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Las 403 páginas filtradas desde Pekín que desvelan la represión china contra los musulmanes

Una investigación del ‘New York Times’ apuntaba a que Xinjiang concentra el 21% de los arrestos en toda China y que millones de musulmanes habían sido llevados a los «campos de reeducación»

Hace tres meses, un vídeo grabado por un dron en la región de Xinjiang, al noroeste de China, apareció en Youtube y pronto empezó a circular en redes sociales. En las imágenes se veía a cientos de presos uigures en fila, con los ojos vendados y esposados, siendo trasladados por la policía hacia unos trenes. Todos vestían uniformes azules y amarillos, llevaban la cabeza rapada y, según apuntaron varios medios internacionales, su destino eran los centros de «detención y adoctrinamiento»  levantados por el Gobierno de Pekín para «reeducar» a la minoría musulmana uigur.

Entonces se empezó a hablar de una cruzada de China contra el islam -cuya religión apenas supera el 1% de seguidores en el gigante asiático-, de cómo estaban destruyendo las mezquitas de Xinjiang y usando sus sistemas de reconocimiento facial para hacer seguimiento a los musulmanes -uigures y kazajos-, que representan a la mitad de la población de esta región.

Una investigación del New York Times apuntaba a que Xinjiang concentra el 21% de los arrestos en toda China, que millones de musulmanes habían sido llevados a los «campos de reeducación» bajo la premisa de luchar contra el extremismo. Ahora el periódico norteamericano ha dado un paso más allá, desvelando 403 páginas filtradas desde dentro del Partido Comunista, que revelan cómo por orden del presidente Xi Jinping se ha llevado a cabo una campaña de represión contra más de un millón de musulmanes que forman parte de las minorías étnicas.

«Es una de las filtraciones más importantes de documentos gubernamentales desde dentro del Partido en décadas», apuntan desde el prestigioso diario. «Proporcionan una visión interna sin precedentes de la continua represión en Xinjiang, en la que las autoridades han acorralado a un millón de uigures, kazajos y otros étnicos en campos de detención y cárceles en los últimos tres años. Una campaña que llama un esfuerzo benevolente y rutinario contra el tirón del extremismo, pero que revela cómo los funcionarios conspiraron para llevar a cabo una represión despiadada y coercitiva».

Los documentos del New York Times -«revelados por un miembro del establishment político chino que solicitó el anonimato y expresó la esperanza de que su divulgación evitaría que los líderes del partido escapen de la culpabilidad de las detenciones masivas»- incluyen casi 200 páginas de discursos internos de Xi Jinping y de otros líderes, así como más de 150 páginas de informes sobre la vigilancia y el control de la población uigur en Xinjiang.

AÑO 2014, EL ORIGEN

Todo empezó durante una visita del presidente chino a Xinjiang en abril de 2014, semanas después de que activistas uigures atentaran con cuchillos en una estación de tren, asesinando a 31 personas y dejando 140 heridos. Un mes después de la visita del presidente, hubo otro ataque, esta vez con explosivos, en un mercado de verduras, en el que murieron 31 personas.

Entonces, Xi Jinping pronunció una serie de discursos privados ante los funcionarios que son el origen de la represión actual que se ejerce contra las minorías musulmanas.

«Los métodos que nuestros camaradas tienen mano son demasiado primitivos. Ninguna de estas armas es una respuesta para sus grandes cuchillas de machete, hachas y armas de acero frío. Debemos ser tan duros como ellos y no mostrar absolutamente ninguna piedad», aseguró Xi.

Aunque en la documentación también aparecen otras declaraciones del presidente -que chocan con las anteriores y con las actuaciones que se han realizado estos años- en las que pide a los funcionarios que «no discriminaran a los uigures y que respetaran su derecho a la adoración», rechazando distintas propuestas para tratar de eliminar el islam por completo en China.

Los papeles que ha publicado en exclusiva el Times explican que los campos de internamiento donde encierran a los uigures se expandieron en 2016 tras el traslado desde el Tibet hasta Xinjiang del político Chen Quanguo, designado nuevo jefe de la región, quién estableció varias guías de cómo se debía actuar: desde enviar a los jóvenes uigures más brillantes a universidades de China -con el objetivo de capacitar a una nueva generación de funcionarios y maestros uigures leales al partido-, hasta explicar a los jóvenes musulmanes que sus familiares detenidos y llevados a «campos de reeducación» habían sido «infectados por el virus del radicalismo islámico y que debían ser puestos en cuarentena y curados».

Pero los documentos también desvelan cómo dentro del Partido Comunista hubo funcionarios contrarios a esta represión. Incluso algunos, como uno llamado Wang Yongzhi, liberó a más de 7.000 uigures detenidos. Por ello sería detenido y procesado. No se ha vuelto a saber nada más de él desde 2017. El documento filtrado es claro en este asunto: «(Wang) está siendo investigado por desobedecer gravemente la estrategia del liderazgo central del Partido para gobernar Xinjiang. El Partido no tolerará ninguna duda para llevar a cabo las detenciones masivas». La presión sobre el resto de funcionarios en Xinjiang para detener a los uigures, fue implacable. «Miles de funcionarios fueron castigados por resistir o no llevar a cabo la represión encomendada».

Casualmente, tras la publicación de estos documentos, el Global Times, un diario estatal de China, ha publicado un contrarreportaje viajando a Xinjiang y entrevistando a varios uigures que afirman rotundamente que ni ellos ni sus familias sufren ningún tipo de represión.

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