Cualquier acercamiento entre instituciones estatales y religiosas, más allá de lo que marca la ley, siempre genera controversia. Y no es para menos, pues representaría privilegiar a una asociación religiosa sobre otra.
La Constitución Mexicana establece la separación entre el Estado y las iglesias. Se trata de un principio introducido desde la Constitución de 1857 con el único propósito de ratificar la libertad religiosa; ningún credo, por lo tanto, se le puede imponer a la población.
Tuvo que pasar más de un siglo para que se diera un cambio. Entre otras modificaciones, la reforma religiosa de 1992 dotó de personalidad jurídica a las asociaciones religiosas, reconoció al Vaticano como Estado y al Papa como jefe del mismo; la división entre los temas del Estado y los del clero permaneció intacta.
La historia mexicana en este aspecto no ha estado exenta de arrebatos. El más reciente ocurrió hace dos días cuando el máximo recinto del país para la presentación de eventos artísticos y culturales, el Palacio de Bellas Artes, fue utilizado para la realización de un homenaje a un líder religioso.
La presentación de una ópera fue el pretexto para que cientos de adeptos de ese credo ingresaran al recinto y varios más permanecieran en el exterior desde donde seguirían el homenaje.
En el plan original, de acuerdo con invitaciones que circularon en las redes sociales, se incluía el homenaje al líder religioso y un mensaje, actividades que en el último minuto fueron canceladas “por contravenir con la norma artística que rige el uso del Palacio de Bellas Artes”. En el portal de Obligaciones de Transparencia, en el rubro de servicios, se especifica que la sala principal del recinto será rentada para eventos con un fin cultural.
Al justificar el evento, la autoridad pasó del silencio inicial, a la negación y luego a la explicación. Señaló que solo se trataba de una “propuesta artística”, sin homenaje al líder religioso, aunque después se dijo engañada y se reservó el derecho de actuar penalmente.
Al acto asistieron diputados y senadores. Todos justificaron su presencia con el argumento de que no hubo tintes ni mensajes religiosos, que solo fue un concierto, un acto musical. No basta con que la autoridad y legisladores asistentes lo nieguen, cuando los hechos muestran otra cosa.
El país ha tenido episodios lamentables por conflictos religiosos. Poco ayuda a evitar ese tipo de situaciones si figuras políticas y dependencias oficiales interceden en favor de alguna asociación religiosa. Prudencia y apego a la ley es lo que debe prevalecer.