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Las cuentas pendientes de la laicidad y sus fronteras conceptuales

El presente ensayo no tiene nada de tesis; tan sólo algunas hipótesis acompañadas de ciertas sospechas. En síntesis: una contribución a la reflexión y al diálogo.

La intención es ofrecer, para el análisis, la discusión y el esclarecimiento, algunas pistas sobre lo que, quizás con demasiado atrevimiento, el autor denomina cuentas pendientes de la laicidad tanto en su dimensión teórica como en su praxis. La principal sospecha que nos anima es que la laicidad, desde que se esbozó como nuevo paradigma político, creció (se expandió) mucho desde el punto vista cuantitativo, pero poco o nada desde el cualitativo.

De ninguna manera se pretende poner sobre el tapete el tema de “laicidad sí o laicidad no”. Esa fase afortunadamente está superada. La laicidad llegó para quedarse como paradigma de inclusión y convivencia social de la ciudadanía. ¿Significa eso que su desarrollo político y social ya está logrado y concluido?

El modelo de Estado laico en la actualidad, por lo general, se entiende como la plataforma básica, indispensable y mínima para una convivencia social incluyente de todos los ciudadanos en cuanto tales.

Entre los especialistas comúnmente se acepta que los tres niveles de significación y aplicación de la laicidad en los tiempos modernos son: a) Autonomía recíproca de los Estados y los poderes eclesiásticos al definirse la separación entre los campos civil y religioso; b) La autonomía de la persona respecto al poder público del Estado, delimitando el ámbito privado y el público; c) El reconocimiento y salvaguarda de la libertad de conciencia de todos los ciudadanos [Bobio, 1991].

Para lograr lo anterior fue necesario supeditar los credos y los poderes eclesiásticos absolutistas a los intereses generales de la sociedad, subordinándolos a las razones de Estado. Sin embargo, en este trabajo sostenemos que reducir la dimensión sociocultural de la laicidad, como ha sido administrada frecuentemente por los Estados laicos, a un rol de centinela y guardián de la frontera que delimita las pretensiones de poder e influencia de los aparatos eclesiásticos, no sólo es insuficiente, sino que pudiera deformar su esencia. La cultura laica implica mucho más que eso. Ni el concepto ni la práctica de la laicidad surgen como servidores del poder absoluto del Estado, sino como contribución a una vida social incluyente y libre, gobernada, es cierto, por el Estado, al margen y por encima de los poderes de las iglesias y sus credos. Sin embargo, el sujeto creador y depositario de la laicidad y de toda la cultura es la sociedad en sí misma. No obstante, no pocos
Estados laicos, en el intrincado nudo de las relaciones entre poder y sociedad, han mostrado su propensión a comportarse como dueños del poder y de la sociedad; es el caso de los Estados modernos absolutistas que, en su implementación de la cultura laica, quedaron anclados en su dimensión política y, dentro de ese mismo campo, en su obsesión por controlar a las iglesias en sus pretensiones de injerencia en la vida pública. De tal manera que, fue la condición ciudadana universalmente reconocida la que se pretendía otorgase la inclusión social igualitaria y única. Sin embargo, la historia y las aspiraciones sociales demostraron que la inclusión ciudadana era insuficiente si no conllevaba también la inclusión social y económica. Pero de esto se habló poco; quizás por el parentesco histórico de laicidad y Estado burgués. A partir de éstas premisas ofrecemos una reflexión sobre las que podrían ser las cuentas pendientes del Estado laico, y sus insuficiencias
para una coyuntura histórica en que el protagonismo y las exigencias de la sociedad civil, en sus múltiples manifestaciones, están en ascenso y, por otro lado, la consolidación jurídica y política de la cultura laica, en sus rasgos esenciales, es un hecho.

Leer el ensayo completo en PDF: Las cuentas pendientes de la laicidad y sus fronteras conceptuales

José Luis González Martínez
Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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