La etapa de distensión que estrenaron el Papa Jorge Bergoglio y el presidente Mauricio Macri la semana pasada, un día antes de la canonización del cura Brochero, tiene una hoja de ruta que incluye la designación de un nuevo prelado al frente del obispado castrense.
El tema forma parte de las expectativas políticas del Episcopado argentino y especialmente de su titular, José María Arancedo, que ya suma al menos cuatro años de insistencias para restituir a un obispo en el puesto de mando del vicariato castrense que ocupó Antonio Baseotto hasta 2005, cuando pidió que «cuelguen una piedra de molino al cuello y arrojen al mar» al entonces ministro de Salud, Ginés González García, por su iniciativa para despenalizar el aborto.
El sincericidio del sacerdote, al mando de los asistentes religiosos de las tres Fuerza Armadas, fue respondido por el presidente Néstor Kirchner con la separación del obispo del cargo, una potestad del Estado que designa a los prelados a propuesta del Vaticano. El mandatario de origen patagónico ya mantenía una tensa relación con Bergoglio, en aquel momento arzobispo porteño. Luego de separar a Baseotto deslizó que quería anular el acuerdo firmado entre la Santa Sede y la Argentina el 28 de junio de 1957 “sobre jurisdicción castrense y asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas”.
Ahora, luego del deshielo del vínculo entre Macri y Bergoglio, fuentes del clero confiaron que la Secretaría de Estado del Vaticano, a cargo de Pietro Parolín, tiene la vía libre para proponer a un nuevo vicario castrense. La señal la envió la Cancillería a principios de año, según confirmó a Tiempo el subsecretario de Culto de la Nación, Alfredo Albriani. «Ni bien asumimos, le dimos libertad al Vaticano, desde la Secretaría de Culto a la Secretaría de Estado, para que proponga un nuevo vicario castrense», explicó el funcionario que hasta diciembre pasado fue director de Culto porteño bajo el mando del actual jefe de Gabinete, Marcos Peña. «En esta segunda audiencia no se habló del tema pero el antecedente lo planteamos formalmente antes», detalló el funcionario, que reporta a Santiago de Estrada, ex funcionario de la dictadura de Juan Carlos Onganía, ex embajador ante la Santa Sede durante la presidencia de Raúl Alfonsín y un hombre conocido y respetado por Bergoglio.
Ese vínculo va más allá de las diferencias que mantiene el jesuita con el Opus Dei, la orden que, dicen dentro de la Cancillería, tendría una estrecha relación con el actual secretario a cargo de la relación del Estado con la Iglesia.
La restitución de un obispo castrense, dicen en la Rosada, sería más importante para el aparato eclesiástico que para Bergoglio, que mientras fue arzobispo y jefe de la Conferencia Episcopal no mostró una gran preocupación por el incidente de Baseotto, con quien mantenía una relación tan distante como la que tiene con el arzobispo de La Plata Héctor Aguer.
El tono cambió desde 2011, cuando Bergoglio terminó su segundo mandato como titular de la mesa ejecutiva del Episcopado y fue electo Arancedo, que incluyó el pedido de restitución en la agenda de intercambio que mantenía con CFK.
Desde que Kirchner separó del cargo a Baseotto en 2005, el prelado dejó de recibir su salario como obispo castrense, pero recién presentó su renuncia al cargo en 2007. Fue aceptada por el Papa Joseph Ratzinger de inmediato, que dejó en su lugar a Pedro Candia como «administrador diocesano». El prelado sigue a cargo desde entonces, es considerado un hombre de estrecha relación Baseotto, pero apenas Ratzinger recibió su renuncia, propuso designar al obispo de Chascomús, Carlos Malfa, actual secretario general de la comisión ejecutiva del Episcopado.
Abierta la puerta oficial, queda saber si Bergoglio retomará la propuesta que había hecho Ratzinger. «La propuesta de Malfa en aquel momento fue una idea del clero para poner a un obispo con experiencia que pudiera lidiar con una estructura muy conservadora de la Iglesia, que se había cerrado aun más luego del escándalo de Baseotto», explicó una fuente del clero.
Ahora, resta confirmar si Bergoglio firmará una nueva sugerencia que Macri está dispuesto a refrendar de inmediato. En caso de que Malfa vuelva a ser propuesto por el Vaticano, el obispado quedaría virtualmente en manos de la jefatura del Episcopado. «No sabemos quién podría ser, no es un asunto en el que debamos opinar, pero la voluntad del Ejecutivo ya fue planteada», remarcó Albriani.