Qué diferente la actitud de los obispos alemanes a la de los obispos españoles. Para los obispos alemanes está claro el carácter religioso y de fe de esta simbología, así como el uso político que se pretende con la cruz. En cambio en España son firmes valedores de la presencia pública de esa simbología religiosa, de la presencia de autoridades en los actos religiosos o de eclesiásticos en actos institucionales… defensores a ultranza de los múltiples privilegios fiscales y financieros para seguir viviendo del Estado y no de sus fieles. Y no es que Alemania sea el modelo ideal, pero la diferencia es abismal.
«Es motivo de división y de inquietud, pone a unos contra otros», han argumentado
«Es motivo de división y de inquietud, pone a unos contra otros». Estos son los motivos por los que el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el cardenal Reinhard Marx, ha criticado la decisión del presidente de Baviera de exigir desde el uno de mayo la presencia de crucifijos colgados en la entrada de todos y cada uno de los edificios de la administración bávara. En una entrevista concedida al diario de Münich «Süddeutsche Zeitung», el cardenal Marx afirma que «si la cruz es entendida como un símbolo cultural, es que no se ha entendido, es más bien una expropiación por parte del Estado de un símbolo de la Fé» y ha recordado que la cruz es un «símbolo de la oposición a la violencia, a la injusticia, al pecado y a la muerte, pero no una señal contra otras personas». Marx reconoce que «el debate social sobre la cruz es importante, pero todos deberían poder participar, no solo cristianos sino también musulmanes, judíos y aquellos que realmente no son personas religiosas».
La iniciativa de Markus Söder, que acaba de sustituir a Horst Seehofer en la presidencia de Baviera y que se enfrenta a unas elecciones regionales en otoño en las que se propone placar el ascenso del partido populista antieuropeo Alternativa para Alemania (AfD), ha recabado numerosas críticas desde diversos sectores católicos. Los obispos alemanes insisten en que es deber del Estado permitir la articulación de la experiencia religiosa, «pero no el contenido de las creencias». «El Evangelio no puede ser reducido a la política práctica, aunque sí debería, desde un punto de vista cristiano, constituir un principio rector para que la política respete la dignidad de cada ser humano, especialmente de los más débiles. El que cuelga una cruz en una pared, debe ser juzgado por estos estándares», ha afirmado el cardenal Marx.
También el obispo de Limburg, Georg Bätzing, ha criticado la iniciativa de los crucifijos en los edificios públicos. «Se diría que tratan de expresar una identidad por el criterio de delimitación», ha declarado a la cadena de radio hr-info, «y eso como obispo no puedo compartirlo, la cruz no está para eso». Bätzing considera que la medida tiene un carácter excluyente que no es aceptable. U también desde el Obispado de Essen han sido expresadas reticencias. Un portavoz del obispo Franz-Josef Overbeck ha declarado al periódico Westdeutsche Allgemeine Zeitung que «quizá de entrada la iniciativa resulte agradable, el hecho de que la cruz sea valorada públicamente como símbolo central del Cristianismo, pero uno se pregunta si no está siendo explotado o mal utilizado». Se refería a que Söder ha subrayado que la cruz no es solamente un símbolo religioso, sino también cultural, «un símbolo del compromiso con los valores básicos de orden jurídico y social de Baviera», y eso «no coincide con nuestra forma de entender la cruz».
Söder pertenece a la Unión Socialcristinana (CSU), partido hermano bávaro de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, partido que por su parte tampoco está de acuerdo. “La cruz es un símbolo religioso, por encima del folclore bávaro”, ha dicho el secretario de estado de Integración de Renania Norte-Westfalia, Serap Güller, «quien respeta los símbolos religiosos, no debe instrumentalizarlos para una campaña electoral».