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Las Leyes de Reforma: su actualidad

En los días difíciles que vive México, es útil repasar las lecciones de nuestra historia y rendir culto civil a la obra jurídico-legislativa de una de las generaciones más preclaras de mexicanos. Obra que fuera anunciada por el Presidente Juárez desde la heroica ciudad de Veracruz en el "Manifiesto del Gobierno Constitucional a la Nación, de 7 de julio de 1859, en la parte relativa al programa de la Reforma", por la que se refundaría la base de la autoridad política de los mexicanos y el orden y la paz sociales basados en el principio republicano.

En este mes de julio la Nación conmemora con solemnidad la promulgación de las Leyes de Reforma, porque ellas simbolizaron el restablecimiento del Estado como organización política secular de los mexicanos, que no reconoce igual autoridad a ninguna otra institución que no sea el pueblo de México y su Constitución. Asimismo, a las Leyes de Reforma debemos la reivindicación del programa liberal de la Ley Suprema como condición indispensable para el fortalecimiento de la democracia y del respeto a los derechos humanos, pues no puede darse un sistema político basado en la dignidad esencial del ser humano sino en un Estado que garantice la libertad de conciencia.

El Presidente Benito Juárez, que fuera, también, uno de los más distinguidos Ministros de la historia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, consolidó con las leyes de reforma y con la templanza con la que las hizo ejecutar, las bases del Estado mexicano sobre el arquetipo político sentado por el Constituyente de 1857 -obra colectiva de hijos ilustres e ilustrados de nuestra patria-. Su obra política fue invariablemente el reconocimiento ante propios y extraños del principio de la supremacía constitucional, o lo que es lo mismo, de la preeminencia de la voluntad del pueblo de México.

El 12 de julio de 1859 se promulgó la "Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos"; el 23 del mismo julio la "Ley del Matrimonio Civil" y, el 28 la "Ley Orgánica del Registro Civil", los tres importantes y trascendentes ordenamientos expedidos por el Presidente Juárez. Destaca en ellos el valor del estadista que en momentos de especial aflicción de la República supo imprimir rumbo a la Nación con leyes sabias y justas, y confianza entre sus conciudadanos por el rigor de su debido cumplimiento contra sus poderosos rivales.

Como Juárez, cada jefe del Estado Mexicano ha enfrentado y enfrenta circunstancias especiales en la conducción de la República. Pero al estadista de Guelatao le debemos la estrategia del uso de la Constitución como el más formidable instrumento político, imbatible incluso frente a quienes pretendían una legitimidad más elevada que la del propio pueblo.

A él le correspondió el uso de poderes excepcionales para mantener la majestad de la Ley Fundamental de los mexicanos y la integridad política de la República, pero qué duda puede caber de que lo hizo con sobrados motivos y con un certero diagnóstico de los hechos que habilitan las más contundentes armas de la República democrática.

Las acechanzas de la Patria del día de hoy, son otras, pero no por ello menos lesivas para la justicia en la que se funda la vida social de los mexicanos. Hoy tenemos nuevamente enemigos internos en nuestra casa común. Que el espíritu de la reforma nos ilumine y nos ayude a vencer a esos sangrientos enemigos de los ciudadanos pacíficos, con fundamento siempre en la supremacía de la Constitución.

Hoy se habla de una laicidad positiva, es decir, de una laicidad que, siempre velando por la libertad de pensar, la libertad de creer y la libertad de no creer, no considere que las religiones son un peligro, sino que son un valor. No se trata de modificar los grandes equilibrios de las Leyes de Reforma que conmemoramos, ni los mexicanos lo desean, ni las religiones lo piden. Se trata de buscar el diálogo con las grandes corrientes religiosas y de tener como principio el facilitar la vida cotidiana de esas grandes corrientes espirituales, no de complicárselas.

Hoy ha llegado el tiempo de que, en un mismo espíritu, las religiones y todas las fuerzas vivas de la nación miren juntas a los desafíos del futuro y no a las heridas del pasado.

Las leyes de Reforma, marcan el tránsito de un antiguo régimen de autoridad absolutista y de privilegios, a un nuevo orden de libertad y de igualdad ante la ley. Régimen del que hoy disfrutamos y debemos ser garantes todos los mexicanos.

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