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Los católicos, una fuerza decisiva en las elecciones estadounidenses

Las bases católicas prefieren a Obama, pero un reducto ultraconservador se alinea con los obispos para apoyar a los republicanos

En pocas ocasiones ha tenido Roma tanta influencia en una campaña electoral norteamericana. Es cierto, en 1960 John Kennedy se convirtió en el primer presidente católico de Estados Unidos. Pero hasta estas elecciones, las bases católicas nunca habían sido tan activas, ni se habían dividido tanto en su defensa o rechazo de la ortodoxia vaticana. Los aspirantes a vicepresidente son ambos católicos, e ilustran perfectamente esa división. Joe Biden, demócrata, defiende el derecho a la interrupción del embarazo y el matrimonio gay. A su oponente, Paul Ryan, monaguillo de pequeño, le protegen algunos obispos, a pesar de su defensa de recortes en los programas de ayuda social.

Hay en EE UU 77 millones de católicos. No todos comulgan con sus obispos. “Mi fe católica me dice que los mandamientos de Dios se resumen en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, explica Mike Harnon, abogado jubilado de 71 años, que protesta ante un mitin de Paul Ryan aquí en Cincinnati. “No creo que debamos convertirnos en jueces morales de nada. No veo, por ejemplo, en qué parte de la Biblia Jesucristo trata el asunto de los gais. Y es un hecho que la reforma sanitaria de Barack Obama, al dar más opciones a las mujeres, reducirá el número de abortos. Por todo eso, como católico, me siento más cerca de Biden”.

Harnon representa a la mayoría de católicos en EE UU. Según una reciente encuesta del centro de estudios Pew, un 51% de católicos se identifica como demócrata, frente a un 39% que asegura ser republicano. Además, el 48% considera que el aborto debería ser legal, frente al 45% que opina lo contrario. Otro sondeo, de Gallup, asegura que el 82% de los católicos cree que los anticonceptivos son “moralmente aceptables”. Finalmente, un 43% considera que el matrimonio gay debería ser legal, según una encuesta de Public Religion Research Institute.

Hay otros católicos, un grupo menor, que consideran que la reforma sanitaria aprobada por Obama en 2010 atenta contra la libertad religiosa, ya que obliga a que las pólizas de seguros sanitarios de EE UU cubran métodos anticonceptivos. La conferencia episcopal norteamericana se ha opuesto a esa reforma, y ha clamado contra ella desde el púlpito. Esos católicos se alinean, políticamente, con el protestantismo más puritano, y han apoyado en su nacimiento al movimiento ultraconservador del Tea Party. En esos esfuerzos les apoyan diversos curas afiliados al Opus Dei, que operan desde el Centro de Información Católica de Washington.

Entre esos católicos de línea dura, las lealtades no están tanto con Romney, que es mormón, como con su número dos, Ryan. Y antes de Ryan, estaban con un exsenador que se presentó a las primarias republicanas, y las perdió. “Como católico, a mí quien me gustaba era Rick Santorum”, explica Larry Rosenbeck, otro elector católico de Ohio de 66 años. “Nos representaba a los católicos y protestantes que sentimos que nos están robando los cimientos cristianos de esta sociedad. Al ver las posturas de Obama en cuanto a aborto, matrimonio gay y otros asuntos sociales, siento vergüenza de tener que admitir que es nuestro presidente. Es una vergüenza en todos los apartados. Quiere hasta quitar a Cristo de la Navidad”.

Las iglesias en EE UU no pueden apoyar abiertamente a un candidato u otro, si quieren disfrutar de la exención de pagar impuestos. En abril, la Conferencia Episcopal envió una carta al Congreso en la que criticaba el presupuesto de austeridad diseñado por el propio Ryan, y le pedía a todos los congresistas que “se resistan, por razones morales y humanas, a aprobar recortes inaceptables a los programas de nutrición y contra el hambre”. ¿Era contrario a la doctrina católica el afán de recortes de Ryan? Puede. Pero mejor eso que las heterodoxias de otros católicos, como el vicepresidente Biden.

Por si acaso, cuando Ryan fue elegido número dos de Romney, en agosto, el arzobispo de su diócesis en Wisconsin, Paul Morlino, envió una carta pastoral a sus fieles en la que defendía el buen nombre del legislador, y le definía como “un buen hermano en la fe”. “Aquellos asuntos en los que no hay males intrínsecos, las opciones y estrategias políticas específicas les atañen a las misiones laicas católicas”, escribió Morlino. Venía a decir que, para algunos obispos de EE UU, es más importante el prohibir el aborto o el matrimonio gay, que los recortes draconianos que defiende la derecha.

El grueso de las bases católicas, sin embargo, no ha demostrado tanta tolerancia hacia las políticas de austeridad extrema de Ryan. La hermana Simone Campbell, que preside el lobby de justicia social Network, ha invertido los pasados meses en recorrer EE UU en un autobús, con otras monjas, explicando a los electores los males del presupuesto de Ryan, y lo poco que respeta este el catecismo.

“Las propuestas del congresista Ryan no superan el examen moral más básico en materia de doctrina católica, porque dañarían a la gente que se halla en los márgenes de la sociedad, la gente pobre a la que el Gobierno debe proteger”, explica la hermana. “Ryan cree que el catecismo enseña individualismo, y no es cierto. Los evangelios transmiten la idea de comunidad, de grupo, de solidaridad”. Son dos visiones afiliadas a una misma fe, pero separadas por abismos de ideología política.

Un asistente a un mitin de Paul Ryan en Iowa, el dos de octubre. En ese mitin, Ryan habló de su fe católica. / Daniel Acker (Bloomberg)

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