Muy crítico con la actitud de la jerarquía católica que se moviliza contra el aborto o el matrimonio gay pero es poco sensible, opina, con los más afectados por la crisis, el teólogo Juan José Tamayo recuerda el dicho evangélico de que no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero, al ser consultado sobre la actitud de los obispos ante la corrupción política. Tamayo habló ayer en la Sede Universitaria de Alicante sobre la ley de libertad religiosa.
– ¿Existe en España libertad religiosa?
El país ha pasado por varias transiciones con buen resultado, como la política, la cultural o la económica. Sin embargo la religiosa lleva un enorme retraso y aunque ya no es un estado nacional-católico, hay una religión privilegiada y protegida: la católica, sobre todo económicamente. La Iglesia recibe una asignación tributaria que este ejercicio ha sido de 240 millones de euros, 70 más que el pasado al pasar el porcentaje del 0,52 al 0,7. Las autoridades políticas asisten a beatificaciones, canonizaciones… por no hablar de la simbología en los cementerios o en los colegios, que puede herir la sensibilidad de personas que no tienen esas creencias.
– ¿Y la religión en las escuelas?
Rouco Varela ha dicho que la enseñanza de la religión católica en las escuelas está discriminada, y más bien al contrario. La presencia de la religión confesional en un espacio público como es la escuela rompe su carácter laico, no creo que sea el lugar para enseñar a creer sino para dar a conocer la historia de las religiones. Soy pesimista porque se dan pasos atrás.
– ¿Cómo ve las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno?
La Iglesia presiona al Gobierno a través de declaraciones, manifiestos y actuaciones conjuntas con el PP provocando una reacción. Cuanto más vocifera la jerarquía católica más beneficios recibe del Ejecutivo, económicos, simbólicos, en el terreno de la educación… Porque toda la crítica sobre la asignatura de Educación de la Ciudadanía fue tenida en cuenta por el Gobierno y permitió a los colegios católicos adaptarla al ideario del centro.
– Hablando de políticos, ¿qué piensa de la corrupción?
Los obispos suelen mirar hacia otro lado, sobre todo cuando la corrupción tiene responsables de cuello blanco. Dentro del caso Gürtel un tribunal investiga a los organizadores de la visita del Papa a Valencia. Mientras la jerarquía católica no salga de ese tipo de complicidad con los poderes, seguirá desacreditada.
– ¿Y qué opina de lo ocurrido en Polop, donde un alcalde está detenido por presunta complicidad en el crimen de su antecesor?
La corrupción está tan instalada, ya que hablamos de esta Comunidad, en las cúpulas de los poderes municipales y autonómicos, que lleva a atentados contra la vida de las personas. Cuando ya es un fenómeno estructural no se detiene y el sicariato vuelve a ser una institución más generalizada de lo que parece como forma de mantener comportamientos corruptos. Aún no he escuchado un comunicado de los obispos valencianos sobre estos casos.
– ¿Qué le parece la postura eclesial sobre la nueva ley del aborto?
La jerarquía católica tiene su derecho a oponerse pero no utilizando un tono apocalíptico y condenatorio como ha hecho el secretario de la Conferencia Episcopal o el anterior obispo de Palencia y recién nombrado de San Sebastián, monseñor Munilla, que dijo que quienes apoyen la ley serán culpables de asesinato. Es una acusación muy grave a todos los parlamentarios a favor de esa ley, y a los votantes que en las elecciones les apoyaron, es decir, más de la mitad de la población. El lenguaje cristiano es mucho más moderado, de comprensión, tolerancia y respeto al ciudadano en una situación tan delicada como ésta aunque crean que las mujeres que abortan están equivocadas. Deberían intentar conocer su situación familiar, personal y social y escuchar sus razones antes de condenarlas cuando muchas veces es la decisión más traumática de sus vidas. Por cierto, que el de Munilla es un nombramiento envenenado, es un obispo conservador integrista y antinacionalista visceral, lo cual va a radicalizar el conflicto en la sociedad vasca.
– Ese lenguaje, ¿aleja a la Iglesia de la sociedad?
Ese lenguaje de trinchera es agresivo y tiene una gran carga de violencia. Quieren que su moral religiosa sea una moral cívica de obligado cumplimiento para todos, lo cual no es admisible. Los obispos deben hablar en su nombre y no en el de todos los católicos, porque dentro de la Iglesia existe un gran pluralismo y diversidad en cuestiones como el origen y el final de la vida (aborto y eutanasia), la concepción de la pareja y las opciones políticas. Ahí no se puede hablar de uniformidad. Dentro de la misma Iglesia no hay acuerdo en torno al aborto. Los obispos de hoy dicen que la vida da comienzo en el mismo momento de la concepción, una teoría neoescolástica reciente, del siglo XIX. Hasta entonces funcionaba la teoría de la animación, según la cual la vida empezaba cuando el alma entraba en el feto, que era a los 40 días si era varón y a los 90 si era mujer. Algo también anacrónico.
– ¿Y la Iglesia ante la crisis?
Me habría gustado que hubiesen creado una plataforma de religiosos para denunciar las causas de la crisis y proteger a los sectores más vulnerables que la están pagando cuando no son sus culpables. Ahí la Iglesia sí tendría que haber ejercido su función crítica con el Gobierno tomando opción por los excluídos. En cambio no ha habido sensibilidad porque claro los pobres lo son porque lo quiere Dios y a aguantarse. Por todo ello, sólo un 3% de los jóvenes españoles dice que la Iglesia da sentido a su vida. Para el 97% es un obstáculo.