La misma Iglesia católica española que, durante la II República, atacó abundantemente, y desde sus púlpitos, al nuevo régimen, ahora lleva ya muchos años bendiciendo y elevando a los altares a las víctimas de la Cruzada de Liberación Nacional. Son los mártires que tanto gustan al cardenal Rouco Varela y a su monaguillo, el repelente obispo Camino.
Dos jerarcas honorables
Fue denominada la Cruzada por obispos, arzobispos y cardenales, reunidos todos para ello a mediados de la guerra civil, salvo dos excepciones honorables -el arzobispo de Tarragona, Vidal i Barraquer, y el de Vitoria, Mateo Mújica-, que tuvieron que exiliarse de España por la presión contra ambos de la dictadura franquista.
Por la gracia divina
Francisco Franco llegó a ser, en términos de la jerarquía católica, el salvador de España por la gracia divina. A lo largo de su inacabable mandato -cuarenta años de totalitarismo-, los monseñores paseaban al dictador bajo palio, como si él fuera Dios Nuestro Señor.
El liberalismo es pecado
¿Cómo eran la mayoría de jerarcas eclesiásticos, una vez terminada la Cruzada? Eran reaccionarios hasta el delirio y estaban satisfechos de retornar a la conjunción del altar y la espada. El presbítero D. Félix Sardá y Salvany publicó en Madrid un libro titulado El liberalismo es pecado -con censura y licencia eclesiástica- el año 1936, poco antes del golpe militar del 18 de julio.
El mundo de Luzbel
Su tesis era ésta: “Llámese racionalismo, socialismo, revolución o liberalismo, será siempre, por su condición y esencia misma, la negación franca o artera, pero radical, de la fe cristiana”. En la página 19 de este librito ultramontano y montaraz podemos leer lo siguiente: “El liberalismo práctico es un mundo completo (…) Es el mundo de Luzbel, disfrazado hoy día con aquel nombre, y en radical oposición y lucha con la sociedad de los hijos de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo”
El clérigo de la extrema derecha
Como se observa, este clérigo de la extrema derecha se refirió a “los hijos de Dios”. En la actualidad, “los hijos de Dios” son beatificados oficialmente. Pero las víctimas de Franco, que fue un asesino sin escrúpulos, no pueden ser investigados a fondo, según la legislación vigente. Estos mártires rojos o republicanos no son seres humanos, según los jerifaltes católicos. No son hijos de Dios. ¡Que se pudran!, sostienen los inquisidores. ¿A ver que dice, en este caso tan grave, el Papa Francisco?