De todos los libros de mitología, yo diría que la Biblia es mi favorito, si bien es cierto que posiblemente se deba a que lo conozco más que a otros como el Corán o los Vedas. Uno de los mitos de la Biblia que más me impresiona es el de Lot y la destrucción de Sodoma y Gomorra. Es conocida la historia en general, pero aquí me centraré en algunos detalles que suelen pasar desapercibidos para quien no ha leído el mito tal cual en la Biblia.
Lo que se sabe popularmente del mito es que los habitantes de Sodoma y Gomorra eran gentes malvadas por cuya perversión Dios los castigó destruyendo esas ciudades con una lluvia de azufre y de fuego. También es sabido que en una de ellas, en Sodoma, vivía Lot, que era un hombre justo, y que fue el único, junto con su familia, que se salvó de la destrucción, así como la anécdota de que, al huir, su mujer miró atrás hacia la ciudad, y Dios la castigó convirtiéndola en estatua de sal.
Todo lo anterior, más algunas cosas más que luego comentaremos, se encuentran en el capítulo 19 del libro de Génesis. Menos sabido es que Lot se salva de la ciudad por intermediación de su tío Abraham (Génesis 19, 29). En el capítulo 18 de Génesis, Dios le revela a Abraham su intención de destruir Sodoma y Gomorra, pero Abraham mantiene una conversación con Dios en la que le pregunta si lo haría igualmente aunque hubiera cincuenta hombres justos en la ciudad. Dios le dice que no, que si hubiera aunque solo fuera cincuenta justos en esas ciudades, no las destruiría para que no pagaran esos cincuenta por el pecado de todos los demás. Abraham continúa reduciendo la cantidad: ¿y si hubiera 40, y si solo fueran 20, y si no hubiera más que diez? Y Dios le viene a decir: que no, pesado, que no, ni aunque solo hubiera diez. La insistencia de Abraham es porque tiene en mente a su sobrino Lot, que vive en Sodoma.
El pecado de Sodoma y Gomorra tampoco está muy claro. Tradicionalmente se considera que es el sexo anal al que, por lo visto, estaban aficionados sus habitantes. De hecho, el término “sodomía” significa “sexo anal” por eso mismo. Sin embargo, el libro de Génesis no lo deja claro del todo. En Génesis 13, 13 tan solo se dice: “Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. El profeta Isaías dice que pecaban públicamente y sin ocultarlo (Isaías 3, 9). Y la 2ª carta de Pedro las menciona como ejemplo de las consecuencias por vivir impíamente (2 Pedro 2, 6). Pero no detallan exactamente sus pecados. Tan solo el profeta Ezequiel menciona algunos: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso” (Ezequiel 16, 49). Entre esos pecados no está el sexo anal. Tan solo en la tardía carta de Judas, hacia el final del Nuevo Testamento, se habla de ello: “Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos habiendo fornicado e ido en pos de vicios en contra de la naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo castigo de fuego eterno” (Judas, 7). Teniendo en cuenta que Pablo considera la homosexualidad como sexo antinatura (Romanos1, 27), puede entenderse que Judas se refiere a lo mismo. De todas formas, la relación entre los vicios de los sodomitas (como habitantes de Sodoma) y la sodomía (sexo anal) se debe a lo que aconteció después con los vecinos de Lot y unos ángeles.
El capítulo 19 de Génesis relata el plan de Dios para destruir Sodoma y Gomorra y cumplir su palabra con Abraham de no castigar por igual al justo con los pecadores. Por lo visto, las únicas personas justas en Sodoma eran Lot y su familia, así que antes de destruir la ciudad, envía a dos ángeles para avisar a Lot de que huyan. Sin embargo, los habitantes de Sodoma, al ver que dos individuos entran en casa de Lot, van allí y le piden a Lot que les dejen violarlos. Tal vez aquí esté el meollo de la identificación entre Sodoma y sodomía: los habitantes de Sodoma quieren violar analmente a los ángeles (a los que confunden con unos extranjeros), y se sobreentiende que era la costumbre de la ciudad, violar a los extraños. Sin embargo, sigue siendo dudoso que el pecado fuera entonces el sexo anal, pues bien pudiera interpretarse que el pecado fuera la violación en sí, y no tanto el tipo de sexo con el que se realizara. De esta forma, bien pudiera ser que, de acuerdo a la enumeración de Ezequiel y el relato que estamos viendo en Génesis 19, los pecados de Sodoma y Gomorra fueran la soberbia, la gula, la pereza, y la falta de misericordia con los más necesitados, además de la violación. De ser así, la identificación del sexo anal, o más restringidamente la homosexualidad, como el pecado de Sodoma, sería una interpretación sesgada por un prejuicio homófobo o contra el sexo anal en general. Lo que resulta significativo, es que la tradición judeocristiana solo haya mantenido este pecado como sinónimo de sodomía ignorando los demás pecados de los sodomitas, por ejemplo, su falta de consideración hacia los más necesitados: para el judeocristianismo, el tipo de sexo que practiquen las personas parece más grave que si ayudan o no a sus semejantes.
