La represión de las manifestaciones ahonda el abismo entre un sistema que mira al pasado y una población cuya media de edad no llega a los 32 años
En Teherán hay quien dice que a Mahsa Amini, la joven de 22 años cuya muerte bajo custodia policial el 16 de septiembre desencadenó las protestas en Irán, no la detuvo la policía de la moralidad por llevar mal colocado el velo, como se ha dicho, sino que la arrestaron por vestir un pantalón ajustado. Poco importa, visto el terrible destino que aguardaba a esta mujer y que las razones por las que esa policía detenía a las iraníes eran tan abundantes como absurdas: por dejar ver un poco de la pantorrilla; por lucir unos labios rojos o por calzar botas consideradas provocativas, entre otros muchos supuestos motivos. Una mujer en Irán puede ser detenida hasta por cantarle en público “cumpleaños feliz” a un amigo. En este país es ilegal que una mujer entone una melodía ante un auditorio con hombres, algo que se considera puede excitarle sexualmente.