La señalización de virtud es la expresión pública de opiniones o sentimientos destinados a demostrar el buen carácter de quien los expresa o su corrección moral — o sea, es el uso de señales como indicadores de nuestras cualidades morales. Por ejemplo, cuando alguien dona la mitad de su salario a causas beneficas, con ese acto no sólo esta ayudando a personas que lo necesitan, sino que además está señalizando sus cualidades morales. Generalmente, señalizar virtud y otras cualidades viene con un costo asociado que, en muchas ocasiones, como en el ejemplo anterior, puede ser en forma de recursos.
Sin embargo, con el advenimiento de las redes sociales, la indignación se volvió la señal de virtud por excelencia, pues los costos que normalmente estaban asociados a señalizar virtud quedan reducidos a hacer click. Por ejemplo, consideremos la diferencia en costos entre responder a la muerte de George Floyd yendo a una manifestación de BLM en plena crisis de Covid-19 durante la inepta y negligente administración Trump, y los costos de publicar un cuadradito negro en Instagram — un post desde cualquier lugar del mundo sirvió para unirse la indignacion ante la brutalidad policial y el presunto racismo sistemático en los departamentos de policía americana.
La literatura especializada ha identificado algunas practicas religiosas que funcionan como señalización de virtud. Entre los ejemplos analizados se encuentran la circuncisión, el ayuno, la manipulación religiosa de serpientes, y las ordalías. El peligro y dolor propios de estas prácticas son los costos asociados a la señalizacion — a la vez, tenemos evidencia de que estos costos sirven para disuadir impostores, demostrar lealtad al grupo, generar autocontrol entre los miembros comprometidos y fortalecer la cooperacion intragrupal.
No obstante, así como las redes sociales han facilitado la señalización de virtud virtualmente libre de costos, no sería descabellado afirmar que en la religión tambien puede haber señalización de virtud sin costos.
Esto se me ocurrió mientras leía sobre los orígenes del Miércoles de Ceniza, pues no pude evitar notar que este rito nació, y hoy en día se mantiene exclusivamente como señalización de virtud.
El Miércoles de Ceniza empezó con el monje Aelfric en el siglo 10, quien escribió «Hagamos esto al principio de nuestra Cuaresma, esparzamos cenizas sobre nuestras cabezas para señalar que debemos arrepentirnos de nuestros pecados durante el ayuno cuaresmal«. La idea se volvió popular y ganó rápida adopción. El Miércoles de Ceniza nació para indicar que la persona está en penitencia y arrepentimiento.
El asunto es que la penitencia y el arrepentimiento son parte del fuero interno de las personas, y alguien puede estarlas experimentando sin tener que marcarse la frente. Y, de igual forma, alguien podria no estar experimentando penitencia ni arrepentimiento y, en todo caso, ponerse ceniza en la frente. Entonces, ¿para qué ponerse la ceniza? Pues para señalizar virtud — es un acto vacío que sólo sirve para indicarle a otros católicos que uno esta a reventar de virtud.
A partir de ahí, es fácil seguir tirando del hilo y caer en cuenta que muchas prácticas religiosas, si no todas, se encuentran en esa misma categoría.
¿Qué son el bautizo y la confirmacion si no formas de señalizar la alianza y lealtad de uno (o, peor, de sus hijos) a la congregación? Lo mismo va para comer kosher o halal, y ayunar en Semana ‘Santa’. ¿Y acaso no es la eucaristía una forma de señalizar pureza espiritual? El matrimonio, aunque costoso (tanto económicamente como en disponibilidad sexual) señaliza aptitud social y buenos genes; la unción de los enfermos señaliza compasión.
Una de las críticas a la hipótesis de algunas practicas religiosas como señalización de virtud costosa apunta que la devoción es fácil de fingir, y que sólo basta con asistir a un servicio religioso; sin embargo, ir a misa tiene todo el sentido del mundo como señalización de virtud barata: como bien sabemos quienes hemos leído más de una historia de renuncia a la religión, lamentablemente, seguir yendo a misa es el único camino que le queda a algunos ateos para no ser condenados al ostracismo ni perder su círculo social. Ellos estan fingiendo y señalizando virtud ante la congregación, porque los costos de no hacerlo superan con creces los de simplemente abrazar sus valores.
