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Los teólogos progresistas acusan a la Iglesia española de apropiarse de dinero “que debería destinarse a fines sociales”

El congreso del principal grupo de teólogos progresistas denuncia “la violencia de género, ejercida por las jerarquías religiosas, nuestro caso por la jerarquía católica, que niega a las mujeres el reconocimiento de sujetos morales, eclesiales, teológicos y sus derechos sexuales y reproductivos”.

“Con la apropiación de decenas de miles de bienes a través de las inmatriculaciones, la jerarquía de la Iglesia católica española contraviene el mandato de Jesús de no acumular tesoros en la tierra, hace oídos sordos a la petición de que devuelva dichos bienes al pueblo y se coloca del lado del neoliberalismo que mata”.

Con este duro mensaje concluye el 40 Congreso de la Asociación de Teólogos y Teólogas ‘Juan XXIII’, el principal grupo de teólogos progresistas españoles, que desde 1981 reivindican una Iglesia más apegada a los pobres y el fin del patriarcado en la institución.

El 40º Congreso de Teología de la Asociación de teólogos y teólogas Juan XXIII, el principal grupo de teólogos progresistas españoles (cuyo secretario general es Juan José Tamayo), acusa a la jerarquía de la Iglesia española de apropiarse de “una cuantiosa suma de dinero que debería destinarse a fines sociales” y de colocarse del lado del “neoliberalismo que mata” a través de las inmatriculaciones. En las conclusiones de este simposio celebrada online del 3 al 5 de septiembre, explican que “con la asignación tributaria destinada solo a la Iglesia católica”, es decir, la “cifra récord” de 301,7 millones de euros, los obispos se apropian “de una cuantiosa suma de dinero que debería destinarse a fines sociales”.

En la misma línea, también denuncian que “con la apropiación de decenas de miles de bienes a través de las inmatriculaciones”, la Iglesia española “contraviene el mandato de Jesús de no acumular tesoros en la tierra, hace oídos sordos a la petición de que devuelva dichos bienes al pueblo y se coloca del lado del neoliberalismo que mata”. Asimismo, apuntan que con la defensa y mantenimiento de sus “privilegios económicos, fiscales, educativos, culturales e incluso militares”, la jerarquía eclesiástica “incumple la exigencia de Jesús a sus seguidores de no llevar bolsa, ni alforja ni calzado”. 

Recuerdan, en este punto, la óptica de Jesús de Nazaret que “condenó la codicia insaciable y asesina, rechazó los intereses ilícitos y defendió el perdón de las deudas”. “Nuestra propuesta alternativa al neoliberalismo se inspira en la vida solidaria, el mensaje liberador y la praxis igualitaria de Jesús”, aseguran en su manifiesto en el que también destacan que “nadie puede servir a Dios y al dinero” ya que “si servimos al dinero, matamos”. 

Iglesia, neoliberalismo y patriarcado

Critican “la teología androcéntrica construida sobre la imagen varonil de Dios”

Los teólogos también han tomado “conciencia crítica” sobre los problemas de las mujeres que “forman parte de los bienes intercambiables de una sociedad y de que son objetos regalados de unos hombres a otros”. “Sus cuerpos se ofertan en mercados al alza como el de la prostitución, los vientres de alquiler y la pornografía. Sexo y mercado están deviniendo más compañeros que nunca. El neoliberalismo económico en alianza con el patriarcado se convierte en neoliberalismo sexual. Tamaña alianza ha desembocado en odio hacia la vida de las mujeres con el resultado de decenas de miles de feminicidios”, admiten en las conclusiones de este Congreso.

En la misma línea, también denuncian la discriminación que deviene en violencia de género, “ejercida por las jerarquías religiosas, nuestro caso por la jerarquía católica, que niega a las mujeres el reconocimiento de sujetos morales, eclesiales, teológicos y sus derechos sexuales y reproductivos”. Critican, además, “la teología androcéntrica construida sobre la imagen varonil de Dios, la ética represiva, que impone a las mujeres una moral de esclavas, y la estructura jerárquico-patriarcal, que las excluye de los ámbitos de decisión”. Estos teólogos reclaman, en este punto, “la paridad en los órganos de representación religiosa, el acceso de las mujeres al conocimiento teológico y el reconocimiento de la teología feminista.

“Las fronteras matan, pero que el silencio cómplice de lo que sucede en ellas también mata”

Durante el simposio, bajo el lema ‘El neoliberalismo mata: no se puede servir a Dios y al dinero’, han participado, entre otros, el arzobispo emérito de Tánger, Santiago Agrelo, que abriría el simposio; los teólogos Frei Betto y José Arregi; o las teólogas Ana de Miguel y Nivia Núñez de la Paz. A lo largo del fin de semana, se han analizado “las situaciones de injusticia estructural, pobreza extrema, desigualdades crecientes, violencia de género, discursos y prácticas de odio contra personas inmigrantes, refugiada y desplazadas. LGTBI y deterioro del planeta”, así como “las guerras, la pandemia y la devastación ambiental”, que han aumentado en 250 millones la inseguridad alimentaria.

Este Congreso también ha analizado durante estos tres días las situaciones de “injusticia estructural, pobreza extrema, desigualdades crecientes, violencia de género, discursos y prácticas de odio contra personas inmigrantes, refugiada y desplazadas, y LGTBI, y deterioro del planeta”. Ante esto, concluyen que “buena parte de estas situaciones son consecuencia del neoliberalismo, que es injusto en su raíz y en sus consecuencias, sobre todo en el sur global” y, en un contexto de pandemia, “ha afectado con más virulencia a los sectores más vulnerables de la sociedad”. “Nos ha hecho tomar conciencia de nuestra fragilidad y vulnerabilidad y de la necesidad de practicar la ética del cuidado“, explican estos teólogos progresistas.

Sin perder de vista la actualidad, el Congreso también ha reflexionado sobre el “sufrimiento del pueblo afgano”, “la situación de pobreza extrema de la mayoría de la población de Haití“, “la desatención de los niños marroquíes en Ceuta” o “la violencia contra el pueblo palestino y otros pueblos oprimidos”. “Hemos tomado conciencia de que las fronteras matan, pero que el silencio cómplice de lo que realmente sucede en ellas también mata”, reconocen en el manifiesto final. 

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