La propaganda de los asesinatos del IS ha empujado a cientos de niños a la yihad
Los menores que escaparon de sus garras sufren aún las secuelas
Desde el instante en que el califato fue establecido, los prebostes delautodenominado Estado Islámico se entregaron a la tarea de garantizar el futuro de su engranaje armando a la próxima generación de «muyahidines» (guerreros santos). Durante el primer año de vida, la infancia que habita sus confines de Siria e Irak ha sufrido los zarpazos de esta atroz estrategia. «Los niños son sometidos a toda clase de incitación a los asesinatos en masa y los crímenes del IS [Estado Islámico, por sus siglas en inglés]», reconoce a EL MUNDO desde Mosul un activista que administra una página web donde levanta acta de las fechorías que los acólitos del califato perpetran en la segunda ciudad de Irak, bajo yugo yihadista desde junio del año pasado.
La infancia está expuesta a la crueldad del IS allá donde va. En las calles de su bastión iraquí, los barbudos han instalado los bautizados como «centros mediáticos», gigantescas pantallas quedifunden sin descanso los vídeos propagandísticos en los que la organización presume de ejecuciones sumarias, amputaciones, lapidaciones o crucifixiones.
Una vez probado con éxito en Mosul, el esquema ha sido replicado en Ramadi, la capital de la provincia de Al Anbar capturada por los yihadistas a mediados de mayo. Los pequeños no son solo espectadores. Tampoco escapan a la brutalidad con la que gobierna la organización de Abu Bakr al Bagdadi. Hace ya dos semanas dos menores de edad fueron crucificados en la provincia siria de Deir al Zur por infringir el ayuno del Ramadán. Los cuerpos aparecieron en la verja de un cuartel de la ‘hisba’, la policía religiosa del IS.
Una apología del horror que el IS ha completado con una profundaremodelación del currículo escolar tras dictar la segregación por sexo. Su proselitismo ha alcanzado incluso las tapias de los centros educativos. En colegios de Mosul y la cercana Tel Afar han aparecido pintadas con lemas como «juntos cultivamos el árbol del califato» o letreros dirigidos a las alumnas que contienen precisas instrucciones sobre la obligación de guardar el recato.
«Cuando el Daesh (acrónimo en árabe del Estado Islámico) llegó a las aulas, lo primero que hizo fue manipular el currículo. Eliminó la química, la física o el inglés. Lo que único que permaneció invariable fueron las matemáticas, el árabe y la teología islámica. En historia suspendieron unas lecciones y dejaron otras», relata a este diario Ali Qasem, un profesor de 48 años que huyó hace meses de Faluya, en la provincia iraquí de Al Anbar.
«Es un auténtico lavado de cerebro y una estrategia del IS para garantizarse lealtad. Cuando crezcan, esos menores no serán capaces de pensar por ellos mismos ni transgredir lo enseñado», agrega el docente, que ha desempolvado las materias proscritas en el califato y las imparte en una de las precarias escuelas construidas a contrarreloj para los refugiados que residen en la región autónoma del Kurdistán iraquí. En el tercio de Irak ocupado por los extremistas, las regulaciones impuestas por Diwan al Taalim -el departamento del IS a cargo de la enseñanza- resultan un calco de las establecidas por vez primera al otro lado de la frontera, en suelo sirio. «Abolición de las ciencias vinculadas a la teoría de Darwin, la selección natural y cualquier otra creencia que no atribuya la creación a Dios», reza uno de los puntos del decálogo divulgado en la provincia de Raqqa, la capital ‘de facto’ del califato.
El trauma también acompaña a los pequeños que han escapado de los yihadistas. Rodeina Haid, una niña menuda y tímida de 9 años, procede del monte Sinyar -habitado por la minoría yazidí- y permaneció nueve meses junto a su familia secuestrada por el IS. «Me pasé todo el tiempo escondida bajo la cama de la casa a la que nos llevaron», recuerda rehuyendo cualquier precisión. A su lado, su abuela explica que los padres de la menor -aún cautivos- le prohibieron abandonar la habitación temerosos de que los yihadistas pudieran descubrirla y convertirla en esclava, como ha sucedido con otras niñas.
El martirio de Rodeina concluyó en abril cuando lograron incluirla entre el centenar de yazidíes liberados por el IS alegando que se hallaba gravemente enferma. En el campo de refugiados de Kabarto en el que juega al escondite junto a chiquillos de su edad, existen otras infancias a las que les cuesta borrar su pasado reciente. «Hay un niño yazidí de 10 años que se despierta cada mañana recitando el Corán. Los parientes le han pedido que deje de hacerlo pero él se niega. Dice que si no cumple, el jeque vendrá y le castigará», señala Hakar Tenahi, director del mar de tiendas que se pierden por el horizonte.
El tormento de este último año ha dejado también huella en los vástagos de las familias cristianas expulsadas de Mosul. «Hace unas semanas abrimos varias escuelas y me di cuenta de que nuestros colegiales están llenos de una violencia que expresan en el modo de hablar, dirigirse a los adultos, relacionarse con los compañeros o tratar el mobiliario. Necesitamos reparar el daño causado en las nuevas generaciones», arguye el arzobispo caldeo de Erbil, Bashir Warda.
En el interior del califato, la exposición a las macabras tropelías del IS ha seducido a no pocos menores de edad. «Una gran cantidad de adolescentes se han visto atraídos por la enorme maquinaria de propaganda. Muchos se han terminado sumando voluntariamente a las filas yihadistas«, indica el activista que vigila las actividades del grupo en Mosul.
La rama militar de la organización dedica sesiones especiales para el entrenamiento de sus cachorros, cuyas edades oscilan entre loscinco y 15 años. En el adiestramiento los benjamines reciben clases de artes marciales, uso de armas y doctrina religiosa.
«Un estudio reciente reveló que al menos 370 menores de 16 años se enrolaron voluntariamente en el IS y recibieron formación religiosa y castrense en sus campamentos», añade el activista. Una vez concluidos los ejercicios, los gerifaltes del califato no han dudado en enviarlos al campo de batalla o emplearlos en sus acciones suicidas.
En Irak más de 130 niños han tomado parte en los ataques y los atentados suicidas firmados por el califato en los alrededores de la refinería de Biyi y las provincias de Al Anbar y Nínive. En Siria, los ‘muyahidines’ festejaron la pasada semana en las redes sociales el martirio de Abu Anas al Shami, un niño soldado caído en batalla con tan solo 14 años.