Sea como sea, el caso es que, según el Génesis, todos los varones de Sodoma querían violar a los ángeles de Dios: “todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo”, dice en el versículo 4. Como es evidente, Lot se opone y no se lo permite, que es lo menos que se puede esperar del único hombre justo que había en la ciudad. Pero justo después ocurre algo sorprendente y que es desconocido para la inmensa mayoría: ¡Lot ofrece a los sodomitas que violen a sus propias hijas en vez de a los ángeles! En palabras del propio Lot: “Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré afuera, y haced con ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada, pues vinieron a la sombra de mi tejado” (Génesis 19, 7-8). ¡Increíble! Al hombre más justo de Sodoma no se le ocurre otra cosa para salvar a sus huéspedes que ofrecer a sus hijas a una turba de violadores. Unas hijas que además serían bastante jóvenes en cuanto que eran vírgenes todavía (lo que, en esa época, era sinónimo de jóvenes, seguramente adolescentes).
Cuesta entender cómo este terrible detalle del mito ha pasado desapercibido y casi nadie lo sabe de la historia de Lot. Hay aquí una gravísima contradicción: cuesta pensar que el hombre más justo de la toda la ciudad no cayera en la cuenta de la cruel injusticia que cometía al ofrecer dos hijas jóvenes para ser violadas a cambio de salvar a dos ángeles (que por muy ángeles que sean ni quitan ni ponen dignidad ni derechos a esas dos adolescentes). Si Lot hubiera luchado contra los sodomitas, se hubiera enfrentado a ellos o incluso se hubiera sacrificado defendiendo a sus huéspedes o su familia, lo tendríamos por un héroe, pero ¿qué podemos pensar de alguien que ofrece así como así a sus hijas para ser víctimas de una violación múltiple?
Otro aspecto importante es el criterio de justicia de Dios mismo. Supuestamente, Dios aniquila a Sodoma y Gomorra por sus pecados, y las destruye totalmente. Esa destrucción implica que asesinó también a los niños y bebés sodomitas, pues es lógico pensar que en aquellas ciudades no habría solamente adultos. ¿Acaso Lot, dispuesto a que violen a sus hijas, era más justo, y por eso él mereció salvarse de la destrucción, que los niños y bebés? De nuevo nos encontramos con el problema de los infanticidios divinos que hay en la Biblia. Ya antes de este mito, nos lo encontramos en el del diluvio universal: si Dios anegó toda la tierra en el diluvio, tuvo que ahogar también a todos los niños y bebés que hubiera entonces en el planeta, lo que sería el mayor genocidio de toda la historia. Posteriormente llevará a cabo otro infanticidio él mismo, cuando mate a todos los primogénitos de Egipto (Éxodo 11, 4-5). Y Dios mismo también ordenará el infanticidio de los niños y bebés amalecitas: “Ve, pues, y ataca a Amalec, y destruye todo lo que tiene y no te apiades de él; mata a hombres y a mujeres, a niños y hasta a los de pecho” (1 Samuel 15, 3). Por lo visto, el tipo de cópula carnal es pecado muy grave, pero matar a niños y recién nacidos es peccata minuta.
Volviendo al mito, los sodomitas no aceptan el ofrecimiento de Lot y le atacan para entrar en su casa y violar a los ángeles. Sin embargo, estos salvan a Lot y se encierran dentro de la casa. Al día siguiente, Lot, su esposa y sus hijas abandonan la ciudad de la mano de los ángeles. Al irse, Dios destruye totalmente las ciudades. Es en ese momento en el que la esposa de Lot mira hacia atrás (se sobreentiende que arrepentida de irse) y por eso Dios la castiga convirtiéndola en estatua de sal (Génesis 19, 26). Esta anécdota también es curiosa, porque de hecho Lot tampoco parecía tener prisa por irse de Sodoma a pesar de los pesares. Tanto es así, que el texto dice: “Al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: “Levántate, toma a tu esposa y a tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad”. Y demorándose él, los varones le asieron de la mano, y de la mano de su esposa y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y le sacaron y le pusieron fuera de la ciudad” (Génesis 19, 15-16). Bien pudiera ser que, tanto Lot como su familia, no vivieran muy a disgusto en Sodoma a pesar de sus costumbres.
El final de la historia también es sorprendente. Lot se dirige a otra ciudad, a Zoar, pero después decide quedarse a vivir con su familia en una cueva (Génesis 19, 30). Al vivir así, apartados del mundo, sus hijas, que eran vírgenes, temen no tener descendencia, y no se les ocurre otra idea que emborrachar a su padre y tener sexo con él una día cada una para quedarse embarazadas (Génesis 19, 31-36). De este pecado de incesto nacieron sus hijos Moab y Ben-ammi, de donde descienden los pueblos de los moabitas y los amonitas (Génesis 19, 37-38), pueblos enemigos del pueblo hebreo y con los que estos lucharán posteriormente en los demás libros del Antiguo Testamento. Obvia decir que todo el mito es eso, un mito, y que este final solo es una invención para justificar a posteriori la rivalidad y hostilidades de los hebreos con sus pueblos vecinos, como los moabitas y amonitas, remontando su maldad a su propio origen incestuoso.
Una vez más, la lectura de la propia Biblia muestra los horrores de la religión y las múltiples contradicciones en las que incurre. A veces pienso que si diseñara una asignatura de “Ateología” para enseñar el ateísmo en las escuelas y que los jóvenes dejaran a un lado la religión, el único libro de texto que pondría sería la Biblia: que ellos la leyeran y su inteligencia haría el resto.
(En la imagen: Lot y sus hijas, Hendrick Goltzius, 1616).
Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.