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Los satanistas y la libertad de expresión

En EE UU, el satanismo es legal, defiende la igualdad y plantea batallas jurídicas.

Los satanistas también tienen derecho a participar en foros de libertad de expresión. Es lo que argumenta el Templo Satánico en la denuncia que presentó recientemente contra el Ayuntamiento de Boston. Su petición de hacer una invocación de apertura antes de que empezara el pleno fue denegada en tres ocasiones, lo que consideran discriminatorio e inconstitucional.

Quizá para muchos haya pasado inadvertido el hecho de que en 2019 el satanismo se aprobara como religión oficial en Estados Unidos. Pero el movimiento satánico está en auge y se caracteriza principalmente por su activismo al defender la pluralidad religiosa y señalar lo injusto del privilegio cristiano. Habrá quien se lleve las manos a la cabeza presa del desconcierto y la desinformación, por asociar erróneamente la figura de Satán a crueldad o a rituales sádicos con niños. Nada más lejos de la realidad. La misión del Templo Satánico (fundado en 2013 y con base en Salem) fomenta la benevolencia, la compasión y la empatía, rechazar la tiranía, defender el sentido común, oponerse a la injusticia y emprender actividades nobles, con un especial hincapié en defender el pluralismo religioso, proteger el pensamiento libre y garantizar la protección de los derechos fundamentales de todo ser humano.

Además, esta organización religiosa no teísta difiere mucho de la Iglesia de Satán de LaVey, que promovía una filosofía basada en el individualismo y el egoísmo. El Templo Satánico promueve la igualdad, lucha contra el abuso infantil y defiende tanto los derechos reproductivos de la mujer como los LGBTQ. Son socioliberales y ateos. En su caso, la figura de Satán es una metáfora que, en lugar de estar asociada a la crueldad, se relaciona con el acto de amor a la diferencia. Es algo que explica muy bien el documental Hail Satan?, dirigido por Penny Lane y estrenado hace un par de años en Sundance: la mayoría de los satanistas son personas que se ­sienten marginadas por la sociedad y que necesitan ser tenidas en cuenta. Los satanistas, eso sí, tienen sentido del humor. Por ejemplo, en el verano de 2016 crearon un programa de actividades extraescolares llamado After School Satan (Satán después del colegio) como contrapartida a las actividades extraescolares cristianas Good News Club (El club de las buenas noticias). Y el año pasado presentaron unas becas universitarias denominadas Abogado del Diablo. Pero, sobre todo, se hacen respetar.

Lucien Greaves, cofundador y portavoz del Templo Satánico, se graduó en Neurociencia en Harvard y es el responsable de dotar de un discurso inteligente, sólido y coherente a un movimiento que de otro modo no habría sido tomado en serio. En 2018 el Templo Satánico denunció a Netflix porque en la serie Las escalofriantes aventuras de Sabrina se utilizó sin permiso una réplica del Baphomet, la escultura-icono patentada por el Templo. Es muy conocida porque fue creada como respuesta a la instalación de un monumento cristiano, los Diez Mandamientos, que fue colocado frente al Capitolio de Oklahoma. Como la Constitución americana dicta que las religiones deben ser tratadas con igualdad, los satanistas tenían derecho a colocar su escultura de macho cabrío de figura antropomórfica junto a la de los diez mandamientos, aunque a muchos les pareciese obsceno. En consecuencia, el Gobierno de Oklahoma retiró las dos esculturas, con lo que se consiguió que no predominara una religión sobre otra.

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