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Los socialistas y la Iglesia en el verano de 1901

En distintos artículos en El Obrero y gracias a ya una interesante bibliografía estamos profundizando en el anticlericalismo propio del socialismo, que tenía una evidente raíz económica, sin olvidar la dimensión de librepensamiento. En este nuevo aporte queremos ahondar en la primera y principal cuestión del anticlericalismo socialista, empleando como fuente un artículo publicado a principios de agosto de 1901 en El Socialista.

Al igual que los socialistas no quería matar patronos ni quemar fábricas para terminar con el régimen capitalista, no querían arrastrar curas ni achicharrar frailes ni reducir a escombros los conventos, pero se declaraban enemigos de la Iglesia.

Y esa postura se basaba en dos puntos del programa del Partido Socialista, uno del General del Partido, y el otro del municipal. El primero planteaba la supresión del presupuesto del clero y confiscación de sus bienes. El segundo defendía el fin de las subvenciones de carácter religioso.

Para alcanzar ambos objetivos trabajaban los socialistas, aunque reconocían que su trabajo no producía el ruido y la agitación que ocasionaban gentes menos radicales. Seguramente, esta afirmación se refería al anticlericalismo que el socialismo calificó siempre de burgués con el que podía compartir algunos aspectos en el ámbito de la libertad religiosa, pero al que acusaba de que no iba al meollo de la cuestión, que no era otro que el del poder económico de la Iglesia.

Los socialistas defendían el hecho de que no había que conceder a la Iglesia más importancia de la que tenía porque el eje de la lucha de los trabajadores era el económico, el trabajo contra la explotación que padecían, y que era ejercida por los dueños de los medios de producción. El socialismo tenía la misión de organizar a la clase trabajadora para el propósito final de la emancipación. Era ésta la misión principal y no se podía posponer a ninguna otra.

La Iglesia era una de las defensoras del régimen de explotación y por eso debía ser combatida, pero no tomándola como causa primordial de la esclavitud que padecían los trabajadores. Así pues, el principal enemigo del trabajador no era ni el clericalismo, ni el militarismo, ni los Tribunales sino la clase patronal.

Es evidente que el socialismo combatió el militarismo, la justicia que consideraba burguesa, y a la Iglesia, pero en función de su papel como sostenes de un régimen que explotaba a la clase trabajadora, no como elementos aislados.

Hemos trabajado con el número 804 de 2 de agosto de 1901 de El Socialista.

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