En España, los principales prelados no desaprovecharon sus homilías para entrar en política, con críticas al laicismo, por el arrinconamiento de la religión o contra el ateísmo reinante. El más radical fue, como suele ser habitual, el cardenal de Toledo y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Antonio Cañizares. "No nos resignaremos nunca a que la educación moral quede reducida a la esfera de lo privado, como si fuese únicamente un coto para los creyentes", dijo.
El cardenal de Sevilla, Carlos Amigo, también denunció el intento de imponer "casi como principio incuestionable un laicismo beligerante contra lo religioso, así como una moral individualista carente de toda norma objetiva".