Salvo en Siria, donde están prohibidos, los fundamentalistas son la principal fuerza de oposición
Espoleados por las nunca satisfechas reformas políticas, las dificultades económicas, la eterna ocupación israelí y la desastrosa política estadounidense en la región, los movimientos islamistas ganan adeptos en Oriente Próximo, donde muchos se ven obligados a acomodarse y a maniobrar entre regímenes hostiles y autocráticos. Hartos de mirar a Occidente en busca de prosperidad y libertades, se impone la vuelta a la tradición como fuente de soluciones. La respuesta, para muchos, es el Corán.
EGIPTO
Los padres del islamismo político
Con el eslógan el islam es la solución, los Hermanos Musulmanes obtuvieron el 20% de los escaños en las legislativas de hace dos años. Pioneros del islamismo político desde su fundación en 1928, este movimiento suní se ha ganado el apoyo de las clases medias y populares gracias a sus hospitales, colegios y asociaciones caritativas donde están en permanente contacto con el pueblo. Prohibidos por el régimen, pero tolerados –lo que les permite presentarse como independientes–, tienen una amplia presencia en los sindicatos. Han renunciado a la violencia e invocan a menudo los derechos humanos y la justicia social mientras mantienen una abierta hostilidad hacia Israel y EEUU.
JORDANIA
Fuerza en las capitales y voz de los palestinos
En las elecciones del martes, el Frente de Acción Islámica (FAI), el brazo jordano de la Hermandad Musulmana y principal partido de la oposición, perdió más de la mitad de sus escaños, pasando de 17 a 8 en un Parlamento de 110. Sin embargo, las numerosas denuncias de fraude electoral, sumadas a su decisión de presentar solo 22 candidatos como protesta ante una ley electoral diseñada para bloquear su avance, ponen en entredicho su declive. El FAI concentra sus apoyos en las capitales y se nutre del voto palestino, más de la mitad de la población. En política exterior defiende la ruptura del tratado de paz con Israel, mientras internamente busca reformar un sistema autoritario donde la última palabra la tiene el rey. Algunos de sus miembros han manifestado sus simpatías hacia Al Qaeda.
PALESTINA
Hamás: militarismo, pragmatismo y reforma
Contra pronóstico, el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás) obtuvo una abrumadora victoria electoral en el 2006. Fue así el segundo partido islamista en llegar al poder democráticamente en la región, después del moderado PJD turco. Hamás supo capitalizar el descontento con la corrupción de Al Fatá y la parálisis del proceso de paz. Venía avalado por la seriedad de sus servicios asistenciales y por la proximidad de sus dirigentes con los más desfavorecidos. Su razón de ser sigue siendo la lucha armada contra la ocupación israelí, pero a su llegada al poder optó por el pragmatismo. Aun así ha corrido un destino parejo al del FIS argelino. Si en ese caso el Estado anuló su victoria electoral, en el de Hamás fue primero la comunidad internacional y después la Autoridad Nacional Palestina. El subsiguiente embargo y las luchas con Al Fatá le han hecho perder apoyo popular.
LÍBANO
Hizbulá, el despertar de los chiís
El Partido de Dios (Hizbulá) nació como un movimiento armado de resistencia a la invasión israelí de 1982. Chií de origen y muy vinculado a Irán, se ha ganado el respaldo mayoritario de esta comunidad, históricamente marginada por el Estado, gracias a sus servicios asistenciales y su incomparable eficiencia. Hizbulá ha sabido adaptarse al mapa multiconfesional del Líbano renunciando a la aspiración de imponer la ley islámica. A lo que no está dispuesto a renunciar es a mantener su Ejército para hacer frente a Israel. Su salida del Gobierno hace ahora un año, como protesta por la infrarrepresentación chií en el Ejecutivo, desencadenó la crisis actual del Líbano.
SIRIA
Un resurgir apadrinado, pese a todo, por el Estado
Los partidos islamistas, como el resto de formaciones de oposición al régimen –laico y de inspiración socialista–, están prohibidos. En 1982 la poderosa Hermandad Musulmana fue aplastada por el Estado. Miles de sus seguidores fueron masacrados y otros condenados al exilio. Pero como en el resto del mundo árabe, la vuelta a la tradición y los valores islámicos está en alza. Ante lo inevitable, la dictadura siria ha optado por abrir la mano y permitir la consolidación de una sociedad civil, de corte islamista, fiel al Estado.