El ateo sabe que el paraíso es algo por lo cual deberíamos trabajar ahora [aquí en la tierra] para que todos los hombres juntos lo disfruten.
El ateo sabe que no se puede obtener ayuda a través de la oración, sino que debe encontrar en sí mismo la convicción y la fuerza interna para encontrarse con la vida, aferrarla, someterla y disfrutarla.
El ateo sabe que solo en el conocimiento de sí mismo y de su prójimo puede encontrar el entendimiento que lo ayudará a vivir una vida plena de logros. Por lo tanto, busca conocerse a sí mismo y a su prójimo más que conocer a un dios.
El ateo sabe que debería construirse un hospital en vez de una iglesia.
El ateo sabe que se debe realizar una acción en vez de rezar una plegaria.
El ateo lucha por involucrarse en la vida, no escaparse hacia la muerte.
El ateo quiere que la enfermedad sea sometida, la pobreza derrotada, y la guerra eliminada.
El ateo quiere una forma ética de vida y sabe que no podemos poner nuestra confianza en un dios, ni enfocar acciones con una plegaria, ni tener esperanza de que los problemas se terminen en el más allá.
El ateo sabe que somos los cuidadores de nuestros hermanos y de nuestras propias vidas; que somos personas responsables, que el trabajo se hace aquí y que el momento es ahora.