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Las pintadas de la vergüenza

Una visión desde quien forma parte de esa misma iglesia:

Un pueblo es grande hasta que deja de serlo, cuando tolera que aunque sea uno solo de sus ciudadanos sea vilipendiado por una causa injusta. De la misma manera un cristiano pierde su propia esencia, cuando hace añicos el evangelio de Jesucristo anulando el principio básico del servicio a los demás.

Cuando escribo estas letras, tengo ante mí tres titulares recientes sobre los que reflexionar como ciudadano y como cristiano que soy. Por un lado “la justicia Mexicana reconoce la validez del matrimonio homosexual”, todo un logro en la lucha por la discriminación sexual a la que se suman otros muchos países.

El segundo titular: “la jerarquía Vaticana aun no ha aceptado al embajador francés ante la Santa Sede Laurent Stefanini, por ser un homosexual reconocido”. Por ello el Papa Francisco cediendo a presiones internas, aun no ha recibido a este embajador para que le sean entregadas las cartas credenciales.

Tercer titular: “en Pozoblanco (Córdoba) aparecen pintada ofensiva en la fachada de la casa de una pareja homosexual, comprometida activamente en la Iglesia católica”. Son noticias que implican muchas cosas, y desde luego la más significativa es que respecto de los derechos humanos no toda la batalla está ganada. Ojo, no se trata aquí de lo que usted considera que es normal o moralmente aceptable, o de lo que se debe o no se debe hacer. Se trata de permitir la libertad del sujeto, de la otra persona, para vivir su vida y manifestarse libremente.

A esta deformación de la realidad siempre ha contribuido de una manera significativa la moral católica más antigua, mal educando a las personas al respecto de algo tan esencial para la persona como es el sexo. El sexo no está reñido con el Reino de Dios, ni a Dios le place el que la persona reprima su sexualidad y sufra por ello. ¿Es tan complicado entender que Dios que es Padre y Madre, nos quiere felices para obrar maravillas en el mundo? ¿Qué efecto malintencionado tiene sobre la gente, el que dos chicos se quieran y se unan en matrimonio? Ninguno, absolutamente ninguno.

Sin embargo hay personas indeseables que haciendo suya una especie de justicia divina se toman la –supuesta- justicia por su mano y pretenden enseñar a estos chicos con ocultismo y unas pintadas de la vergüenza, que su camino no está en la cofradía en la que colaboran y trabajan.

Esta actitud condenatoria, de ninguna manera está ligada al ideal conservador de la vida, ni desde el plano político ni el religioso. El conservadurismo atesora grandes valores y somos muchos –estos chicos incluidos- los que se enorgullecen de tener amigos conservadores, muchos de los cuales son un gran apoyo en su cruzada en favor de la normalidad.

Tampoco es la cofradía en sí misma la que propicia en su conjunto este desprecio a esta pareja, ¡faltaría más! Aquí solo basta decir, que la hermandad del Resucitado de Pozoblanco hace honor a la inmensa mayoría de sus miembros, pues como la imagen a la que dan culto, son luz verdad y vida.

El problema es la intransigencia de algunos. El problema es la envidia y la obtención de un pretexto para que estos chicos -que lo que hacen es trabajar y testimoniar-, abandonen su puesto para ser ocupado por tal o cual persona. Al respecto de estas actitudes que alejan a los agresores del rostro de Jesucristo, quizás convendría tener en cuenta las recientes palabras del Papa francisco: “Si una persona es gay, y busca a Dios ¿quién soy yo para juzgarla?”. Así como el llamamiento del papa para no “estar obsesionados con estos temas”. O aquellas del Señor: “haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros” (Mateo 7,12ª) y otros muchos ejemplos del evangelio.

En definitiva, es una lástima que haya personas que no reconozcan el amor entre dos hombres y encima se atrevan a juzgarlo. Porque Dios no nos juzgará por pequeñeces cuando lleguemos a su presencia, no. “Al atardecer de la vida nos examinarán del amor” (San Juan de la Cruz).

Estos chicos se aman, y solo por ello Dios está con ellos y con todos los que los apreciamos y queremos. El descubrimiento de la homosexualidad no es fácil para una persona, pues implica vivir siendo especial o extraordinario. Y esta etapa siempre suele darse en la adolescencia o juventud.

A Blas y Braulio la vida los bendijo con el encuentro mutuo. Se encontraron a sí mismos y en cada cual el otro descubrió un rostro de luz, una complementariedad que les hacia ser personas en plenitud, felices y de verdad (Juan 14,6). Y en sus vidas descubrieron el autentico rostro del resucitado.

Mi total apoyo hacia esta pareja, mi abrazo a todos los que os quieren y os demuestran respeto con la vida. Quien no os respete, se las verá con Dios y con su conciencia.

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