Y dios no necesita los anillos de pureza que le dan a las jóvenes evangélicas después de lavarles el cerebro y presionarlas para que prometan seguir vírgenes hasta el matrimonio. Si ellas se lo prometen a dios, y este todo lo sabe, ¿para qué el anillo? A lo mejor tenga que ver con que esa es la manera de señalizar la estoica ‘virtud’ al resto de la congregación.
Scott Alexander nos proporciona aún otro ejemplo de señalización de virtud religiosa, en sus Preguntas Frecuentes sobre el Consecuencialismo:
Cuando se señaliza [riqueza], cuanto más caro e inútil es el objeto, más eficaz es como señal. Aunque las gafas son caras, son una mala señal de riqueza porque son muy útiles; una persona puede adquirirlas no porque sea muy rica, sino porque realmente necesita unas gafas. Por otro lado, un diamante grande es una señal excelente; nadie necesita un diamante grande, así que quien lo adquiere de todos modos debe tener dinero de sobra.
Ciertas respuestas a dilemas morales también pueden enviar señales. Por ejemplo, un hombre católico que se opone al uso de condones le demuestra a los demás (¡y a sí mismo!) lo fiel y piadoso que es como católico, ganando así credibilidad social. Al igual que el ejemplo del diamante, esta señalización es más eficaz si se decide por algo que de otro modo sería inútil. Si el católico hubiera optado simplemente por no asesinar, aunque esto esté de acuerdo con la doctrina católica, sería una señal pobre porque podría estar haciéndolo por otras buenas razones además de ser católico — al igual que podría comprar gafas por razones distintas a ser rico. Precisamente porque oponerse a los condones es una decisión tan horrenda es que es una buena señal.
Pero en el caso más general, las personas pueden utilizar las decisiones morales para señalar lo morales que son. En este caso, eligen una decisión desastrosa basándose en algún principio moral. Cuanto más sufrimiento y destrucción apoyen, y cuanto más oscuro sea un principio, más evidente será su compromiso de seguir absolutamente sus principios morales. Por ejemplo, Immanuel Kant afirma que si un asesino con hacha te pregunta dónde está tu mejor amiga, obviamente con la intención de asesinarla cuando la encuentre, tú debes decirle al asesino toda la verdad, porque mentir está mal. Esto es eficaz para demostrar lo moral que eres —nadie dudaría de tu compromiso con la honestidad después de eso—, pero seguro que no es un resultado muy bueno para tu amiga.
Irónicamente, aunque este tipo de decisiones pretenden demostrar que el emisor de la señal es moral, no son en sí mismas decisiones morales: sólo demuestran interés por un bien para el emisor (demostrar su moralidad) y no por las personas implicadas (salvar a su amiga de un asesino con hacha). Como tales, no le conceden valor a otras personas.
Tal vez, por esta razón es que es difícil persuadir a las personas de que bautizar bebés es una atrocidad, o de que su oposición al aborto es válida como opción personal de vida pero que no hay razón para convertirla en ley: ademas de estar convencidos de que están en lo correcto, también hay un perverso incentivo de credibilidad social en juego, y —como bien apunta Scott Alexander— las personas normalmente no renuncian al exhibicionismo de virtud sólo para valorar a los demás, ni mucho menos hacer respetar sus derechos.
No es difícil ver que desde el cristiano que entra al confesionario hasta el talibán suicida, pasando por el budista abstemio, el judío que observa el sabado, y el menonita que rechaza la tecnología, la gran mayoría de prácticas religiosas son reforzadas en buena parte mediante este sistema de ir avanzando el marcador moral de las personas al interior de sus comunidades.
Los defensores de la religion suelen esgrimir que esta ofrece un sentido de comunidad a sus integrantes. Ahora sabemos que lo consiguen con rondas y concursos de señalización de virtud.
(imagen: Catholic Church England)