grupo y Dantzer tomó su lugar.

Después de ver una necesidad creciente, Dispenza abrió un segundo grupo en 2022 que incluye a víctimas internacionales de abuso de monjas y centrará sus esfuerzos allí.

Los miembros de la cohorte internacional contemplan el lanzamiento de grupos de apoyo por abuso sexual de monjas en Perú y la península de los Balcanes. Han puesto su información de contacto en el sitio web de la SNAP, disponible para cualquiera que busque historias como la propia.

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