La «ley seca» establecida hace casi un siglo para jornadas señaladas ya solo se mantiene el 25 de diciembre
Por primera vez en 91 años, los ‘pubs’ y restaurantes de Irlanda podrán vender alcohol en Viernes Santo, una medida que refleja la pérdida de influencia de la Iglesia católica y la creciente importancia del turismo en este país. A los partidarios de la “ley seca” en jornadas señaladas solo les queda ya el 25 de diciembre como superviviente de una “trinidad” establecida tras la creación del Estado Irlandés hace casi un siglo, de la que ya salió en la pasada década de los 60 el día de San Patricio (17 de marzo).
Como sucedió con la festividad del patrón de Irlanda, el Gobierno de Dublín ha cedido finalmente a las presiones de los taberneros, que consideraban la prohibición no solo como un anacronismo en una sociedad mucho más laica, sino como una traba a los intereses económicos de sus representados y del sector turístico.
Así lo entendieron también los partidos del Parlamento nacional cuando aprobaron por unanimidad el pasado enero la reforma de la Ley de Licores Intoxicadores de 1927, en la que estaba muy presente la mano de las autoridades católicas. El ministro al frente de este cambio, el democristiano David Stanton, afirmó entonces que el “turismo efectúa una contribución enorme” a la economía del país.
La Iglesia pierde influencia
Asimismo, subrayó que “la transformación demográfica y el aumento de la diversidad en nuestra población” han provocado “un descenso en las prácticas religiosas tradicionales”, como la asistencia a misa, que ha caído en picado, entre otros factores, por el desprestigio sufrido por la Iglesia tras conocerse los miles de casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores.
“El fin de la prohibición en Viernes Santo es algo por lo que hemos hecho campaña desde hace años y, finalmente, se ha conseguido, por lo que se trata de un gesto histórico que celebraremos”, explica Gillian Daly, responsable de comunicación de la Asociación de Taberneros de Dublín (LVA, sus siglas en inglés).
La pérdida de influencia de la Iglesia, dice, ha contribuido a este cambio, pero no tanto como el “factor económico” y “el apetito” de la ciudadanía por seguir modernizando el país y ofrecer “una cara renovada a los miles de turistas que nos visitan”. “Hasta ahora, muchos venían y no estaban al tanto de la prohibición y se llevaban un gran shock. Se encontraban los “pubs” cerrados o entraban a comer a un restaurante y el camarero no podía servirles un vino o una cerveza”, recuerda Daly.
De hecho, una de las imágenes favoritas de los medios irlandeses en Viernes Santo era la de grupos de turistas despistados paseando por un fantasmagórico “Temple Bar”, la popular y bulliciosa zona de copas de Dublín. Los más prevenidos ya habían hecho acopio de alcohol el Jueves Santo en los supermercados o licorerías, los grandes perjudicados por este giro.
En la Irlanda rural
La nueva ley sirve también para resaltar las diferencias entre la Irlanda urbanita y la rural, donde los tradicionales “pubs” son, además de un local de ocio, parte de su tejido social.
En la pequeña localidad de Drumconrath, en el condado de Meath (este), sus tres “pubs” permanecerán cerrados en Viernes Santo, algo que celebran con orgullo la mayoría de sus casi 500 habitantes. “Hasta ahora teníamos dos días de vacaciones al año y aquí queremos que siga siendo así, para disfrutarlos con la familia y respetar, además, nuestras tradiciones”, cuenta Dermot Muldoon, dueño del “Muldoon’s Bar”, un establecimiento con 101 años de historia. En su caso, aprovechará el Viernes Santo para “salir a pasear” y cruzar después la frontera para “tomar unos tragos” en un bar de Irlanda del Norte, una práctica que, en sí misma, es otra de las tradiciones de algunos irlandeses en este día.
Pauline Fay también cerrará “Laurence Fay Pub” para pasar el día con su hija, con la que hará el “vía crucis” y “luego nos iremos de compras”, aunque “las tiendas también pararán durante la procesión, como Dios manda”. Ambos confiesan que el cura del pueblo, Finian Connaughton, está “encantado” con su decisión: “Nos lo sugirió él, pero en ningún momento se puso pesado”, bromea Muldoon.
“El turismo en la Irlanda rural importa menos. Siempre hay otras cosas que se pueden hacer ese día. No creo que todos los visitantes que vienen en Semana Santa lo único que quieren hacer es meterse en un ‘pub’ en Viernes Santo. Aquí al lado hay unos lagos estupendos para pescar lucios enormes”, recomienda Pauline. La tabernera sostiene que detrás del fin de la prohibición se esconde un “afán por atacar” a las tradiciones y a la Iglesia por parte del jefe del Gobierno, Leo Varadkar, el primer líder irlandés abiertamente gay e hijo de un inmigrante indio.