El partido nacionalista hindú ha aprobado leyes discriminatorias, promoviendo violencia contra las religiones minoritarias
Kinza Jamal lleva un bindi, un punto rojo, entre sus ojos oscuros y profundos. Solía ser el símbolo de las mujeres casadas hindúes. Ella no es ninguna de las dos cosas. Es cierto que algunas chicas lo llevan por moda, igual que los múltiples anillos, imposibles de adivinar si alguno simboliza compromiso. Tampoco se intuye su figura, su ropa es larga y ancha. A veces se cubre el cabello, rara vez por motivos religiosos, sino para pasar desapercibida. Lleva chanclas, hace un calor tórrido. Nos encontramos en un lugarpúblico de Delhi clasificado como «seguro» en su mapa mental. Pero cuando pronuncia la palabra «musulmanes» o «islam«, baja la voz hasta apenas vocalizar.
«Estamos literalmente pidiendo ayuda a gritos. Hay tantos casos de linchamiento ahora mismo en la India, y lleva ocurriendo desde que Modi llegó al poder. Y nadie habla de ello», dice Jamal a EL PERIÓDICO. A la pregunta de cómo se siente ante la posible reelección del primer ministro, contesta que teme una «dictadura«, un «genocidio«.
La minoría musulmana tiene razones para temer la reelección del primer ministro Narendra Modi en las elecciones que actualmente están en marcha en la India (duran 44 días, hasta el 4 de junio). Desde su llegada al poder, el Gobierno del Partido del Pueblo Indio, el BJP, «ha abogado impunemente por el odio y la violencia contra las minorías religiosas, en particular contra los musulmanes», recoge Amnistía Internacional en su reciente informe. La represión del Gobierno contra la comunidad musulmana ha aumentado de forma virulenta en una «tendencia creciente», añade Humans Right Watch en sus conclusiones anuales.
Bajo supervisión de Modi, miembro desde los años 70 de la Organización Nacional de Voluntarios paramilitares nacionalistas hindúes de derechas, se perpetró la mayor matanza contra musulmanes a manos de la policía siendo él era gobernador del estado de Gujarat en 2002. Con su llegada al Gobierno, la represión escaló: desde excavadoras para destruir barrios musulmanes y mezquitas, prohibir el ‘hiyab’ en universidades o la batalla legal abierta para ilegalizar los matrimonios interconfesionales, los expertos ven una marcha atrás en las bases democráticas de la India secular. En vísperas de las elecciones, aprobó una ley migratoria que impide a los musulmanes llegados desde tres países vecinos (Afganistán, Bangladesh y Pakistán) regularizar su estatus migratorio. La población musulmana representa apenas un 14%, pero en un país de 1.428 millones de habitantes eso se traduce en más de 210 millones de personas, la tercera mayor comunidad musulmana del mundo.
La falsa ‘yihad del amor’
En los ejemplos más extremos, teorías de la conspiración e interpretaciones tergiversadas de la fe dan lugar al bulo de la ‘yihad del amor‘, la falsa creencia de que hombres musulmanes embaucan a mujeres hindúes para que se casen con ellos y las obligan a convertirse al islam. «Es una forma de jugar con los miedos básicos de la gente, diciéndoles ‘Vienen a por tus hijas'», explica a este diario Audrey Truschke, de la Rutgers University en Nueva Jersey. A la inversa, también hay un discurso entre extremistas hindúes sobre cómo violar a una mujer musulmana «les dará más placer porque su vagina es más grande y caliente» y a la vez «purificarán su alma porque limpiarán a la mujer del islam«, añade Jamal, superviviente de violencia sexual.
Kinza fue agredida de niña, junto con algunas de sus parientes femeninas, por su tío, que acabó en la cárcel en el Reino Unido condenado por agresión sexual. En el instituto, tuvo un novio maltratador y fue víctima de ciberacoso. Todo lo sufrió sola, ya que en la India estos son temas tabúes, tanto para las familias hindúes como musulmanas. Pero en su lucha hay espacio para el optimismo. Cuando sus padres llegaron a Delhi desde la pequeña ciudad de Meerut, en Uttar Pradesh, su madre usaba burka. Ahora, no sólo no lo lleva, sino que su hija menor, Kinza, les da lecciones de feminismo a la hora de la cena.
Subastas humanas
A sus 28 años, ha aprendido a vivir con miedo. Una de sus preocupaciones es el tráfico de personas. Recientemente se desactivó una red que captaba ilícitamente fotos de mujeres musulmanas, en espacios públicos o en redes sociales, y subían anuncios simulando una subasta humana con tal de ponerlas bajo punto de mira por ser activistas, periodistas, e incluso la madre de 68 años de una chica violada y asesinada, y humillarlas.
Truschke secunda el uso de la palabra «genocidio«. «Vemos exactamente ese tipo de retórica nacionalista que dice que la fuerte mayoría hindú de la India está en peligro por la minoría musulmana», explica la investigadora, que tras una década documentando la represión de nacionalistas hindúes, vive bajo amenaza de muerte.
Modi también libra la guerra de la censura. Unas 44 personas, 36 de ellas musulmanas, murieron en linchamientos colectivos entre mayo de 2015 y diciembre de 2018, según el estudio más reciente de Human Rights Watch, publicado en 2019. Al año siguiente, 53 manifestantes fueron asesinados en un linchamiento, pero es prácticamente imposible encontrar datos más actualizados: todas las webs alternativas que llevaban la cuenta han sido sistemáticamente eliminadas por el Gobierno nacionalista hindú. «Las cosas han empeorado considerablemente», dice Truschke.