En 1983, y tras abusar de alumnos en el colegio de Casp de Barcelona, fue enviado a Cochabamba y la orden adujo que pasaba por una «crisis de fe»
El sacerdote jesuita Francesc Peris fue enviado a Bolivia por la Companyia de Jesús en Catalunya en 1983. Pero solo estuvo ahí un año, durante el que ejerció de profesor en el colegio Juan XXIII de Cochabamba. Según la investigación de EL PERIÓDICO en la que se basa el documental de ‘La Fugida’, una producción de este diario, 3Cat y Ottokar, los jesuitas planeaban hacer con Peris lo mismo que hicieron con Lluís Tó, otro sacerdote pederasta: ocultarlo en Bolivia sin fecha de retorno.
El país andino se convirtió para los jesuitas, como lo eran otros países del hemisferio sur para otras organizaciones religiosas, en un lugar para esconder a sus pederastas, que siguieron haciendo lo mismo que hacían aquí: abusar de menores.
Los jesuitas en Bolivia construyeron el colegio Juan XXIII hace más de medio siglo en la ciudad de Cochabamba, una ciudad que se expande por una llanura de los Andes, a más de 2.000 metros de altitud. El papa Juan XXIII gobernaba entonces en el Vaticano, cuando la santa sede ordenó, a través del documento ‘Crimen sollicitationis’, guardar silencio ante los casos de abuso sexual por parte del clero bajo pena de excomunión. Y este colegio boliviano que llevaba su nombre, que pretendía ser, y que fue en muchos sentidos, un intento de los jesuitas de dar una buena educación a niños pobres pero prometedores del país, calló durante décadas las violaciones que se cometieron entre sus paredes.
El silencio se rasgó cuando un sobrino de Alfonso Pedrajas, conocido como ‘Pica’, entregó el diario personal de este sacerdote al diario El País: contenía una confesión detallada de abusos a casi un centenar de alumnos. Y Pedrajas era solo uno. Bolivia se encuentra actualmente desenterrando aquel pasado.
Un portavoz de la orden niega que se enviara a Peris a Bolivia a causa de su condición de depredador sexual
Según el abogado José Luís Gareca, exalumno del Juan XXIII, que ya ha abandonado la representación del colectivo de víctimas, unos 400 expupilos sufrieron abusos por parte de una decena de pederastas, casi todos españoles.
Los jesuitas bolivianos son españoles, catalanes en su mayoría, porque la comunidad jesuita de Catalunya esta hermanada con ese país. Casi todo lo bueno que los jesuitas han hecho históricamente en Bolivia ha estado protagonizado por sacerdotes de origen catalán. Casi todo lo malo, como la pederastia, también.
«Era el mejor colegio»
El colegio Juan XXIII se articuló a partir del concepto PNUBOL: ‘Pequeña nueva Bolívia’. Esa era la filosofía, formar a la generación del futuro, capaz de tomar las riendas del país. «Era el mejor colegio», reconocen incluso los exalumnos que sufrieron abusos. Era un centro internado, que combinaba educación, deporte y trabajo comunitario, al que los menores llegaban con becas que obtenían a través de un proceso de selección que los jesuitas efectuaban viajando por todo el país. Así escogían a los alumnos más sobresalientes de zonas muy vulnerables de Potosí, de Oruro o de una ciudad minera en Huanuni.
Inés Pérez aún recuerda cuando los jesuitas se presentaron en su casa para decirle a su madre que ella había sido seleccionada para viajar a la otra punta del país y vivir en un colegio de élite. «Me escondí detrás de su falda», explica, para ocultarse de los misioneros que la buscaban. La madre, a pesar de la distancia a la que estaría de su pequeña, creyó que lo mejor para ella era aceptar aquella propuesta y la mandó a Cochabamba. Allí Inés se encontró con el sacerdote Francesc Peris, conocido como ‘Chesco’.
De Casp a Cochabamba
Peris aterrizó en Bolivia en 1983 después de abusar de una cifra desconocida de alumnos del colegio jesuita de la calle Casp. «Nos dijeron que se iba a Bolivia porque sufría una crisis de fe», recuerda una mujer con hijos escolarizados en Casp a principios de los 80. Este diario ha contabilizado al menos a tres alumnos. Uno de ellos, Enric Soler, explica que era público que Peris abusaba de ellos en las décadas de los 60 y 70. No disimulaba. Peris se llevaba a alumnos a una casa de colonias de Viladrau y allí se bañaba desnudo con ellos. Y los agredía sexualmente bajo el agua.
Un portavoz de los jesuitas niega que se enviara a Peris a Bolivia a causa de su condición de depredador sexual y mantiene que era habitual que los profesores catalanes se fueran un año a ejercer a Cochabamba y después regresaran.
Peris regresó a Barcelona después de que una alumna informase de abusos a la dirección del colegio Juan XXIII
Sin embargo, hay más motivos –además de lo grotesco de sus abusos en Barcelona anteriores a su viaje que hacen difícil de creer que desconocieran sus delitos– para creer que los jesuitas sí pretendían ocultar a Peris en Bolivia y que el plan era ocultarlo allí ‘sine die’. Pero algo salió mal: Inés Pérez.
La exalumna Inés Pérez asegura que Peris se colaba en los dormitorios del Juan XXIII y abusaba de las niñas
En el documental de ‘La Fugida’ –basado en la investigación que EL PERIÓDICO comenzó en 2016 para revelar abusos en colegios religioso– Inés Pérez explica que cuando ya estaba finalizando la educación en el Juan XXIII, donde los menores estudiaban de los 12 a los 18, fue escogida delegada de las alumnas más pequeñas.
Hablando con ellas descubrió que Peris se colaba en los dormitorios del Juan XXIII y abusaba de ellas. Inés asegura que protestó airadamente ante la dirección del colegio y que esta decidió devolver a Peris a Barcelona.
Peris regresó al colegio de Casp y siguió agrediendo a alumnos hasta que fue apartado de la educación en 2005
Peris regresó a Barcelona y siguió agrediendo sexualmente a alumnos del colegio de Casp hasta que, por el mismo motivo, fue apartado de la educación en 2005. Actualmente Peris, que ya tiene más de 80 años, se encuentra en una residencia de los jesuitas.
A mediados de los 90, Inés viajó a Barcelona a visitar a unos conocidos y acudió a una celebración en la que coincidió con Peris. Inés asegura que Peris la reconoció y le soltó que por culpa de aquel «malentendido» él no pudo quedarse en Bolivia, donde debía quedarse indefinidamente. «No fue ningún malentendido», afirma Inés que le respondió.
En 1992, el sacerdote Lluís Tó del colegio Sant Ignasi fue condenado por la Audiencia de Barcelona a dos años de cárcel y a más de 4.000 días sin ejercer de profesor ni de directivo de un centro educativo por abusar sexualmente de una alumna. Los jesuitas incumplieron esa sentencia y enviaron a Tó a Bolivia, un país donde permaneció hasta su muerte en 2017.
Según testimonios entrevistados por este diario y víctimas de Peris, como Enric Soler, los jesuitas ya sabían que Peris era un pederasta cuando lo mandaron a Bolivia en 1983, y, según Inés, planeaban ocultarlo en ese país sin fecha de retorno, como hicieron con Tó.