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Los somníferos de la vergüenza

Los menonitas de Bolivia denuncian la violación de al menos 80 mujeres, algunas menores de edad, por un grupo de nueve hombres

La persistente huida del desarrollo para mantener pura su forma de vida no ha impedido que en el mismo seno de las comunidades anabaptistas de los menonitas en Bolivia anide el mal: la violación de al menos 80 mujeres adultas y adolescentes por un grupo de hombres, de entre 20 y 40 años, que utilizaban potentes somníferos para sedar a sus víctimas, a los varones de la casa e incluso a los perros.

Acostumbrados a solucionar sus problemas y administrar las colonias sin intervención de las autoridades bolivianas, el caso de violación masiva de las mujeres de las colonias ha sido un verdadero baldón para el Consejo de Ancianos, que dispuso entregar a la justicia local a los infractores con la petición de mantenerlos encerrados para que paguen por sus delitos.

Nueve hombres han sido detenidos en Cotoca, una pequeña ciudad cercana a Santa Cruz, por orden de la juez Natalia Rosa Fernández. A todos ellos se les imputan delitos de violación con la agravante de sedación de sus víctimas, según la confesión que los acusados hicieron ante las autoridades religiosas de los menonitas.

Uno de sus ministros, que el pasado jueves entregó a la justicia al grupo de detenidos, expresó el sentimiento de vergüenza e indignación por lo ocurrido en la colonia Manitoba, a unos 150 kilómetros de Santa Cruz: al menos unas 60 mujeres, entre ellas menores de edad, fueron deshonradas y mancilladas con toda la carga espiritual, emocional y social que ello implica para aquellas que temen el rechazo por no poder llegar vírgenes al matrimonio, como indican sus principios religiosos.

El fiscal Freddy Pérez informó de que los sospechosos actuaban de noche y utilizaban un somnífero en atomizador para adormecer a los inquilinos de la casa. Una vez sedados, procedían a abusar de las mujeres.

Se cree que esta situación se prolongó desde el pasado año, hasta que el padre de uno de los presuntos violadores comenzó a sospechar de la conducta de su hijo que, contrariamente a sus hábitos madrugadores, comenzó a levantarse más tarde y desaparecía de casa por la noche. Le siguió, descubrió el horror, le llevó ante las autoridades religiosas y el joven confesó todo. Señaló las casas en las que había entrado y a sus víctimas, pero también mencionó a sus cómplices, que admitieron su culpa, según dijeron los líderes religiosos a la prensa en Santa Cruz.

Fue entonces cuando las mujeres comenzaron a hablar. Las casadas, que habían recriminado a sus esposos su actitud, se quejaron de dolores y las adolescentes contaron a sus padres que despertaban doloridas y con su ropa interior desordenada.

Aumentan las denuncias

Un noveno menonita de 34 años, con esposa y diez hijos, fue detenido, acusado de violar a otras 24 mujeres en su colonia con las mismas técnicas de adormecimiento. También fue descubierto por un hombre que retornaba a su casa y le sorprendió en los alrededores de su propiedad, supuestamente para encontrar una vaca perdida. Cuando vio a su esposa dormida en la cama entendió lo que había pasado y pidió ayuda a su vecino para detenerle y llevarle ante la Junta de Hermanos. El hombre arrestado declaró ante las autoridades bolivianas que tuvo que admitir su culpa porque le enjaularon después de darle una paliza para que firmase una confesión.

Lo sucedido en la colonia Manitoba está llevando a muchas mujeres menonitas a denunciar el abuso sexual de que fueron objeto en busca de justicia y la sanción más dura para los culpables, que ahora, al abrigo de las tácticas de sus abogados, se declaran inocentes y denuncian la violación de sus derechos.

Las colonias menonitas, de los ultraconservadores amish, están afincadas en Bolivia desde 1956 en Santa Cruz, Beni y Tarija, donde desarrollaron su peculiar estilo de vida muy lejos de la electricidad, la telefonía, las ruedas de goma y hasta del asfalto.

Los cerca de 50.000 menonitas repartidos en 50 colonias suelen llegar de vez en cuando a los centros comerciales para vender su producción -principalmente queso- y adquirir alimentos conservando su forma de vestir: los hombres, con overoles (pantalones con pechera) azules, y las mujeres, con vestidos largos -por debajo de la rodilla- y medias gruesas. Las solteras llevan un pañuelo blanco, mientras que las casadas lo llevan negro, cuando no optan por un sombrero de ala ancha. Hablan un dialecto alemán, el plattdeutsche, y muy pocos conocen el español.

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