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Los modos pentecostales de laicidad

Pensar sociológicamente la cuestión de la laicidad en la clave cultural del avance del neopentecostalismo en Argentina, significa comprender los distintos niveles de relación entre el Estado, la sociedad civil, el sistema político y el universo religioso, en los términos cambiantes de las transformaciones y corrimientos de los últimos años. Es hacer blanco en el sentido de la disrupción que introduce el movimiento pentecostal a las continuidades más o menos dinámicas del monopolio católico en este país. En esta dirección, los umbrales móviles de laicidad, con sus desplazamientos y ajustes, remiten directamente a las condiciones sociales de emergencia que reconfiguran las estructuras de relaciones del campo religioso. Aquí el nuevo escenario marcado por una oferta cada vez más variada de opciones espirituales de fuerte contenido emotivo, adaptables y cerradas en sí mismas abre el juego a posibilidades que redefinen el vínculo histórico entre el Estado secular y los modos de vida cristiana.

La laicidad, entendida en su forma más elemental como el proceso inacabado de construir las bases de la integración, el orden y la autoridad moderna por fuera de los fundamentos dogmáticos de la fe, presenta diferentes niveles de análisis que Mallimaci logra agrupar en el Estado con sus instituciones, la sociedad política, la sociedad civil, la presencia del Vaticano para el mundo católico y los procesos culturales que actúan en las prácticas cotidianas. Desde el momento en que el pentecostalismo carece de todo beneficio frente al aparato estatal más allá del reconocimiento y la estigmatización que ofrece el registro nacional del culto, y mantiene una posición distante frente a la política partidaria, su campo de acción por excelencia queda delimitado a la vida íntima del sujeto con su entorno y el llamado a conquistar las instituciones de la esfera civil. Para ello cuenta con el apoyo externo, no solo en términos económicos sino, especialmente, en la transmisión de conocimiento especializado sobre el montaje de organizaciones complejas como son las iglesias. Las ventajas comparativas de una denominación que crece a fuerza de diferenciarse y mezclarse con los diferentes estilos culturales la lleva a definir una posición transitoria pero relativamente estable frente al problema de la laicidad.

Nuestra hipótesis es que, dado el posicionamiento actual que ocupa el pentecostalismo en la estructura de relaciones del campo religioso, el hecho de reconocer explícitamente la legitimidad indiscutible de dominios sociales ajenos a los fundamentos cristianos-evangélicos, va en contra de la eficacia simbólica del discurso pentecostal y su pretensión totalizadora. Para trabajar esta hipótesis el artículo cuenta de dos partes complementarias. La primera intenta trazar, a grandes rasgos, las coordenadas de los desplazamientos en el campo de las creencias para comprender el auge del neopentecostalismo en relación a la lucha entre la ortodoxia y la heterodoxia de nuestro tiempo. Esta perspectiva estructural permitirá pasar a la segunda parte, orientada al análisis de la postura evangélica respecto al juego de correspondencias entre el mundo profano y el mundo de Dios. Por último, realizaré un breve análisis sobre lo que creo que es la postura del pentecostalismo frente al desafío de la laicidad en relación con la política. La investigación cuenta con el trabajo de campo en la iglesia evangélica de Rey de Reyes a través de entrevistas abiertas, extensas y recurrentes, la observación participante en los cultos semanales y el diálogo con informantes claves del templo. El punto de partida son los corrimientos generales que fijan nuevas posiciones en las jerarquías del mundo cristiano.

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Los umbrales de laicidad funcionan como espacios vacíos que el cristiano reconoce en su respeto a las autoridades y al orden temporal de los hombres, pero su significado último reside en la voluntad conjunta de conquistar esos territorios para Dios. Conquista no es destitución ni cambio radical, sino el trabajo subterráneo de dirigir el curso de los acontecimientos desde la cercanía con un poder político que se confirma en el soporte religioso. No hay que tomar a la ligera el potencial estratégico de las alianzas entre los grupos gobernantes y el movimiento evangélico, como lo demuestra el caso del obispo Edir Macedo en Brasil, o el respaldo interdenominacional al gobierno de George Bush en Estados Unidos, sin mencionar las experiencias emblemáticas de Chile y Nicaragua. La especificidad de cada región es el reverso de una misma actitud que resurge en la Argentina.

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Joaquín M Algranti

Graduado en Sociología en la Universidad de Buenos Aires.Es docente en esa institución en la cátedra de Globalización, Teoría Social y Sociedad.Actualmente es becario del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONICET).
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