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Los sabuesos de Dios siguen el rastro del líder

Mariano Rajoy. Los sabuesos de Dios siguen el rastro del líder

Mariano Rajoy es creyente, pero dentro de un orden. Podría decirse de él que es un creyente como Dios manda, pero no en el sentido literal de la expresión sino en su sentido coloquial de hacer algo de modo correcto y apropiado. La impresión que da Rajoy es esa, la de que el suyo es un catolicismo flexible, negociable, el catolicismo que un teólogo de izquierdas llamaría contingente. La de Rajoy sería una fe de andar por casa, de conveniencia, una especie de buena costumbre espiritual en el mismo sentido en que es una buena costumbre corporal ducharse o lavarse los dientes. En eso se parece a la mayoría de católicos españoles, dispuestos a tomarse la fe con filosofía, y no por la tremenda, que es como se la tomaron durante siglos tantos de sus antepasados.

No obstante, la gente que entiende de esas cosas y tienen buen olfato para detectar a los tibios no se fía. El periodista especializado en asuntos religiosos José Manuel Vidal, lo tiene claro: "Rajoy muestra un catolicismo vergonzante". En realidad, Rajoy pertenecería al grupo de los creyentes precavidos, involuntariamente fundado por Pascal al escribir que prefería equivocarse creyendo en un Dios que no existe que hacerlo no creyendo en uno que existe: "Si después no hay nada, nunca lo sabré cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay Alguien tendré que dar cuenta de mi rechazo". Muy cuco.

Algunos creen que el de Rajoy es un "catolicismo vergonzante"

Vacaciones en Roma

Hasta donde podemos conocer el alma humana, el gran momento católico de Rajoy fue una audiencia privada con el Papa en 2006. En su equilibrada biografía del candidato, Si yo fuera presidente, María Jesús Güemes y Pablo A. Iglesias escriben al respecto: "Rajoy es creyente y aquella visita con los niños fue una de las cosas que más le han impresionado". Muchos agnósticos y casi todos los católicos se preguntan si el papa suele recibir también en audiencia a católicos normales, a católicos digamos civiles. Sea como fuere, hizo muy requetebién Rajoy en aprovecharse de su cargo para plantarse en Roma con la familia a saludar a su santidad. Viri y los niños no olvidarán ese día. Sobre todo los chicos, que se habrán hartado de presumir de papa (y de papá) ante sus compañeros del Instituto Británico donde estudian. Por cierto, que si es británico igual no es muy católico: ahí tienen los sabuesos de Dios otra pista para contrastar el compromiso con la verdadera fe de un líder de la derecha española que no lleva a sus hijos a un colegio católico, español y como Dios manda.

Desde luego, en su libro En confianza Rajoy prácticamente no dice ni una palabra de Dios. Sí se queja en cambio del PSOE: "Otro lamentable error fue reabrir la cuestión religiosa. Me parece muestra de poco sentido común negar la realidad de la fe religiosa, su positiva contribución al bienestar social, así como la estrecha vinculación histórica y cultural de nuestro país con el cristianismo". No parecen las palabras de un hombre de fe, aunque Rajoy lo sea, sino más bien las de un hombre práctico, que también lo es. Lo que está por ver, si gana el 20-N, es cuál de los dos nos gobernará.

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