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Los musulmanes de EEUU no han logrado ‘redimirse’

Pese a los esfuerzos de la Casa Blanca por calmar a los estadounidenses tras los ataques de Al Qaeda, un 40% de la población sigue creyendo que todos toleran el extremismo

Hace un año, el noveno aniversario de los atentados del 11-S estuvo marcado por la tremenda polémica que generó la apertura de un centro islámico en las inmediaciones de la Zona Cero y el anuncio del reverendo de una secta cristiana ultraconservadora en Florida de que iba a quemar un Corán. De pronto volvieron a abrirse las viejas heridas de los ataques, cuando ser musulmán en Estados Unidos equivalía a ser terrorista.

EEUU ya no padece la islamofobia que vivió tras los ataques perpetrados por Al Qaeda, lo que no quiere decir que las relaciones con la comunidad musulmana (algo más de 2,5 millones de fieles, menos del 1% de la población) se hayan normalizado. "El panorama no es exactamente rosa", dice Mohamed Yunis, analista del Centro Gallup para estudios musulmanes en Washington y autor de un reciente estudio sobre la evolución de la comunidad después del 11-S. "Los prejuicios y la discriminación siguen existiendo, pero al mismo tiempo muchos estadounidenses musulmanes están relativamente bien económicamente y sienten que forman parte del país", asegura Yunis.

"Los prejuicios y la discriminación siguen existiendo", asegura un analista

Una encuesta del centro de investigación Pew aseguraba la semana pasada que el 82% de los estadounidenses musulmanes se sienten satisfechos con sus vidas y un 79% valoran positivamente las comunidades donde residen. Pero Pew también constataba que un 40% de los ciudadanos estadounidenses no musulmanes siguen creyendo que estos respaldan o al menos toleran el extremismo islámico.

"Los sentimientos siguen ahí, pero ha habido muchos cambios", dice Shamsi Ali, uno de los imanes del Centro Cultural Islámico de Nueva York en el Upper East Side de Manhattan, al asegurar que, si bien la islamofobia se nota de vez en cuando, las relaciones ya no son tan tensas. "Cuanto más nos retan, más nos damos cuenta de que debemos contribuir activamente al diálogo. Yo soy bastante optimista y pienso de verdad que podremos superar las diferencias".

Combatir los estereotipos sigue siendo la prioridad de los líderes musulmanes en el país. La Primavera Árabe ha contribuido a mejorar la percepción entre los estadounidenses más reacios, pero el trabajo debe hacerse desde dentro. "No podemos limitarnos a ser pasivos dice Ali, debemos hacer lo posible por demostrar que somos tan estadounidenses como cualquier otro".

La Primavera Árabe ha empezado a lavar la imagen de la comunidad islámica

En los meses posteriores a los atentados, el Gobierno de George Bush creó un programa que requería a miles de musulmanes y ciudadanos de origen árabe que residían en Estados Unidos inscribirse en un "registro especial" para detectar y prevenir posibles redes islamistas. Después de muchas protestas y denuncias por racismo y discriminación, el departamento de Seguridad Nacional abandonó su iniciativa en 2003.

Nadie sabe a ciencia cierta cuántos se vieron afectados (en el primer año se inscribieron unas 85.000 personas, de las que sólo 11 resultaron tener alguna conexión terrorista), pero algunos, como Mohamed Azam, un estadounidense originario de Bangladesh de 26 años, quedaron atrapados en las redes de la tremenda y temible burocracia estadounidense. Su caso salió en los periódicos como el más antiguo del programa. Gerente de una concesión de helados Häagen-Dazs en Manhattan, con sueños de abrir su propia franquicia de Subway (una cadena de bocadillos), Azam consiguió recuperar su identidad en junio pasado.

La Casa Blanca ha hecho lo posible por normalizar la situación. "Los estadounidenses musulmanes vienen de muchas partes del mundo. Tienen experiencias distintas y pasados diferentes", subrayaba recientemente Farah Pandith, representante para las comunidades musulmanes del Gobierno de Barack Obama, en un encuentro con la prensa extranjera. "Pero no sólo ellos han estado hablando del islam en EEUU, también ha habido un gran esfuerzo por parte de otras comunidades para abrir las puertas al diálogo. Hace poco, cientos de iglesias decidieron dedicar su sermón del domingo a hablar de la importancia del pluralismo y de la libertad religiosa, uno de los pilares de nuestra Constitución".

Pandith reconocía que "algunas de las conversaciones" habían sido "dolorosas y difíciles", pero estimaba que "pese a los retos a los que se enfrenta nuestro país en términos de raza o preferencia sexual, conseguiremos progresar en estos temas". El representante valoraba positivamente los esfuerzos emprendidos por Washington. "Creo que es muy importante subrayar que el presidente Obama, desde los primeros momentos de su presidencia, hizo algo sin precedentes: habló a un grupo de creyentes en la escalinata del Capitolio, en su discurso inau-gural, y fue a los musulmanes", declaraba Pandith.

Centro cultural islámico

Mientras, cerca de la Zona Cero y muy discretamente, el centro cultural islámico que despertó tanta polémica hace un año sigue adelante. El edificio, que debería ser totalmente remodelado, tiene todavía el mismo aspecto, el de la antigua fábrica textil Burlington. Pero el constructor a cargo del proyecto, Sharif el-Gamal, ha empezado a contratar a un nuevo equipo, se ha distanciado del polémico imán Feisal Abdul Rauf que debía inicialmente dirigir el centro, ha estrechado los lazos con sus vecinos y ha nombrado incluso a la tía de una de las víctimas del 11-S en su comité de dirección.

La idea sigue siendo la de construir un espacio con piscina, teatro, cine y programas religiosos muy parecido al imponente centro de la comunidad judía del Upper West Side. Nada que ver con la "mezquita de la victoria", como la calificaba Terry Jones, el reverendo fanático de Florida. Pero los fanatismos no mueren fácilmente y los que se opusieron a su construcción han movilizado sus fuerzas para manifestarse este fin de semana.

Una cámara de la Policía filma los alrededores de una mezquita de Brooklyn, en Nueva York. Bebeto Matthews / AP

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