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Los gorriones que nos envió Cersei Lannister

La exitosa saga de ficción Juego de Tronos, a pesar de estar ambientada en un universo medieval y fantástico, lleva ya varios años regalándonos magistrales lecciones de ciencia política que nos sirven para analizar nuestra compleja realidad contemporánea, e incluso, situaciones terribles como el atentado yihadista que hace unos días asoló la ciudad de Barcelona.

En la quinta y sexta temporada de la serie, la maquiavélica reina Cersei Lannister, movida únicamente por sus deseos de destruir a la floreciemte casa Tyrell (que en ese momento rivalizaba con la casa Lannister en influencia en la corte), armó y situó en las estructuradas de poder del reino a la secta fundamentalista religiosa de los Militantes de la Fe, provocando que su líder (el Gorrión Supremo) se adueñase de la capital Desembarco del Rey e impusiese un régimen teocrático donde se perseguía, apresaba y condenaba a cualquier sospechoso de comportamiento herético. La prepotencia y la arrogancia llevaron a la reina a pensar que podría manipular sin mayores consecuencias a esa banda de fanáticos desarrapados autodenominados “gorriones” y utilizarlos para acabar con los Tyrell, sin darse cuenta de que en realidad estaba creando un monstruo que acabaría volviéndose también en su contra.

La siguiente escena reproduce el momento clave de la ficción en el que Cersei felicita al Gorrión Supremo por haber apresado a los “impíos” príncipes Tyrell (Loras y Margaery), pero de repente, es encarcelada ella también sin previo aviso por los propios gorriones, acusada igualmente de comportamiento herético y recibiendo una dolorosa lección.

Posteriormente, en esta nueva e impactante escena, los Tyrell, aunque despojados de su influencia en la capital, tratan de dar un golpe de efecto ante la inoperancia de Cersei para revertir la situación, enviando un destacamento militar desde Altojardín para liberar a Loras y a Margaery de las mazmorras, pero ya es demasiado tarde, ya que los gorriones han lavado el cerebro de la práctica totalidad de los habitantes de la ciudad, incluyendo al propio rey Tommen, que fruto de su debilidad ha caído también en las garras de los fundamentalistas y ahora es su cómplice y gobernante títere.

Finalmente, en esta sublime escena, Olenna Tyrell (la reina de las espinas y matriarca de Altojardín) le reprocha a Cersei su irresponsable actitud, haciéndola ver como debido a su mezquindad e imprudencia ahora ambas ancestrales casas deben enfrentarse juntas a la amenaza fundamentalista de los gorriones.

Pues bien, del mismo modo que Olenna siente repugnancia hacia Cersei por su terquedad en la ficción, yo tampoco puedo evitar en momentos así sentir rabia hacia nuestros líderes políticos y sus demagógicos discursos tras el atentado de Barcelona, unos discursos cargados de hipocresía y de mensajes vacíos y superfluos (“la unidad de los demócratas”, “la lacra terrorista”, “juntos les venceremos”, “no nos derrotarán”, “no tenemos miedo”, “el país unido”, etc), cuando han sido precisamente los gobiernos occidentales los que han financiado y armado desde hace más de cincuenta años a los principales movimientos islamistas y grupos terroristas yihadistas que ahora nos causan tantos problemas, y lo hicieron únicamente por intereses geopolíticos y geoeconómicos cortoplacistas que podrían resumirse en la popular sentencia “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Y es que, si buceamos en la historia mundial reciente, nos encontramos con que en los años sesenta y setenta del siglo pasado, estos grupos fundamentalistas religiosos, con su ideario rigorista, reaccionario y totalitario, eran absolutamente marginales y minoritarios en un mundo árabe y musulmán en pleno proceso de descolonización, modernización y laicización bajo el liderazgo ideológico del panarabismo, del socialismo y del comunismo, pero Estados Unidos (en plena pugna con la Unión Soviética en el contexto de la Guerra Fía y recelosa de la creciente influencia comunista en Oriente Medio) decidió financiar y armar a fanáticos y minoritarios grupos opositores islamistas para que desestabilizasen dichos países y luchasen contra sus gobiernos de izquierdas, unos gobiernos que en aquellos años justamente estaban tratando de modernizar y secularizar a las sociedades arabo-islámicas, exactamente igual que la casa Tyrell en Desembarco del Rey, la cual había realizado cuantiosos envíos de suministros desde su fértil bastión de Altojardín y logrado una cierta recuperación de la prosperidad en la capital tras años de guerras y hambrunas, con la consiguiente estabilización del Trono de Hierro. Sin embargo, los Tyrell eran presentados al pueblo por Cersei como una grave amenaza, y en cambio, los gorriones eran mostrados como modélicos y piadosos creyentes, del mismo modo que el comunismo, y en general todos los gobiernos izquierdistas, eran demonizados durante estos años de Guerra Fría, al tiempo que a los islamistas se les dibujaba como bondadosos guerreros tribales que luchaban por la libertad de sus pueblos. Así, fueron creados de la nada ambos monstruos fundamentalistas, en la ficción y en la realidad.

