No nos cansamos de repetir que el laicismo no es antirreligioso; pero esto es una verdad a medias. A lo mejor no pasa de ser una afirmación políticamente correcta y convivencial -de necesidad de soportarlas tal cual son- en las circunstancias sociológicas del mundo actual.
El laicismo, a lo mejor -ya lo volveremos a pensar al final de este texto-, no tiene nada contra las religiones como creencias de los individuos.
Pero si somos razonables e íntegros al considerar las organizaciones que sustentan dichas creencias nos encontramos:
– Instituciones no basadas en los derechos de los individuos, sino que son organizaciones jerárquizadas descendentes desde los papas y ayatolás que son nombrados por imposiciones carismáticas. No tienen ningún atisbo de democracia interna. Y la única justificación para ello es: "Ah! Pero es que son así!", son especiales”.
– Todas sin excepción contienen normas más o menos explícitas radicalmente misóginas y homofóbicas.
Las mujeres están excluidas de cualquier nivel de la jerarquía que no sea para las secciones específicas de ellas; y en general están consideradas como sujetos de un nivel inferior, desde luego en la práctica pero ya en la propia doctrina.
Los homosexuales están considerados como enfermos mentales y generalmente perseguidos, en algunos casos hasta la muerte.
Para considerar estos aspectos no es válida la explicación de contextualización con la sociología de su momento ya que son revelaciones de fuentes "sobre humanas" y más bien hay que pensar que siendo, sí, fruto de la sociología del entorno de nacimiento, han perpetuado esas posiciones ideológicas patriarcales y machistas y sólo la maduración de la sociedad en lucha contra sus pensamientos las ha hecho evolucionar recientemente, aunque muy poco)
– En tercer lugar, prácticamente en todas las doctrinas de las grandes religiones existe la norma del apostolado, y de forma más o menos explícita la generalización de su religión a la sociedad y preferentemente por la imposición política desde el Estado en las diferentes formas históricas y actuales que este ha tenido.
Cuando no exigen la imposición, e incluso el exterminio de los diferentes, a través de la guerra santa ((la conquista de Canaán y la del Israel actual) las yihad, las reconquistas, las evangelizaciones por medio de la espada, las guerras de religión (de uniformidad religiosa) y las cruzadas contra el moro y contra la República.
¿Es compatible con la legalidad democrática la admisión de organizaciones religiosas de estas características como tales instituciones aún particulares? Desde luego que no lo es con defensa de la Libertad Conciencia de los ciudadanos.
Por consiguiente la afirmación de que laicismo, que defiende la libertad de conciencia, no tienen nada contra las religiones solo es válida en cuanto a las creencias y expresiones de culto de los individuos.
Pero no es una bula de intangibilidad
– para las doctrinas, que están abiertas a la crítica y a la blasfemia, como todos los pensamientos e ideologías humanas aunque ellos crea que son divinas (resultado de muertos por la quema de los coranes),
– ni para sus instituciones, ni para sus normas, ni para las prácticas de las mismas que conllevan violación de derechos fundamentales o de la legalidad general vigente.
Se debe terminar con la permisividad institucional.
Habrá que empezar por reconsiderarlas y criticarlas con consideraciones como las este escrito.
Se deben corregir las normas asociativas que las legalizan cuando contienen principios y prácticas contra la Libertad de Conciencia en Igualdad de Derechos y antidemocráticas.
Se deben incluir en la legalidad de la Sociedad Civil, como Asociaciones democráticas de Pensamiento.