La verdad pesa demasiado. La vanguardia europea responde a un fenómeno imparable que está secularizando a su sociedad y eso depende poco de las políticas gubernamentales. Además el Estado español es, después de Italia, la que mantiene a la Iglesia católica unos privilegios que en otros países serían inimaginables.
La deriva populista y torticera de los obispos mitineros responde a una voluntad electoral e ideológica. La nueva inquisición arremete contra los principios básicos del hombre y contra las libertades alcanzadas después de siglos de torturas. Y lo hace atacando al gobierno con el que le ha ido francamente bien. Cerraron acuerdos de financiación muy beneficiosos para la institución religiosa, reculó en materia de educación por la ciudadanía para que dejase de ser considerada como la asignatura de Satán o un instrumento de anticristianización.
El aparato eclesiástico está cometiendo un error táctico emprendiendo esta cruzada ideológica. Su territorio está a siete metros flotando sobre la tierra salvando almas y no en el juego electoral, puesto que las elecciones no las puede ganar el partido que Dios quiera, sino el que los votantes, en democracia decidan.