Al igual que Cersei Lannister en la serie, que no vio venir el lavado de cerebro que los gorriones estaban efectuando sobre la población de Desembarco del Rey, al tiempo que sus monjes armados ocupaban los principales centros neurálgicos de poder de la capital, desplazando a los Tyrell sí, pero también a la propia Cersei, Estados Unidos pensaba por aquel entonces que esos grupos integristas islámicos eran pobres bobos fácilmente manipulables y controlables, sin darse cuenta de que poco a poco iban extendiendo su influencia sociopolítica y logrando la hegemonía ideológica en los países de mayoría musulmana, en los que paulatinamente el panarabismo laico iba siendo sustituido por el fundamentalismo islámico y en cuyas calles poco a poco desaparecían las minifaldas y se reimplantaban los velos, abandonándose las lecturas de Rousseau y de Marx para sustituirse por las del Corán y de los Hadices, abrazándose una peligrosa ideología en la que la ley de los hombres queda absolutamente supeditada a la ley divina, anulando así la libertad humana. Con todo ese caldo de fundamentalismo sembrado, era solo cuestión de tiempo que dicha ideología reaccionaria y actividad terrorista decidiese cruzar el mar y saltar a Occidente para golpearnos. Así desgraciadamente ocurrió en los albores del siglo XXI, y el terrible 11-S fue para Washington y los gobiernos occidentales como el encarcelamiento, la tortura y la humillante marcha de expiación para Cersei, la bofetada en toda la cara de ese monstruo que ellos mismos habían contribuido a crear y un inevitable choque con la cruda realidad en la que recogían lo que habían estado sembrando durante décadas, criando cuervos que ahora comenzaban a sacarnos los ojos atentado tras atentado.

Sin embargo, no contentos con la lección recibida, nuestros líderes han seguido realizando todo tipo de negocios con los Estados teocráticos del Golfo Pérsico, aún a sabiendas de que llevan décadas propagando doctrinas radicales y financiando a diversos grupos terroristas (la imagen del rey Felipe VI con el príncipe saudí hace tan solo unos meses, del mismo modo que la de Cersei seduciendo al Gorrión Supremo, hablan por si solas, aunque podríamos hacer referencia a otras tantas, con Obama, Sarkozy y muchos otros jefes de Estado contemporáneos como protagonistas y en las mismas circunstancias), al tiempo que se desestabilizaban los pocos países aún laicos que quedaban en la región, prosiguiendo ese peligrosísimo juego de coqueteo con los gobiernos islamistas (cuando no directamente con los propios grupos yihadistas) que inevitablemente a la larga nos lleva a sufrir más atentados, igual que la reina Lannister con su flirteo con los gorriones, lo que inevitablemente la acabó llevando a ser encarcelada y juzgada por los propios fundamentalistas.

Finalmente, desatada la crisis en la ciudad, desbordada por los acontecimientos y siguiendo la máxima de que el fin justifica los medios, a Cersei no se le ocurrió mejor estrategia para acabar con los gorriones que volar por las aires el gran Septo de Baelor con fuego valyrio, masacrando a la totalidad de los fundamentalistas, sí, pero también a casi la mitad de la población (que se encontraba dentro del templo y en sus inmediaciones), del mismo modo que a Estados Unidos y a sus aliados (España entre ellos) no se les ha ocurrido durante estas dos últimas décadas otra cosa que bombardear indiscriminadamente países como Irak, Libia o Siria, destruyendo sus estructuras de Estado, incendiando aún mas si cabe la región de Oriente Medio y no generando más que caos, destrucción, miseria y oleadas de refugiados que huyen de ambas barbaries. Un caos, que por otra parte, es el caldo de cultivo perfecto para que los grupos fundamentalistas se hagan con el poder y la influencia en dichas sociedades. Es decir, no se les paso por la cabeza otra idea que responder al horror con horror, generando nuevas tensiones y provocando que una vez más se inicie el círculo de la violencia.

Ante esto, creo que en lugar de enviar tweets cuñados y alienantes por puro postureo posmoderno, riéndoles las gracias a nuestros gobernantes y entrando plácidamente por su aro, deberíamos mantenernos en guardia y espetarles bien alto y con firmeza que no traten de manipularnos ni de jugar con nuestro dolor, que obviamente debemos de hacer frente al terrorismo islamista (que indudablemente es reaccionario, totalitario y genocida), pero que no olvidamos ni su doble rasero con dicho fundamentalismo, ni sus recortes en seguridad ciudadana, ni su hipocresía, ni sus negocios con Arabia Saudí y Qatar, ni sus coqueteos con el yihadismo al calor de las primaveras árabes ni su importación de las corrientes radicales del islam (hambalitas, wahabbitas, salafistas) a Europa por motivos meramente económicos, y que debido a todo ello, son también responsables de las muertes de ciudadanos inocentes en atentados como el de Barcelona, al igual que también son responsables del drama que sufren las sociedades arabo-islámicas, donde hay que recordar que no solamente hay musulmanes conservadores e integristas (como las generalizaciones mediáticas hacen creer), sino donde también coexisten cristianos, drusos, ateos, agnósticos y musulmanes liberales que se ven en la mayoría de los casos entre la espada y la pared, hostigados tanto por el fundamentalismo del islam político como por la xenofobia de la extrema derecha, las cuales al final terminan siendo las dos caras de una misma moneda: el retorno del fascismo.

En resumen, al igual que Olenna no olvidará nunca la malévola sonrisa de Cersei en el momento en el que los gorriones arrojaron a su nieto Loras y a su nieta Margaery a las mazmorras, y como en última instancia, ella es la gran responsable de la barbarie fundamentalista (la locura, en palabras de su hijo Mace Tyrell), no olvidemos nosotros tampoco los oscuros dobles juegos de quienes son corresponsables de la barbarie y locura del yihadismo, a pesar de que aseguren velar por nuestra seguridad, por la democracia y por los derechos humanos. Hemos vivido un golpe terrible esta semana, pero que el dolor no nos nuble la vista ni nos haga creernos el mismo cuento chino de siempre que nos relatan las élites. No seamos imbéciles, seamos Olenna Tyrell.

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