Después de su traspié en las legislativas de 2014, el partido islamista moderado Ennahda volvió a ser el partido más votado de Túnez en las elecciones municipales celebradas el pasado domingo, las primeras libres en la historia del país. Sin embargo, el principal mensaje que han enviado las urnas es un severo toque de atención a la clase política tradicional, ya sea a través de la elevadísima abstención —un 66% de los votantes registrados, pero un 80% del censo—, o del excelente resultado de las listas locales independientes. Según los resultados oficiales hechos públicos el miércoles, las agrupaciones locales, tomadas en su conjunto, recibieron un 32% de los sufragios, superando el 28% recabado por Ennahda.
“El sistema de partidos políticos sigue siendo el talón de Aquiles de la transición tunecina, que tras casi ocho años después de la revolución ha organizado varias elecciones libres con éxito”, comenta Rosa Álvarez, una investigadora española afincada en Túnez. La escena política adolece de una gran fragmentación, que dificulta la formación de una alternativa a la “gran coalición” que gobierna el país desde 2015, formada por Ennahda y Nidá Tunis, de tendencia conservadora. “A pesar de la erosión de seis años de Gobierno, Ennahda sigue siendo el partido más sólido, el único con una verdadera implantación en todo el país, y que funciona con una notable democracia interna”, agrega.
De los 350 municipios del país, Ennahda fue la fuerza más votada en 141, incluida la capital. Por tanto, a la espera de los pactos poselectorales, Suad Abderrahim, una directiva farmacéutica de 53 años, podría convertirse en la primera alcaldesa de Túnez. Ahora bien, el partido liderado por Rached Ghannouchi, que prefiere definirse como “islamo-demócrata”, ha evitado un discurso triunfalista para no asustar a los electores laicos. “Lo más importante del resultado es la existencia de dos grandes fuerzas, Ennahda y Nida, y nosotros continuaremos en el camino del consenso”, declaró el dirigente Rafiq Abdessalam.
Después del traumático golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes de 2013 en Egipto, Ennahda ha apostado por una política de pacto y consenso con su gran adversario, Nidá Tunis. Sin duda, el partido del presidente Béji Caïd Essebsi y del primer ministro, Yousef Chahed, es el gran perdedor de los comicios, al obtener solo un 21% de los apoyos. Respecto a las legislativas de hace tres años y medio, en las que venció con un 38% de los sufragios, Nidá ha perdido más de 800.000 votos.
Aunque no es de esperar que rompa su acuerdo de Gobierno con Ennahda en el Parlamento, lo que sumiría el país en la inestabilidad, Nidá podría buscar otros socios en algunos ayuntamientos. No hay que olvidar que este partido se creó en 2012 como una variopinta coalición de personalidades laicas, lideradas por Essebsi, con el objetivo de destronar a los islamistas como unico cemento. Sin embargo, el buen resultado de Ennahda en las elecciones de 2014 -un 28%-, y las presiones de la comunidad internacional para suavizar la polarización entre islamistas y antiislamistas, le llevó a pactar con el odiado adversario, lo que puede haber desmovilizado a una parte del electorado.
Existe un cierto consenso entre los politólogos en señalar las penurias económicas que atraviesa buena parte de la población y la escasa cobertura mediática de los comicios como causas de la elevada abstención. No obstante, el analista Yusef Cherif considera que hay algunas razones más profundas: “Algunos partidos han parecido más interesados en sus rencillas internas que en comunicar con los electores. Además, es normal que la población se muestre hastiada con la política después de varios años de mensajes antipolíticos por parte de algunos medios e intelectuales, que culpan a la revolución de todos los males del país”.
En una rueda de prensa, Fabio Massimo Castaldo, jefe de la misión de observación de la Unión Europea, deploró la escasa participación de los jóvenes y algunas “carencias técnicas” del proceso electoral, si bien lo calificó de “creíble”. “Las elecciones constituyen un paso histórico en la consecución de la descentralización prevista por la Constitución”, declaró Castaldo, aportando una nota de optimismo en su valoración sobre la transición democrática tunecina.
“Esta es la última oportunidad. En las elecciones de 2011 y de 2014, ya me llevé una decepción. Por eso, en esta ocasión he votado por una lista independiente. Si también me fallan, no votaré más”, decía el domingo Salwa, una apresurada prejubilada, mientras salía de su colegio electoral en el suburbio acomodado de la Marsa. Allí, dos plataformas independientes lideraron el escrutinio y doblaron en votos a Ennahda y Nidá, por lo que gobernarán esta ciudad. La mayor proximidad de los consistorios, que según la ley deberán gestionarse según los principios de la “democracia participativa”, podría ser la receta contra la apatía política dominante. Próxima cita: las legislativas y presidenciales de finales del año próximo.