Patxi Lópes, al retirar los crucifijos del Congreso, no ha hecho otra cosa que respetar la aconfesionalidad del Estado y sus instituciones al retirar de un espacio público que es de toda la ciudadanía, una simbología que es de una opción particular. Lo que no tiene sentido es la presencia de crucifijos o de otros símbolos particulares en el Congreso de los Diputados. Los crucifijos tienen su espacio en las iglesias o el espacio de cada cual, pero no en lo que es del conjunto de la ciudadanía, como tampoco lo tendría si hubiese puesto los símbolos de su partido.
El cristo renacentista de marfil respetado en la II República y el de plata que presidió la jura de la Constitución de Don Juan Carlos, enviados al almacén por símbolos religiosos
Patxi López ha aterrizado en el Congreso con ánimo innovador, tanto en la interpretación del reglamento como en la reapertura del palacete-residencia de la Cámara o en la decoración de su despacho oficial en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Nada más entrar en su nueva estancia de trabajo ordenó la retirada del mismo de un crucifijo de marfil y otro de plata. La decisión no ha gustado en los servicios de la Cámara, ni en algunos sectores de su partido: el crucifijo fue ‘rescatado’ en 2009 por el socialista José Bono.
El cristo de marfil en cuestión había estado en el despacho en tiempos de otro socialista presidente del Congreso en los tiempos de la II República, Julián Besteiro, quien no tuvo inconveniente en que la obra de arte renacentista siguiera allí. La cruz también tiene historia: presidió la jura de la Constitución por el Rey en 1978 y la posterior del Príncipe de Asturias.
Según fuentes parlamentarias, López no pidió ni dio explicaciones y envió al almacén el símbolo de la tolerancia socialista en el Congreso en plena etapa anticlerical de la II República (Besteiro encabezaba al sector moderado del PSOE frente al revolucionario de Largo Caballero) y también a una cruz testigo del arranque del régimen democrático y la reconciliación nacional.
El dirigente socialista y exlehendakari hoy presidente de las Cortes rompe tradiciones en todo, también las que ha dejado el PSOE en la Cámara Baja desde la Transición. Rompe con la línea de independencia y estricta institucionalidad que dejaron Gregorio Peces Barba, Félix Pons, Manuel Maríno José Bono. En el caso de los símbolos, cuenta como detalle de modernidad haber enmendado la herencia de Bono que el sucesor del socialista en la presidencia, Jesús Posada, respetó: el cristo rescatado de los almacenes de la Cámara.
En medios socialistas recuerdan el empeño que puso Bono en encontrar la obra atribuida a Benvenuto Cellini, artista florentino del siglo XVI que enriqueció con un crucifijo parecido la Basílica de El Escorial. Según contaba durante su etapa al frente de la Mesa del Congreso, tenía echado el ojo al cristo de marfil desde las Cortes constituyentes porque estaba en una sala de reuniones, en el segundo piso del Palacio de las Cortes, donde los siete ponentes elaboraban la ley de leyes. En cuanto llegó, preguntó por él y con la ayuda de Patrimonio fue recuperado de algún almacén para ocupar una pared del despacho del presidente.
Mientras José Luis Rodríguez Zapatero amagaba con una ofensiva ‘laicista’ pero retrasaba su anunciada ‘ley de libertad religiosa’ para desterrar los símbolos cristianos en el ámbito del Estado, Bono proclamaba su orgullo por haber rescatado del olvido un crucifijo con mucha historia política detrás. Fue defendido como símbolo de respeto a la tradición por un socialista moderado como Besteiro, presidente de las Cortes republicanas entre 1931 y 1933.
«Ahí estaba y ahí lo he dejado. Es una bella obra de arte, quizá de Benvenuto Cellini. Por otra parte, ¿no cree usted que Cristo fue, en cierto modo, socialista?«. Bono recordaba esas palabras de Besteiro al ser increpado por un diputado radical por mantener el crucifijo en su despacho. Y lo hacía en una entrevista publicada en el suplemento Crónica de ‘El Mundo’ en febrero de 2010 para contar su éxito en la recuperación de la obra.
«Las reflexiones de don Julián, que no se decía católico sino cristiano, son siempre dignas de ser escuchadas. A mí el crucifijo no me molesta. Evoca una solidaridad y unos valores para quienes militamos en partidos que hacen de la igualdad y la igualdad sus principios rectores», explicaba el exministro de Defensa.
La cruz de plata que López también ha ordenado retirar de su despacho circunscribe su historia al hecho de estar presente en la jura de la Constitución por don Juan Carlos en 1978 y también en la de don Felipe como Príncipe de Asturias años después, con Felipe González al frente del Gobierno y Peces-Barba de presidente del Congreso. Sin embargo, en la ceremonia de proclamación de Felipe VI sólo el cetro y la corona se exhibieron en el hemiciclo; la cruz se quedó en el despacho de Jesús Posada.
De momento, en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo no constan más casos de destierros de símbolos al almacén. Constituido el Congreso, corrió la especie de que Marcelo Expósito, secretario cuarto de la Mesa y miembro del grupo parlamentario de Podemos sector catalán, había retirado de su despacho la bandera y/o el retrato del Rey. Consultado por El Confidencial, lo negó todo: «Sé donde estoy y los símbolos hay que respetarlos».