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¿Llega a su fin una institución rica y poderosa?

 

La Iglesia católica romana, explicó el filósofo y político italiano Gianni Vattimo (al mismo tiempo que se declaró cristiano), es una estructura histórica que merece, evangélicamente, desparecer (ver El País; 10/ 05/2010; 01/03/2009). La moral cristiana oficial que promueve ya no es garantía de un orden racional del mundo; como institución carece de legitimidad para contribuir a una existencia humana pacífica; ya no representa para la mayoría de los pueblos del mundo un medio de salvación sino más bien la oposición a la libertad de elección de todo lo relacionado con la familia, la sexualidad y la bioética. La iglesia católica ya no promueve (ni entre su propio clero) la educación y compromiso con la caridad, la piedad  ni la comprensión.

Vattimo concluye que la Iglesia romana, con la defensa de la “sacralidad” de la vida, se muestra como una institución anquilosada cuyo objetivo principal es siempre, solamente, su propia supervivencia. Su reflexión indaga, si como religión institucionalizada la iglesia católica (todas las iglesias) es enemiga de la civilización. Concluye que es hora que todas las personas religiosas “se alcen contra las religión–institución”, y su poder y sus privilegios. Por otro lado, el  actual destape de los abusos sexuales a menores llevados a cabo por clérigos católicos que contaron con apoyo, protección y privilegios de la más alta jerarquía papal en el Vaticano muestra la inmundicia de su ideología perniciosa, fanática y totalitaria. Estamos ante un poder fáctico que manteniendo su poder sobre las mentes, explica un profesor de la U. Complutense de Madrid, exhibe solo “la codicia de sus bienes” (ver J.C.García Fajard; “Celibato y Pederastía”; Revista Fusión; 19/03/10).

Mientras, nosotros en México luchamos por mantener la separación Iglesia y Estado ante un gobierno panista–priista que socava los derechos, en libertad y responsabilidad, de los ciudadanos y ciudadanas mexicanos (para decidir en cuestiones esenciales e inalienables y que afectan al propio cuerpo en temas como el aborto, la eutanasia o los derechos civiles de parejas homosexuales, por ejemplo) en el resto del mundo occidental, (como lo muestran estos artículos que cito de articulistas en la prensa europea) la indignación ante la impunidad por los abusos sexuales del clero de la iglesia católica se han vuelto mucho más críticos y los señalamientos mucho más radicales porque apuntan a cuestiones estructurales e históricas de la institución misma. Christopher Hitchens, el influyente escritor y articulista inglés–norteamericano (después de las revelaciones del New York Times que involucran al Papa Benedicto XVI en el encubrimiento del abuso sexual de más de 200 niños sordos) escribió que el Papa debe ser arrestado y/o sometido a una investigación criminal. Ese sentir lo comparten ahora los alemanes, país donde se origina y es de origen, el Papa Benedicto XVI y este nuevo escándalo de abuso sexual. Entre 1950 y 2002, 4 mil 392 curas católicos, sólo en EEUU, fueron llevados a la corte acusados de pedofilía y aunque todos fueron condenados, 3 mil 300 de ellos ya habían muerto cuando finalmente recibieron la sentencia de culpables.

Si uno considera lo difícil, casi imposible, que es la defensa y denuncia de una victima de abuso sexual especialmente cuando el abusador es una monja o un sacerdote se hace también a la idea que estas estadísticas de sacerdotes denunciados en EEUU, un país en el cual la observancia y la aplicación de la ley es mucho menos arbitraria que en el nuestro, sólo reflejan un porcentaje mínimo de lo que realmente está sucediendo con la sexualidad abusiva y criminal de sacerdotes en casi todas las parroquias, escuelas y conventos católicos alrededor del mundo. Sólo en 2004, envalentonados por esos juicios condenatorios, otras víctimas de abusos en escuelas y parroquias católicas de EEUU presentaron 10 mil 667 nuevas denuncias penales. Hay casi 15 mil niños en Irlanda víctimas de abusos sexuales de parte de sacerdotes y monjas; 350 nuevas denuncias en Holanda y 20 diócesis alemanas que comprueban que en sus escuelas católicas hubo delitos sexuales en contra de niños que se prolongaron por más de 20 años. En México, sin embargo, no hemos podido llevar a la cárcel, menos forzar la renuncia, de sacerdotes implicados en crímenes sexuales (como tampoco de aquellos que desde el poder político los protegieron). No existen investigaciones ni denuncias, por ejemplo, de crímenes sexuales cometidos en escuelas católicas mexicanas como si las nuestras fueran un oasis de virtud y transparencia en comparación al resto del mundo. La explicación quizás la podemos leer en una reciente declaración del Cardenal del Vaticano, Narciso Bertone cuando dijo: “la Iglesia cuenta con la confianza de sus fieles” y agregó que además “tenemos una ayuda que viene de arriba”. En México sus palabras suenan trágicas.

México se degrada con la aceptación social de miles de muertes y ajusticiamientos de seres humanos sin la mediación y la protección de las leyes; se degrada cuando sus ciudadanos se convierten en testigos pasivos de arreglos entre políticos y partidos que se reparten dinero público y cotos de poder modificando leyes y la constitución sólo para acrecentar sus poderes; se degrada cuando el Estado permite que la iglesia católica o Televisa, es decir, el clero de ambas instituciones, manipulen consciencias  e instrumenten ciudadanos en beneficio propio…  Pero México se destruye irreversiblemente cuando sus ciudadanos estiman que la impunidad y la reputación de un sacerdote, o el mismo Papa, son más valiosos a dios que la vida y dignidad de los niños y niñas abusados sexualmente por esos poderosos.

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