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Las denuncias por abusos sexuales siguen al fundador de una secta católica peruana hasta Roma

El Sodalicio de Vida Cristiana solo rendía cuentas ante el Vaticano y ahora los presuntos delitos cometidos por Luis Fernando Figari podrían quedar impunes

Todo parece indicar que el papa Francisco está dispuesto a darle una oportunidad a este grupo para que se renueve

En abril, el Vaticano dio la orden de que Figari se mudara de su apartamento y se instalara en un sitio más alejado

Tras la robusta puerta de madera del apartamento en Roma donde ha vivido Luis Fernando Figari desde 2010, solo se puede oír el débil sonido de unos pies que se arrastran. Luego, se hace el silencio.

Otra inquilina de este edificio de apartamentos de lujo, situado muy cerca de Campo de’ Fiori, en el centro de la capital, apenas puede reconocer a su vecino cuando ve una fotografía de Figari tomada décadas atrás y en la que aparece al lado del Papa Juan Pablo II. Lo ha visto en contadas ocasiones.

Lo que no saben sus vecinos es que este hombre barbudo y que ahora tiene un aspecto frágil fundó muchos años atrás una secta católica en Perú que solo obedece al Vaticano y que en su día lideró como si fuera un gurú de la Nueva Era. En la actualidad este grupo, el Sodalicio de Vida Cristiana, ha declarado persona non grata a Figari, que en realidad es un seglar y no un sacerdote, después de que varios exmiembros de la secta lo acusaran de haber abusado física, psicológica y sexualmente de ellos.

Sin embargo, desde un punto de vista legal sigue siendo intocable tanto en Perú como en el Vaticano, a pesar de que el nuevo líder de la secta afirma que Figari cometió los delitos de que se lo acusa. En el corazón de esta historia subyace un ajuste de cuentas que se ha ido gestando durante décadas.

Cinco exmiembros de la secta quieren que el fundador y otros líderes rindan cuentas por sus acciones. El mes pasado interpusieron una demanda en Perú. Acusan a Figari y a otros siete líderes de secuestro, agresión y conspiración criminal; crímenes que el código penal de Perú castiga con penas de hasta 30 años. Los cinco demandantes no acusan explícitamente a los líderes de la secta de abuso sexual ya que este delito ya habría prescrito según las leyes peruanas pero la demanda menciona que varias personas han afirmado que el fundador del Sodalicio había abusado sexualmente de ellas. Figari nunca ha sido imputado por ningún crimen en Perú pero ahora está siendo investigado por la Oficina del Fiscal General de este país.

Una secta ultracatólica

Figari fundó el Sodalicio en Lima, en 1971. Al igual que otros grupos ortodoxos que proliferaron en América Latina en esos años, esta secta surgió como una reacción de los católicos más conservadores ante el auge del movimiento de la teología de la liberación; un movimiento claramente latinoamericano en el que los curas más radicales se solidarizaron con los militantes de izquierdas, con el convencimiento de que la Iglesia podía contribuir a impulsar el cambio social.

Sin embargo, el Sodalicio fue más lejos que otros movimientos como el Opus Dei y adoptó una actitud militarista. Figari apoyó abiertamente el falangismo, la ideología fascista española, y reclutó a niños y a chicos jóvenes peruanos, la mayoría descendientes de europeos y de clase media y alta.

Figari admiraba la capacidad de oratoria de Hitler y Mussolini. «Le fascinaban los desfiles nazis Nazi y las Juventudes Hitlerianas», explica Pedro Salinas, un exmiembro de la secta y coautor del libro Mitad monjes, mitad soldados. «Era una secta religiosa absolutamente autoritaria y todo el poder se concentraba en una sola persona, Luis Fernando Figari», ha explicado a the Guardian.

El libro de Salinas, escrito conjuntamente con Paola Ugaz, se basa en las historias de 30 exmiembros de la secta que aseguran haber sido victimas de abusos físicos, psicológicos y en algunos casos sexuales. Desde la publicación del libro, el año pasado, se han interpuesto decenas de demandas que han sacudido la élite conservadora del país.

Austen Ivereigh, biógrafo del Papa Francisco y experto en la Iglesia en Sudamérica, indica que otros movimientos de derechas que nacieron en la misma época que el Sodalicio también han tenido que hacer frente a acusaciones de abusos parecidas. Todos estos grupos daban mucha importancia a la disciplina férrea, giraban en torno a un líder y subrayaban la noción de autoridad. «Este tipo de jerarquía permitía que se cometieran abusos y que se encubrieran durante mucho tiempo», señala Ivereigh.

Abusos a menores de edad

Una de las presuntas víctimas de la secta, Alvaro Urbina, tiene 35 años y su madre lo hizo entrar al grupo a los 14. Asegura que durante dos años un exlíder de la secta, al que él consideraba su líder espiritual y que no es Figari, abusó sexualmente de él.

