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Los obispos no felicitan a Pedro Sánchez tras el 10-N. La costumbre era que el presidente de la CEE enviara una cara al ganador de las elecciones

Los obispos españoles dan un paso más en su estrategia de silencio y de no posicionamiento político. Algo que se le venía pidiendo desde hace años -especialmente tras el estrecho matrimonio de conveniencia que llevó a la Conferencia Episcopal a convertirse en la principal oposición al primer Gobierno Zapatero-, pero que, en esta ocasión, pueden haber llevado al límite.

La pregunta fue muy sencilla. ¿El cardenal Blázquez, como viene siendo habitual, felicitará por carta a Pedro Sánchez como vencedor de las elecciones? La respuesta, desde Añastro, también lo fue: “No va a haber nada de nada”. Es costumbre que, como cualquier otro actor político o social, el presidente de la Conferencia Episcopal escriba al ganador de las generales. Y así se ha hecho siempre: ya fuera con Tarancón, con Suquía, con Yanes, con Rouco o con Ricardo Blázquez. La última vez, el mismo 29 de abril.

En esta ocasión, salvo que la respuesta haga referencia a que no se va a hacer pública dicha nota -como también era habitual-, no habrá felicitación de la Iglesia española al líder del PSOE y -veremos qué pasa, que ya nadie se fía- posible nuevo presidente de nuestro país.

El silencio de los obispos se da en un momento en el que, por primera vez en nuestra historia democrática, la ultraderecha se ha convertido en la tercera fuerza de nuestro país. Curiosamente, en una campaña electoral en la que no se habló para nada de la Iglesia -tan sólo el PSOE recuperó su histórica denuncia de los Acuerdos entre la Iglesia y el Estado-, ni de las cuestiones más polémicas: aborto, eutanasia, fiscalidad, educación…

La Iglesia se ha convertido en un ente irrelevante en la sociedad y la política españolas. Es el fruto de muchos años de excesiva politización, que ha echado por tierra la incalculable labor de muchos prelados durante la Transición, para borrar cualquier vestigio de unidad de la cruz con el antiguo régimen.

¿Qué harán nuestros obispos? De momento, por lo que parece, estar callados. Por lo que parece, pensar en sus propias elecciones, en marzo de 2020. Y rezar porque el nuevo Gobierno (si logramos, al fin, tener Gobierno), no piense que la polarización izquierda-derecha puede cobrarse la pieza de la institución. Mal haríamos en resucitar las dos España. Mal haríamos si la Iglesia española volviera a apuntarse a un bando. Y, a veces (no siempre), el silencio también posiciona a las personas. Y a las instituciones.

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