Es una costumbre que viene de antiguo. Antes eran de lo más diversas. Se ponían, únicamente el jueves y viernes santo, en los balcones por donde pasaba la procesión y cada casa competía, sin decirlo, en poner el cubrecama más bonito que se tuviera. Más tarde empezaron a colocarse en otros balcones aunque no pasara la procesión y seguramente se pretendía celebrar los días festivos de la Semana Santa engalanando sus casas al igual que cada uno se ponía el mejor traje que tenía.
Ahora es un poco diferente ya que se han sustituido los cubrecamas por colgaduras moradas, todas iguales, que se cuelgan durante muchos más días ya que los actos de la Semana Santa ya no se limitan al jueves y viernes sino que se alargan toda la semana y aún más.
Con este motivo de las colgaduras he tenido que sufrir el comentario de una persona, la misma que me lo viene diciendo hace años, de cómo es que yo, que defiendo la laicidad del Estado, que me considero laico y que lucho para que otros lo sean, he participado en estas fiestas con colgaduras moradas en tres balcones de mi casa.
Lamento que, pese a lo que hemos escrito y dicho referente a la laicidad, todavía no se haya comprendido lo que significa. La laicidad tan sólo hace referencia a las relaciones del Estado con la Iglesia; a la aconfesionalidad del Estado. No tiene nada que ver con comportamientos de las personas en su vida privada ya que, repetimos, cada uno puede ser creyente de cualquier religión, incluida la católica, o no ser creyente, y ser laico. Es decir que yo que soy laico puedo, poner o no colgaduras en mis balcones, sin dejar de serlo.
Hay muchos católicos y de cualquier religión que son laicos porque no les gusta que la Iglesia y el Estado se influyan mutuamente. Obispos, sacerdotes, fieles que cumplen con los preceptos de su religión, cofrades y hasta el mismo Papa afirman que no es bueno que el Estado y la Iglesia se confundan y el Papa aún añade que cuando así ha sido, «siempre ha sido para mal».
En cambio nadie cuestiona las actuaciones individuales de las personas sean laicas o no. Cada uno puede creer en aquello que le dicte su conciencia, dejar de creer y volver a hacerlo cuando así lo considere. Hasta la misma Constitución indica en su artículo 16-2, cuando cita los derechos fundamentales de los españoles, que «nadie estará obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias».
Por otra parte considero que hay otro concepto que entra en este asunto de las colgaduras que yo llamaría solidaridad ciudadana. Si el pueblo está de fiesta celebrando la Semana Santa, si mis vecinos adornan sus casas con colgaduras para que su calle y sus casas luzcan como un día de fiesta, no me molesta en absoluto, ni va contra mi laicidad, colaborar como hacen ellos y adornar también mi casa en estos días festivos.
No creo que sea difícil de entender que laicidad se refiere solamente a las relaciones Iglesia y Estado. El laico es el que está de acuerdo con ello pero no se le presupone ninguna religión o creencia que es una cosa estrictamente privada.
Me alegro que la interpelación sufrida con cierto sarcasmo me haya permitido aclarar un tema que, por lo que veo, no estaba suficientemente aclarado.