Veinte años atrás, Urbina se convirtió en la primea víctima que permitió que su identidad saliera a la luz pública, con el objetivo de avergonzar a los líderes de la secta y obligarlos a reconocer que encubrieron los abusos. Otras víctimas siguieron su ejemplo.

No fue hasta 2010, cuando ya hacía años que se habían denunciado los abusos, que la secta decidió que Figari debía abandonar Perú e instalarse en Roma. El año pasado, coincidiendo con el anuncio de que el Vaticano había decidido investigar los hechos, el grupo reconoció que era posible que su fundador y otros altos cargos hubieran cometido los delitos de los que se les acusa.

En abril, dieron un paso más. En un vídeo por Internet, el actual líder del Sodalicio, Alessandro Moroni, pidió perdón a las víctimas y reconoció que durante años no se les había dado la respuesta que se merecían. «Tras haber escuchado todas las declaraciones, creemos que Luis Fernando Figari cometió estos abusos, lo consideramos persona non grata y deploramos y condenamos sus acciones», dijo.

El grupo también ha contactado con expertos para que asesoren y ofrezcan apoyo psicológico a sus miembros.
Muchos exmiembros de la secta creen que, a pesar de estas palabras y acciones, el Sodalicio todavía protege a Figari. De hecho, paga su alojamiento y manutención.

En un correo electrónico a the Guardian, el portavoz del Sodalicio, Fernando Vidal, afirma que «nuestra institución está respondiendo con el máximo rigor posible a las acusaciones de abuso sexual».

Una persona del entorno de la secta indica que, en realidad, no tenía más opción que la de ayudarlo económicamente, ya que teme que Figari, que rechaza las acusaciones y nunca ha sido condenado, emprenda acciones legales contra el grupo.
Urbina, cuyo agresor presuntamente también abusó sexualmente de otros jóvenes, se niega a aceptar estas disculpas. «Durante mucho tiempo los cubrieron, no dijeron nada, miraron hacia otro lado y ahora que ya no lo pueden seguir ocultando vienen y se disculpan», exclama con amargura: «!Lo sienten! como si estas palabras pudieran borrar lo que pasó». En abril, el Vaticano dio la orden de que Figari se mudara de su apartamento y se instalara en un sitio más alejado.

Si bien el Vaticano se ha labrado una mala reputación en lo relativo al seguimiento que hace cada vez que uno de sus sacerdotes es acusado de haber cometido abusos sexuales, los expertos señalan que, en el caso de Figari, la Iglesia está atada de pies y manos. Recientemente se modificó la legislación del Vaticano y los delitos sexuales de los sacerdotes ya no prescriben. El problema es que Figari no es sacerdote sino seglar. Héctor Gadea, el abogado que representa a cinco exmiembros del Sodalicio, puntualiza que, a diferencia de los abusos sexuales, el secuestro no prescribe.

«Solo pedimos que se haga justicia», indica Óscar Osterling, uno de los cinco demandantes: «sabemos que otros miembros de la secta también están furiosos porque les han destrozado la vida. Nos gustaría que también presentaran denuncias».
Ninguno de los cinco demandantes afirma haber sido víctima de abusos sexuales. Sin embargo todos señalan que la secta les inculcó su ideología cuando eran pequeños y les privó de su libertad, sufrieron otro tipo de abusos y tendrán secuela psicológicas el resto de su vida.

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Imagen de archivo del papa Francisco EFE

El Vaticano podría disolver el grupo

La principal pregunta que debe formularse el grupo es si logrará sobrevivir a este escándalo. Los expertos señalan que, a pesar de que el Vaticano podría técnicamente disolver el grupo, todo parece indicar que el papa Francisco está dispuesto a darle una oportunidad para que se renueve. La Iglesia le ha pedido al arzobispo de Indianápolis, Joseph William Tobin, que interceda y haga un seguimiento de la situación.

Según los estándares del Vaticano, Tobin es un arzobispo progresista y el hecho de que le haya asignado esta labor se interpreta como un gesto de confianza en la capacidad de enmienda del Sodalicio. El portavoz de este grupo señala que ya ha informado a las autoridades del estado de Illinois, donde vive el presunto abusador de Urbina, de los antecedentes de éste.

Al ser preguntado porqué hasta ahora los tribunales penales no han tenido conocimiento de estos casos, el portavoz señaló que Figari y su mano derecha, Germán Doig, que ya ha fallecido, gestionaron estos casos de forma totalmente inaceptable.

Urbina, que es el responsable de un taller mecánico en la ciudad alemana de Colonia explica que debido a los abusos que sufrió necesita tratamiento psiquiátrico pero que su prioridad es evitar que a otros jóvenes les pase lo mismo.
«Si consigo apartar a un solo chico de sus garras seré feliz», indica en referencia al hombre que abuso de él.

Traducido por Emma Reverter

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